Pese a ser una de las vinicultoras más jóvenes de España, con apenas 40 años de historia, Bodega Ontañón es hoy en día una de las casas más reconocidas de la península ibérica. Con 250 hectáreas en Rioja y otras tantas en Burgos, esta vinícola cuenta con dos Denominaciones de Origen: la riojana y la de Ribera del Duero; además de un museo y una de las más inusuales ingenieras que, hasta hace muy poco, fungía como ingeniera en Telecomunicaciones de la Agencia Espacial Europea: Leticia Pérez.
¿Qué hace una ingeniera de la Agencia Espacial Europea en la industria del vino?
Pues volver a casa. Somos una bodega familiar que empezó con mi abuelo, continuó con mi padre y ahora nosotros, la tercera generación. Cuando me fui de casa, quería salir de España, conocer otras culturas, otras gentes, otras formas de vida, y por esas casualidades que se van encadenando en la vida llegué a la AEE, en donde estuve trabajando por 12 años; pero mi familia seguía allí, en casa, y decidí volver.
Curiosamente, cuando decidiste marcharte no elegiste ni agronomía ni enología, sino ingeniería en telecomunicaciones ¿por qué?
Me ilusionaba mucho la biología, la medicina y la tecnología. Quería compaginarlas todas, y pensé: “¿qué puede haber?”. Y me descubrí desarrollando instrumentos para la aplicación en biomedicina, en Ámsterdam. Ahí diseñé unas antenas con radiación de microondas que ayudan en los tratamientos contra el cáncer, y por ese camino iba yo hasta que me tropecé con el mundo del espacio, que me apasionó y me cautivó.
Cuando en la Agencia Espacial Europea se enteraron que venías de una familia de vinos ¿qué te decían?
“¡¿Qué haces aquí?! ¡Tú estás loca! ¡Vete a casa ahora mismo!”, me insistían.
¿Se parece el campo vinícola al espacio?
Sí…en la pasión y en la naturaleza. En el campo juegas y te sorprendes con todo lo que tiene y que no vas a poder controlar al ciento por ciento, bueno ni al 90 por ciento; pero si te dejas guiar por ella, intentando aprender de lo que te da, puedes obtener un gran producto. Y en el espacio es igual, diseñas una misión espacial pensando “queremos intentar descubrir esto”, pero muchas veces lo que vas a encontrar es muy diferente de la idea original, pero de eso también aprendes, porque te lleva a nuevos descubrimientos.
¿Cuando estás en el campo, sigues mirando al cielo?
Sí…sí…siempre. Hay veces que veo pasar la Estación Espacial Internacional, unos segundos, al atardecer. Eso me trae recuerdos. Y cuando veo a mis ex compañeros y me traen imágenes de satélite que están enfocando nuestras viñas, pienso en la tecnología y en cómo nos han ayudado a monitorear el crecimiento de nuestras uvas. Me gusta mirar el cielo, ver el espacio con la pasión e ilusión de un niño que se pregunta: “¿qué habrá allá arriba?”, y olvidarme de la tecnología para volcarme en la parte más infantil de los sueños e ilusiones de una noche estrellada, de un atardecer y de ese Sol que no sabemos qué es, pero que seguramente es de miel… ¡eso es lo que me gusta!
¿La Agencia Espacial Europea todavía podría recuperarte?
(Risas). Bueno, yo nunca cierro puertas. En la vida nunca sabes qué giros vas a dar. Ahora no me lo planteo y no sé, quién sabe en el futuro. Fue una época que me dio mucho, que me ayudó a crecer, pero que está un poco cerrada. No sé, me daría miedo volver, porque la tengo en mi corazón, está idealizada, y me da miedo la destrucción de ese sueño, pero, no sé sabe, ¡quizás un día subamos una botella al espacio!
¿Te descubriste diferente en los vinos?
No, sigo siendo la misma persona inquieta, que le gusta conocer y descubrir cosas nuevas, y en el mundo del vino nunca dejas de aprender. En las viñas cada año es completamente diferente. Yo soy responsable de ingeniería en la bodega, y de investigación en el campo, y en mi trabajo he podido combinar y explotar los conocimientos que adquirí en la Agencia, tanto para obtener un cultivo cada vez más ecológico como para entender mejor nuestros procesos y calidad de los productos.
¿Has tenido la tentación de crear un vino?
Me encantaría, pero eso se lo dejo a mi hermano Rubén. No todos podemos ser capitanes, eso hay que dejárselo a los expertos. Hacer un vino es muy complicado, se necesitan años de conocimiento, dedicación, saber cómo evoluciona y cómo va a estar dentro de 10 años cuando llegue a la botella. Lo que puedo decir es que me encanta el aroma que sale de una barrica, así como el cariño y la pasión de mi familia que se transmite en los vinos, además de las vendimias.