El 2010 pasó a la historia reciente de La Laguna como uno de los años en que la inseguridad más golpeó a la población civil. La disputa entre los grupos delincuenciales le quitó sus espacios de convivencia a los ciudadanos, cobró la vida de 36 jóvenes y atentó contra la salud de 52, pues dos bares y una quinta fueron el blanco de masacres cuyas noticias dieron la vuelta al mundo.
La madrugada del 31 de enero marcó el clímax en esta región de la guerra contra el narcotráfico que declaró a inicios de su sexenio presidencial Felipe Calderón Hinojosa.
Los registros hemerográficos de La Opinión Milenio dan cuenta que aquel día un grupo armado llegó hasta el centro nocturno, que estaba situado en la calzada Águila Nacional y calle Joaquín Moreno, conocido como el bar Ferrie, abrió fuego contra los presentes dejando un saldo de 10 fallecidos y 15 heridos de entre 14 y 37 años de edad.
El segundo hecho tuvo lugar durante las primeras horas del 15 de mayo, cuando hombres armados a bordo de cuatro camionetas atacaron el bar Las Juanas, ubicado en ese entonces sobre la calzada Saltillo 400. El atentado le costó la vida a dos guardias de seguridad, dos jóvenes y otros dos fallecieron en el traslado a hospitales de la localidad, así también 19 más resultaron lesionados.
Aunque los ataques dirigidos a los centros de convivencia encontraron otro nivel la madrugada del 18 de julio, pues entonces un comando armado abrió fuego contra las personas que festejaban un cumpleaños en la Quinta Italia Inn, ubicada en el ejido Plan de San Luis.
El saldo de aquella madrugada fue el más alto de todos las registradas hasta el momento en La Laguna: 18 personas fallecidas y un igual número lesionadas.
Rafael, nombre ficticio que escogió para no dar a conocer su identidad, es uno de los sobrevivientes de esa ocasión y a una década de distancia recuerda muy bien la mezcla de emociones que sintió.
“Primero te envuelve incertidumbre, frustración y miedo del poder de grupos delictivos. Después viene una reflexión de agradecer que lo puedas contar y ser empático y solidarizarte con las personas que perdieron la vida”.
No abunda mucho en lo ocurrido en cuanto al ataque, pero en ese entonces rebasaba los 30 años y, tras algunos días, pensó como muchos en abandonar su tierra.
“Te llegan ganas de abandonar la ciudad y buscar el futuro en otro lugar. Mucha gente que tuvo la oportunidad se fue de aquí por el temor de que los nombres de las personas que habían estado en esos lugares hayan sido filtradas a los medios y fueron publicadas incluso con los domicilios”.
Al final declinó de irse de la región por permanecer junto a sus padres que en ese entonces estaban solos.
“Tuve varias ofertas para irme, sin embargo decidí quedarme por mi familia que sigue aquí”.
Algo que rescata de lo sucedido es que pudo estrechar vínculos con amigos que vivieron con él esa amarga experiencia.
“Con las personas que conocía y estuvieron ahí se estrechó más mi relación con ellos”.
Los ataques a centros nocturnos no terminaron en 2010, cuando la Zona Metropolitana registró 682 homicidios dolosos como parte de las disputas de grupos criminales, pues conforme pasaron los meses otros bares o cantinas fueron blanco de ataques menos mediáticos pero que también dejaron víctimas mortales.
Sin embargo, ninguno es tan recordado como Las Juanas o el Ferríe. El más cercano en cuanto al número de personas fallecidas fue El Tornado, el cual estaba en el centro de Torreón y cuyo ataque le costó la vida a siete personas la madrugada del 6 de enero de 2013.
Una década después
A una década de las tres masacres, el panorama en la Comarca Lagunera cambió en cuanto al número de ejecuciones por año que disminuyó drásticamente y la vida nocturna salió de un letargo, pero aún el sistema tiene una deuda pendiente con las víctimas de aquellos años de violencia.
Así lo considera la socióloga Tania Chávez Díaz, quien afirma que muchas de las causas de esa crisis de violencia siguen presentes.
“Las formas de violencia han cambiado, pero siguen ahí. Pueden variar algunas y de repente disminuir las tasas de desempleo o los números de violencia física, pero sigue saliendo de manera más focalizada y no tan mediática, siguen desapareciendo a personas en colonias y sectores de la región”.
Argumenta que en su momento y ante un incremento desmesurado de hechos violentos, que trajeron consigo miles de muertos y desaparecidos, las instituciones quedaron rebasadas y no existió un registro de las víctimas.
“Se regularizaron de cierta manera las condiciones para que la sociedad siguiera siendo funcional hasta cierto punto, pero no como un bienestar hacia la ciudadanía en el término amplio. No hubo una política integral para la reparación del daño por las familias desintegradas que perdieron a uno de sus integrantes, lo desaparecieron o las personas que tuvieron una secuela física”.
Chávez Díaz cuestiona que los gobiernos federales que pasaron desde entonces mostraran estrategias que exacerbaron la crisis de inseguridad o proyectos sin el seguimiento adecuado para tener un impacto a largo plazo.
Por su lado, Sofía Gómez Sánchez, psicóloga clínica, señala que el tema de la salud mental también estuvo ausente para la atención de muchos grupos de la sociedad.
“Hay muchos sectores que quedaron desprotegidos o sin atender. Se necesita iniciar un proceso de cierre de lo que pasó y mientras no hablemos de lo que nos sacudió emocionalmente no se elabora un trauma, no se camina y nos quedamos como atorados”.
Destaca la capacidad de la ciudadanía que logró adaptarse a lo que sucedió en los años de mayor violencia y que cifras oficia les refieren que hasta el 2012 fue cuando ocurrió el mayor pico de homicidios dolosos en la Zona Metropolitana con mil 63.
“Ya han pasado 10 años de esos sucesos y aparentemente la sociedad lagunera se convirtió en una sociedad resiliente en el sentido de que asimilamos y nos adaptamos a las situaciones y la realidad que vivimos”.
Sin embargo, refiere ahora que muchas de las secuelas de esa realidad convulsa están reflejadas en las cifras de desintegración familiar, violencia contra las mujeres y el incremento en consumo de drogas que van a la alza.
“Me ha tocado atender a niños de diversos lugares y hay secuelas por situaciones de violencia, perdieron a sus papás o los tocó ver cuando mataron a algún familiar. No lo tienen tan consciente, pero sí hay secuelas que están ahí”.
Ambas entrevistadas resaltan que hay que tener presentes los hechos que marcaron a la región hace 10 años, principalmente para hacer un alto en el camino y estar conscientes que pueden repetirse.
“Es importante recordarlos para que no se repitan, tenerlo presente para que el gobierno sepa que estamos dolidos y no vamos a permitir que suceda. Y por las víctimas, porque merecen ser recordadas”.
A la fecha existen dos memoriales que reflejan el tiempo de mayor inseguridad en la región y están relacionados a la desaparición forzada de personas, pero fueron erigidos por la presión que colectivos hicieron a los gobiernos locales.
Persiste aún la deuda de un espacio que permita recordar a las víctimas de los demás hechos lamentables que dejó la guerra contra el narcotráfico en La Laguna.
CALE