Casi todo mundo trabaja por dinero, pero el doctor Carlos Gaytán Ramos (Ciudad de México, 1969) lo hace, además, con la convicción de ayudar. Toda su experiencia y especialización se reflejan literalmente en el rostro de sus pacientes, quienes, por lo general, son niños. Su principal satisfacción es devolverles la vida, la funcionalidad y la estética, en ese orden. El cirujano maxilofacial ha ejercido por más de siete años en el Hospital Pediátrico de Legaria y atiende aproximadamente 900 casos al año. Es el único con esa especialidad en ese nosocomio y, desde que llegó a la fecha, ha atendido más de seis mil casos de diversa gravedad.
Estudió odontología en la Universidad Nacional Autónoma de México; después se especializó por dos años en cirugía maxilofacial en la Cruz Roja Mexicana de Naucalpan y cuatro más en el ISSSTE.
En su trabajo requiere creatividad e improvisación constantes para mejorar la vida de sus pacientes. Por ejemplo, hace tiempo enfrentó una adversidad cundo debió operar un caso de emergencia y no contaba con microplacas, por lo que utilizó alambre, una técnica en desuso desde hace muchos años.
Gaytán salvó a Judith en 2012, una niña de nueve años, quien recibió un proyectil en el rostro debido a que la usaron como escudo en una balacera. Este caso ha sido de los más difíciles que el especialista ha enfrentado en su trayectoria profesional.
¿Cómo fue el caso de Judith?
Ella tuvo una herida provocada por proyectil de arma de fuego con orificio de entrada y de salida. Su orificio de entrada fue en la región malar y el de salida fue el labio. El trayecto destrozó toda la base del ojo, todo el hueso malar y parte del maxilar. Entonces, lo que se hizo con ella fue preservar sobre todo la vista, era la base del ojo. Se le puso una malla de titanio y se reconstruyó todo el piso de la órbita; quitamos las esquirlas y remodelamos la parte ósea. Posteriormente se hizo un injerto de hueso para rellenar los defectos. Se hizo una plastía de labio, porque se abrió y perdió tejido y tuvimos que cerrarlo y reconstruirlo. Con ella tuvimos la suerte de haberlo solucionado sin contratiempos.
¿Cuál es el costo de una cirugía como esa?
Es de aproximadamente 150 mil pesos. En el GDF hay solo tres hospitales que dan este tipo de cirugías.
¿México está atrasado en la materia? ¿Cuál es la situación del país en cuanto a recursos y tecnología en esta especialidad?
En cuanto a cirugía maxilofacial el país está a la vanguardia. Se hacen procedimientos nuevos, se hace investigación, publicación de artículos, pero a veces no hay acceso. El problema radica en que a veces no hay recursos para acceder a un tipo de aparato, instrumental o insumo.
¿Es cierto que el trauma facial va en aumento?
Sí, así es. Por desgracia va en aumento por diversos factores. Primero, por el uso de armas de fuego, por vehículos automotores más rápidos, uso de bicicletas y motocicletas sin casco por caídas de azotea que son mucho más frecuente de lo que cualquier pensaría. Por ejemplo, en mi experiencia, la situación es la siguiente: 40 por ciento son caídas de azotea. Suben a los niños y casi nunca les ponen la atención ni precaución. Evidentemente siempre hay justificaciones, pero para mí un niño nunca debe estar en una azotea. También ingresan pacientes porque se caen por las ventanas.
Después, 30 por ciento son por accidentes de automóvil. Se debe a que los niños no llevan cinturón de seguridad, no van en silla adecuada, o bien los llevan en la parte delantera. Si bien las bolsas de aire ayudan a los adultos, a un niño lo puede matar, porque está mucho más chiquito y le da el golpe en la cara. Eso le ocasiona lesiones cervicales y puede condicionar la muerte de un niño. Otro 25 por ciento son casos de violencia, que puede ser intrafamiliar, asaltos o enfrentamientos, y 5 por ciento son casos de lesiones por uso de armas de fuego.
¿Cuáles de éstos son los casos más difíciles? ¿Y el caso más difícil que ha enfrentado?
Depende de cada uno, pero la reconstrucción en un niño por caso de arma de fuego es muy complicada, porque hay destrucción de muchos tejidos y aparte tenemos que cuidar los centros de crecimiento. Eso es muy importante. Por eso, no es lo mismo tratar a un adulto que a un menor, ya que éste está creciendo todavía. Los niños tienen centros de crecimiento, donde se produce el crecimiento. Se encuentran en el cóndilo de la mandíbula, el vómer, etcétera.
Sobre mis casos más difíciles, hay varios. El de Judith por ejemplo. En su tomografía, se puede apreciar que la cara estaba hecha polvo, entonces no había forma de fijar las placas. Pensamos en extendernos y hacerlo donde hubiera hueso sano, pero entonces no lo había y tuvimos que buscar con mucho cuidado los huesos más fijos. En una cirugía siempre ubicamos lo construido para a partir de ahí realizar la reconstrucción. A veces es muy complicado.
Los casos de mordedura de perro también son muy difíciles, porque hay avulsión (desgarro o amputación de tejido). También los pacientes con sangrados muy profusos, quienes durante el accidente se cortan una arteria; éstos representan una urgencia real, ya que hay que detener la hemorragia inmediatamente. Me fue complejo un caso de accidente de motoneta, porque hubo seis fracturas mandibulares. Una fractura compleja sin estabilidad. El niño falleció, pero por lesión cerebral.
¿Cuántos casos en promedio atiende desde que llegó al hospital?
