Trabajar fuera del hogar supone para cientos de mamás mexicanas, librar una lucha cotidiana a contracorriente a fin de cumplir –y hacerlo bien- con los dos roles. Debido a ello, muchas mujeres son explotadas, aceptan menos paga o renuncian al crecimiento profesional porque todos y ella misma le exigen con dos palabras: son madres. Y ellas hacen lo imposible por desempeñarse en los dos frentes.
“Es común que esta situación implique para las mujeres una doble o triple jornada y entonces se sobrecarga la cantidad de horas-trabajo que realizan, disminuyendo sus posibilidades de descanso, de recreación y de tiempo de ocio, lo que puede traer repercusiones a su salud, su salud mental y su funcionamiento en general y su satisfacción”, apuntó la investigadora del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) de la Universidad de Guadalajara, Martha Villaseñor Farías.
Maternidad y trabajo remunerado, es un tema que la entrevistada ha seguido desde hace más de tres décadas, encontrando que es una doble función mucho peor para aquellas mujeres que doblan turnos laborales o tienen a su cargo a personas con discapacidad, enfermos que exigen cuidados o adultos mayores dependientes.
Datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi) refieren que 96.7 por ciento de las mujeres que han tenido un hijo y forman parte de la PEA, combina sus actividades laborales con los quehaceres domésticos.
“Muchas mujeres que se insertan a la actividad laboral remunerada, lo hacen en condiciones más desventajosas que hombres en la misma condición, por tener que hacerse cargo de las responsabilidades del hogar y el cuidado de hijos y demás. Tienden a aceptar trabajos con menor paga, pero que les puedan facilitar ir a las juntas escolares, salirse cuando el niño está enfermo, etcétera, entonces aceptan condiciones diferentes o inclusive la maquila en casa”, agregó Villaseñor.
La entrevistada señaló que aún teniendo opción, hay mujeres que rechazan puestos de mayor responsabilidad “porque difícilmente lo podrían combinar con su vida familiar y doméstica”. Otras obtienen permisos especiales pero tienen que recuperar con el doble o triple de tiempo su ausencia.
Sin embargo, advierte, hay mujeres que oficialmente se registran como ‘desocupadas’ pero desempeñan una enorme cantidad de trabajo además de los quehaceres domésticos: en negocios, talleres o pequeñas industrias familiares o en labores del campo. Sin paga alguna.
Para las amas de casa el panorama no es menos justo: “Siempre van a depender económicamente de un tercero –una condicionante de que sufran violencia y otras situaciones- y de quedar solas, se encuentran sin patrimonio en condición de empobrecimiento absoluto”, dijo. Sin seguridad social y sin acceso al pago de una pensión por jubilación, llegan a la tercera edad, muy vulnerables socialmente… a menudo aún arrastrando a personas bajo su cuidado.
¿Maternidad vs trabajo remunerado?
La investigadora señaló que debe romperse tal dicotomía. “Una cuestión justa es que las mujeres no tengamos que elegir entre la maternidad y la vida familiar o nuestra vida laboral. La sociedad no debía de plantear siquiera esta interrogante, porque esconde una gran disparidad de género: entre los que tienen un derecho y los que no”, opinó.
Ciertamente hay movimientos y mujeres que reivindican la maternidad y el rol del ama de casa por sobre cualquier otra actividad, pero de acuerdo con Villaseñor esta postura es resultado de un patrón cultural que deposita valores en la mujer en función de que cumpla estos roles.
El gran problema de este patrón es el hecho de que hoy, un hogar requiere más de un ingreso económico (26 por ciento dependen de una mujer).
¿Cómo conciliar ambos roles y ser madre y trabajar cuando y como cada una lo decida? Martha Villaseñor concluye que es una labor de toda la sociedad, que pasa de manera sustancial por el Estado, el cual debe proveer programas adecuados para las madres trabajadoras: suficientes guarderías seguras y de calidad hasta preescolar; escuelas de tiempo o club de tareas que apoyen a niños de primaria; centros de día para cuidado de adultos mayores; jornadas laborales flexibles, etcétera.
En resumen, contar con políticas públicas que faciliten a las mujeres cumplir sin problema su jornada laboral y puedan tener tiempo de calidad para convivir con sus hijos.
Igual de importante es que hombres y mujeres se hagan cargo por igual de los quehaceres domésticos y de los cuidados de niños y personas en condición vulnerable. “La crianza de los hijos es responsabilidad de mamá, papá y la familia en global”, afirmó.
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