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“Si algo brilla, escóndanlo”, la regla para la convivencia

Están setenta personas en un salón de eventos; la instrucción es deshacerse de cualquier tipo de iluminación.

Es inútil cerrar los ojos si no se puede ver nada. El túnel, angosto y de terciopelo, es completamente negro y desde el primer paso hay que estar listo.

"No te sueltes", dice Andrés González, el único en el equipo de Diálogo en la Oscuridad que no padece algún tipo de debilidad visual o ceguera.

Al final de este túnel no hay luz. Es verídico lo prometido en la cena a oscuras: la ausencia de iluminación es total.

Se trata de un salón de fiestas normal, con su alfombra, sus mesas con manteles y sillas; al centro un escenario para la música y al costado izquierdo la barra de bebidas. La única diferencia es que todo está en penumbra; no hay luz, ni siquiera alguna que se haya escapado de la cocina contigua o los baños.

"Si algo les brilla, escóndanlo".

Son cerca de las 20:00 del jueves y 70 personas esperan ansiosas en el vestíbulo de un centro social ubicado sobre el Anillo Vial de San Nicolás, cerca de la Clínica 6.

La mayoría son jóvenes, muchos vienen de sus trabajos, pues así lo insinúa su vestimenta. Es Andrés quien da las primeras indicaciones: apagar los celulares, esconder los relojes que emitan luz y guardar todo objeto que emita algún destello.

"Ayer a un chavo le sonó el celular en plena cena. Los demás lo querían linchar", advierte ante un público que se imagina una escena propia de cualquier barrio de la Ciudad de México.

A cada pareja se le asigna una mesa y un facilitador, es decir, un miembro de Diálogo en la Oscuridad que padece debilidad visual y que será su guía en la cena.

Todos entran de buen humor, sonriendo y uno que otro aplauso. Salvo un joven, que a mitad del túnel se regresa.

"¡Dame chance, es que no puedo!", dice a Andrés, encargado de la logística.

Ya adentro, soy acomodado en un sillón contiguo a la mesa 3, a cargo del facilitador Delfino Ojeda.

"Si ocupas algo me gritas, o mejor me aplaudes", me indica.

Los primeros minutos son de duda, pues sigue la esperanza de que en cualquier momento alguien encenderá una luz. Pero no, restan dos horas y media en penumbras.

Para eso son las manos

Primer reto: escribir sobre una libreta en oscuridad. Lo inmediato es ir midiendo líneas imaginarias con los dedos, pero al paso de los minutos se pierde la dimensión de lo escrito.

Una segunda idea parece mejor: ¿Qué tal si hacemos marcas sobre la hoja cuando terminemos de escribir un párrafo? Por algo debió empezar el Sistema Braille, muy útil para los ciegos.

Las primeras entrevistas así se hacen. Beth y Diego responden y no creen que alguien pueda estar tomando nota en una libreta a penumbras.

Pasados los minutos, la cordialidad.

"Aquí te mandan de la barra", señala Delfino. Estoy sentado en un sillón que no vislumbro. Tiento el vaso que me aproxima y mi torpeza no hace más que derramar el whisky con hielos. Sin duda, un principiante, aunque no soy el único, pues en las mesas ya se han hecho varias bromas al respecto.

Llegó la hora de la cena. Me advierten que frente a mí hay un plato caliente. El olor así me lo indica, pero no lo siento con los cubiertos. El tenedor y cuchillo son inútiles al segundo intento, y es con los dedos que descubro un especie de puré de papa, algo que parece pollo o carne y algo que se resbala, tal pasta con salsa.

De vez en vez llegan las dudas: ¿Qué hora será?, ¿qué pasará después de la cena? Y el recordatorio que no se ha checado el celular.

La música de Mario Solórzano en la guitarra –increíble que toque piezas de El Tri, Creedence o Enanitos Verdes en completa oscuridad– termina y... "¡Hay que ir a bailar!".

Con ayuda de los facilitadores se llega a la pista, la cual se identifica pisando la duela. Aquí las normas y pasos no existen, pues todos bailan como quieren, siempre evitando chocar a alguien a quien no ves y seguramente estará sobre ti en cualquier momento.

Casi tres horas después –que se han ido volando–, Pepe Macías, el fundador del proyecto, agradece a los invitados por la velada y pide cerrar los ojos, pues la luz va ser encendida y llegará de golpe.

Así acaba una noche donde se hace lo que en cualquier boda o quince años. Con los ojos abiertos o cerrados, la fiesta se vive igual.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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