Sabemos que al año hay un promedio de mil 700, mil 800 casos de trauma cráneo-encefálico. Podemos decir que la mitad, o sea 900, son por trauma facial. No todos son quirúrgicos, ya que hay traumas que no se operan, solo se les da control, como algún tipo de fractura. De esos 900 casos, 50 por ciento son quirúrgicos.
De los casos quirúrgicos que ha atendido, ¿cuántos han sido de gravedad?
En el caso de cirugía maxilofacial, pocas veces se pone en riesgo la vida del paciente. Siempre tenemos un tiempo, porque después de una lesión podemos evaluar al paciente y decidimos cuándo operarlo. Pocas son urgencias absolutas.
¿Cuántos sí han sido de urgencia absoluta?
Diez por ciento o poco menos. Una urgencia absoluta se presenta cuando hay sangrados o fracturas que involucran la cara o hueso frontal. Entramos junto con neurocirugía.
De los 900 casos de cirugía maxilofacial, ¿cuántos cirujanos los han atendido?
Solamente yo. En cuanto a cirugía maxilofacial, soy el único en el hospital.
¿Cuántas personas integran su equipo?
Solamente estoy yo. Hay gente que me ayuda quirúrgicamente, pero de cirugía maxilofacial estoy yo. Muchas veces entro junto con neurocirugía o con el personal odontológico. No tengo un grupo de personas, aunque eso sería lo ideal. Hemos intentado hacer academia.
¿Hay protocolos para cada caso?
Mantenerse estable es lo principal. Realizamos una evaluación general: el paciente debe tener la vía aérea, que funcione bien la circulación. Éste es el protocolo primario. Después se verifica el estado de cada paciente y se determinan prioridades. Una vez estable se manda a rayos X o a tomografía. Depende de las lesiones que se sospechen. Tenemos que ver la cinemática del trauma. Esto significa que si fue atropellado, choque, proyectil, golpe con objeto, piedra, bat, mordeduras...
No es lo mismo una fractura por un proyectil que una por un golpe, ya que cuando golpean se hacen dos trazos de fractura y con un proyectil se hacen fracturas con minutas. Si tenemos, por ejemplo, un paciente atropellado, hay fracturas múltiples y desplazamientos importantes. Tenemos que recordar que es importante mantener primero la vida, después la función y por último la estética. Nos importa que el paciente esté vivo, que haya función en sus órganos, tejidos y huesos y, por último, si podemos ofrecer un servicio estético, mucho mejor.
En su trayectoria profesional ¿qué lo llevó a ejercer en un hospital público?
No todas las personas tienen acceso a la práctica privada. Los costos son elevados. En el GDF tengo la oportunidad de trabajar y los pacientes no invierten. Los pacientes de cierto sector no pueden solucionar de manera rápida sus padecimientos por cuestiones económicas y aquí hay una oportunidad. Hay más ayuda y ofrecemos tratamientos que en otros lugares son caros y es un beneficio para los pacientes.
Sin embargo, en el hospital privado se cuenta con recursos y tecnología. Los presupuestos de las instituciones, en algún momento, están limitados. En el hospital público tenemos toda la tecnología. Inclusive, aquí hay un tomógrafo excelente que nos facilita mucho el trabajo. Hay un gran equipo en neurocirugía y junto con ellos realizamos operaciones de deformidades. Esto nos permite ofrecer algo mejor al paciente; no obstante, el material muchas veces no puede ser cubierto por el gobierno y nos limita. Por ejemplo miniplacas, mallas de titanio. No es tan fácil presupuestarlo.
¿Ha tenido complicaciones por falta de material?
Sí. Por ejemplo, una fractura de cráneo y del hueso malar (pómulo). Entramos de urgencia a operar. No había miniplacas y recurrimos a una fijación con alambre, ésta se utilizaba hace muchos años, pero actualmente ya no. Se conoce como fijación semi-rígida. En el gobierno, lo que hacemos es improvisar con el material y tratamos de solucionar el caso. Hay cirujanos que si no cuentan con el material adecuado, no operan. En cambio, aquí en México, nosotros solucionamos sobre la marcha.
¿Es común este tipo de cirugía en el país? ¿Hay muchos cirujanos maxilofaciales?
Tenemos muchos cirujanos. En este hospital yo soy el único, pero en un hospital privado hay dos o tres cirujanos maxilofaciales. Aproximadamente 95 por ciento de los hospitales privados manejan este tipo de cirugía. En el ISSSTE, cada hospital tiene un cirujano e inclusive tienen residencias maxilofaciales, o sea, personas que están preparándose.
Desde este punto de vista, ¿cuál es la mejor universidad para especializarse en cirugía maxilofacial?
Hay dos vertientes: la UNAM es la institución por tradición, pero para ser cirujano maxilofacial requiere tener una vida hospitalaria. En el Hospital Juárez hay muy buenos maestros, en el 20 de Noviembre, López Mateos y por supuesto que en el Instituto Mexicano del Seguro Social también. A los residentes se les valora mucho su actitud y aptitud. Es esencial que tengan ganas de aprender. Aunque hay buenos cirujanos egresados, deben pasar un proceso de enriquecimiento de experiencia profesional.
¿Qué se requiere para catalogar a un buen cirujano?
Sobre todo el resultado, pero ésta es un área en donde hay complicaciones. Cualquier procedimiento quirúrgico las tiene. Éstas pueden ser preoperatorias, transoperatorias y postoperatorias. A veces no podemos evaluar porque no estuvimos en la cirugía. Tal vez alguien diga "está mal operado", pero no sabe si estaba sangrando el paciente, si estaba muy grave, si no había luz, si se estaba tapando el aspirador o si no había un buen equipo ayudando al cirujano. Hay muchos factores que pueden complicar el resultado.