En la actualidad, el Vaticano celebra las festividades más significativas de los santos en la cultura católica.
De acuerdo con la máxima autoridad de la iglesia, los santos son todos aquellos que han dado un ejemplo de valentía y han defendido sus creencias, incluso poniendo su vida de por medio. Le informamos a quienes recordamos los días correspondientes al 2, 3 y 4 de mayo del año en curso.

¿Cuál es el santo del 2 de mayo?
Hablamos de San Atanasio de Alejandría, una de las figuras más importantes de la Iglesia en el siglo IV, conocido principalmente por su firme defensa de la fe cristiana frente a la herejía del arrianismo.
Nacido hacia el año 296 en Alejandría, Egipto, desde joven se mostró como un pensador brillante y un cristiano fervoroso. Fue discípulo de Alejandro, el obispo de Alejandría, y lo acompañó como diácono en el Concilio de Nicea en el año 325, donde se definió por primera vez de manera oficial la divinidad de Cristo frente a las enseñanzas de Arrio, quien negaba que Jesús fuera verdaderamente Dios.
Tras la muerte del obispo Alejandro, Atanasio fue elegido como su sucesor, convirtiéndose en patriarca de Alejandría. Desde ese puesto, se convirtió en una figura clave en la defensa de la ortodoxia cristiana.
Su firmeza le costó caro: fue exiliado hasta cinco veces por diversos emperadores que favorecían el arrianismo, y pasó más de 17 años de su vida fuera de su sede episcopal. Sin embargo, nunca dejó de escribir ni de trabajar por la unidad de la Iglesia y la defensa de la fe.
Entre sus obras más conocidas están su Carta a los Egipcios, varios tratados contra los arrianos y su Vida de San Antonio, que tuvo una gran influencia en el desarrollo del monacato cristiano.
Fue un pensador profundo, pero también un pastor incansable que, a pesar de las persecuciones, mantuvo siempre su compromiso con la verdad del Evangelio. Murió en el año 373, y la Iglesia lo recuerda como doctor de la Iglesia y uno de los grandes defensores de la fe trinitaria.

¿Cuál es el santo del 3 de mayo?
Hablamos de la Santa Cruz, ésta festividad tiene raíces antiguas que se remontan a los primeros siglos del cristianismo y está profundamente ligada a la historia de la cruz en la que, según la tradición, fue crucificado Jesucristo.
La historia comienza en el siglo IV, cuando la emperatriz Helena, madre del emperador romano Constantino, realizó una peregrinación a Tierra Santa. Durante su viaje, Helena mandó excavar en el Monte Calvario y, según la tradición, encontró tres cruces.
Para determinar cuál era la verdadera cruz de Cristo, se dice que un hombre moribundo fue tocado por cada una, y al ser tocado por una de ellas, recuperó la salud. Así se identificó la Vera Cruz, la verdadera cruz.
La noticia del hallazgo fue recibida con gran entusiasmo en todo el mundo cristiano, y Constantino ordenó la construcción de la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, donde se resguardó parte de la cruz.
Desde entonces, se instituyó la conmemoración de ese descubrimiento, que con el tiempo se transformó en una fiesta litúrgica. En la Iglesia occidental, esta celebración se fijó el 3 de mayo como el Día de la Invención de la Santa Cruz, es decir, de su hallazgo, mientras que el 14 de septiembre se conmemora la Exaltación de la Santa Cruz, en memoria de cuando fue recuperada tras haber sido robada por los persas en el siglo VII.
Con el paso del tiempo, la devoción a la cruz se extendió por todo el mundo cristiano, adoptando formas culturales diversas.
En muchos países de tradición hispana, especialmente en México y algunos lugares de Sudamérica, el Día de la Santa Cruz adquirió un carácter festivo y popular. Se convirtió en un día de celebración para los albañiles y trabajadores de la construcción, quienes adornan cruces con flores y las colocan en los edificios en los que trabajan, mezclando la devoción religiosa con las costumbres populares.
Así, el Día de la Santa Cruz es más que una simple conmemoración histórica: es una expresión de fe, de identidad cultural y de tradición, donde se honra el símbolo más sagrado del cristianismo como signo de redención, sacrificio y victoria sobre la muerte.

¿Cuál es el santo del 4 de mayo?
Hablamos de los santos Felipe y Santiago, dos de los doce apóstoles de Jesús, comparten una festividad litúrgica conjunta debido a una antigua tradición que relaciona el traslado de sus reliquias a la misma iglesia en Roma.
Aunque sus historias personales son distintas, ambas están profundamente entrelazadas con los primeros pasos del cristianismo y con la vida del mismo Cristo.
Felipe era originario de Betsaida, la misma ciudad de Pedro y Andrés. Fue uno de los primeros llamados por Jesús, y en el Evangelio de Juan se muestra como alguien de corazón sencillo y misionero.
Cuando Jesús lo llama, él va de inmediato a buscar a Natanael y le dice con entusiasmo que han encontrado al Mesías. A lo largo de los relatos evangélicos, Felipe aparece como alguien deseoso de comprender más a Jesús, aunque a veces le falta claridad.
En la Última Cena, por ejemplo, le pide a Jesús: "Señor, muéstranos al Padre", a lo que Jesús le responde con una enseñanza profunda sobre su unión con Dios Padre.
Santiago, por su parte, es llamado “el Menor” para distinguirlo de Santiago el Mayor, hermano de Juan. Es identificado como hijo de Alfeo y, en la tradición, se cree que fue primo de Jesús. Según los Hechos de los Apóstoles, llegó a desempeñar un papel muy importante en la Iglesia de Jerusalén, siendo considerado una de sus principales columnas.
Se le atribuye la autoría de la Carta de Santiago, que insiste en la fe expresada en obras y en la coherencia de vida cristiana. Se le describe como un hombre justo, profundamente fiel a la ley judía, y con una gran autoridad moral entre los primeros cristianos.
Ambos apóstoles habrían sufrido martirio por su fe. Felipe, según la tradición, fue crucificado cabeza abajo en Hierápolis, en Asia Menor. Santiago el Menor habría sido apedreado en Jerusalén, hacia el año 62.
La Iglesia los recuerda juntos cada 3 de mayo, especialmente porque en Roma sus reliquias se encuentran en la misma basílica de los Santos Apóstoles.
Sus vidas reflejan caminos distintos pero convergentes en el testimonio de Jesús: uno, Felipe, con su disposición misionera y sus preguntas humanas; el otro, Santiago, con su liderazgo silencioso, firme y lleno de sabiduría. Ambos son figuras clave en la cimentación de la Iglesia y ejemplos de fe, entrega y fidelidad.
