Esta villa San Miguel el Grande, goza de temperamento muy sano, aires benignos y dulcísimas aguas. En particular las de la fuente que llaman "el chorrillo" que está en un barrio frondosísimo y de especial diversión".
Así describió fray Francisco de Ajofrín (1719- 1789) en su Diario del viaje que hicimos a México la villa, que ahora es la ciudad de San Miguel de Allende, Guanajuato. Cuna del insurgente español-americano Ignacio de Allende y Unzaga, hoy, héroe nacional. Su bellísima casa familiar, en la cual nació, creció, oró y conspiró, está ubicada en el primer cuadro de la ciudad, junto a la Parroquia de San Miguel Arcángel. "Nacido aquí, conocido en todo el mundo", es la frase escrita en latín en la entrada principal. Esta casa es testigo de las reuniones clandestinas en contra de la corona española, que llevaba a cabo la Junta Secreta de San
Miguel, la cual llegó a reunir cerca de 60 conjurados, conformados por civiles, militares y eclesiásticos. En la antesala de esta casa, que hoy es el Museo Casa Allende, se reunían los amigos más cercanos: Mariano Abasolo, Ignacio y Juan Aldama, Luis y Miguel Malo, Narciso María Loreto de la Canal, Felipe González, los hermanos Umarán y el cuñado de Allende, Juan María de Lanzagorta. Es muy probable que, entre estas paredes, hayan decidido que el grito de alzamiento lo diera un clérigo y no un militar. Alguien que tuviera "cercanía con la gente". Alguien como el cura de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla. "Que muera el mal gobierno" y "Vivir en un territorio más justo" fueron las ideas principales que provocaron la guerra que hoy llamamos de Independencia. Todo se "cocinó" aquí, en donde también cocinaban viandas exquisitas para tan distinguidos invitados y semejante proyecto de nación: - gallinas rellenas de almendro y frutos, cordero asado, lomo de puerco, aceitunas, quesos, empanadas, frutos de horno, huevos reales, ante de piñón y nieves de sabores, acompañados de agua de limón o guayaba, vinos de Burdeos y otros licores-. Este museo alberga objetos de la época, desde muebles, pinturas, armas, monedas, documentos hasta habitaciones, cocina, oratorio, la puerta de la cárcel donde Allende estuvo preso, todo impecablemente conservado. Los patios de servicio y el corral, son también dignos de admirarse y es ahí donde los sábados puede disfrutarse de una obra de teatro: "el juicio de Ignacio Allende" y se refiere al último día de vida del General; sus últimos pensamientos, añoranzas, dudas y su declaración oficial antes de ser ejecutado.
San Miguel de Allende, enamora a primera vista tanto a propios como extraños, por la belleza de su arquitectura colonial que se encuentra en excelente estado de conservación y restauración. Las calles empedradas y empinadas, los muros altos de piedra o de adobe, embellecidos con flores y enredaderas, la cantera de los templos limpia, las enormes puertas labradas en madera y barnizadas como si las hubieran puesto ayer. La luz del sol cae a plomo sobre todas las fachadas y se iluminan para ser fotografiadas o ser pintadas por un artista. Mientras más te adentras a estas calles más silenciosas se hacen. De pronto, llegas a un parque. Enrejado como en antaño. Resulta ser el parque Juárez, antes llamado el parque francés, que data de principios del siglo XX y situado nada más y nada menos que en el barrio de "el Chorro". Lugar en el que fray Juan de San Miguel, al ver unos perros que bebían agua descubre, sin querer, el gran manantial que abasteció a la población desde 1555, fundando ahí la villa en definitiva.
A un costado de este parque, en la calle de Nemesio Diez número 11, se encuentra el famoso y exclusivo hotel Rosewood. Y es que en materia de hotelería, San Miguel cuenta con decenas de hoteles boutique, que no dejan de sorprendernos. Les llaman "casas" y son pequeños hoteles con seis o nueve habitaciones, alrededor de pequeños patios, con fuentes, flores y árboles. Todo sobriamente decorado, con lo que se produce en la región: latón, tapetes de lana, muebles de madera oscura, hierro forjado, espejos, cestos de palma y textiles decorados a mano.
En la calle de Correo, es decir, la calle principal, que está entre la parroquia de San Miguel Arcángel y el jardín Allende, se encuentran muchas de estas casas, por solo mencionar algunas: "Casa Correo", "Casa de los Olivos", "Casa Carmen", "Casa Chiquita", "Casa Mía" . Siguiendo esta calle hacia arriba se convierte en calle Santo Domingo y pasando la de "Real A Qro.", encuentras "La Puertecita" y "Casa Angelitos", en la calle de Faroles número 3, ésta última muy recomendada por ésta quien escribe. La gente es todavía muy amable, podría decir que es dulce. No muestran signos de estrés, ni de altivez. Y siempre están dispuestos a ayudar al viajero, con información y servicio de primera. Reservar habitación con tiempo es importante, sobre todo si es fin de semana o temporada alta.
Es de mucho interés, visitar algunas de las iglesias de la ciudad. La de San Francisco por ejemplo, con la imponente altura de sus muros y su portada churrigueresca. El Oratorio, la iglesia de Santa Ana que me transportó a siglos atrás y por supuesto, la parroquia de San Miguel Arcángel, patrono de la ciudad y en la que el cura Miguel Hidalgo y su hermano Joaquín oficiaron misa en 1794.
El comercio de esta ciudad es vibrante. Las calles rebosan de restaurantes gourmet, bares, cafés, galerías de arte, joyerías, antigüedades, decoración, muebles, textiles, bienes raíces.
Aquí puedes encontrar pan estilo europeo como en "Cumpanio" (correo número 29) y pedir un "bostok". Comer en "El Correo", en la calle del mismo nombre a una cuadra del jardín principal es una tradición. Tomarse un chocolate frío, endulzado con miel de abeja en la calle de Mesones me sorprendió por la calidad y el sabor del chocolate real, sin azúcar y en agua. Sentarse en una de las bancas del jardín y ver caer la tarde, hacen que me diga a mi misma: yo regreso.