No nos dejaron pasar, vamos a irnos por la costa hacia La Paz para que no nos alcance el chubasco”, fueron las últimas palabras de El Chino a su suegro: “Si la libramos, mañana les marco”.
Pero no la libraron. Esteban Inzunza, El Chino; Efrén Elenes, Julio César Osuna y Miguel Salgado, tripulantes del bote camaronero Mariano Pérez X, murieron al naufragar el pasado 6 de septiembre frente a las costas de Cabo San Lucas, Baja California Sur, debido al huracán Newton.
Un quinto pasajero, el buzo Alberto García Sánchez, permanece en calidad de desaparecido.
Tanto El Chino como sus compañeros formaban parte de las más de mil 200 personas que se dedican a la pesca en Guasave, actividad que se encuentra en la base económica del municipio, ubicado en el norte de Sinaloa.
Tres días después del naufragio, los restos de Inzunza fueron llevados a la pequeña comunidad de Boca Del Río, donde familiares y paisanos lo despidieron. “Afortunadamente le dimos cristiana sepultura, pero ni siquiera lo pudimos ver. La caja con su cuerpo nos la mandaron sellada porque no le metieron mano, pues desde que lo encontraron ya habían pasado muchos días”, cuenta a Notivox su viuda, Karla Cota.
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El luto, la rabia y la consternación se apoderan de las familias de los cuatro pescadores fallecidos y del aún desaparecido, así como de los pobladores de Guasave, ya que a una semana del naufragio las dudas continúan respecto a si la embarcación solicitó apoyo a las autoridades portuarias de Cabo San Lucas.
Durante una sesión del Consejo de Protección Civil en Los Cabos, el comandante del sector naval de la zona, Arturo López Sosa, reconoció que se les había negado el arribo a los tripulantes que habían pedido permiso para protegerse de Newton; sin embargo, la Capitanía de Puerto argumentó que Cabo San Lucas no era lugar de refugio.
En un comunicado, la capitanía señaló que no escuchó que la embarcación tuviera problemas o hiciera un llamado de auxilio o emergencia, pues “se hubiera procedido de inmediato a la Estación Naval de Búsqueda y Rescate de la Secretaría de Marina que se encuentra en la zona”.
El procurador general de Justicia de Baja California Sur, Erasmo Palemón, informó que ya se investiga la muerte de los cinco tripulantes del Mariano Pérez X para esclarecer los hechos y, en su caso, deslindar responsabilidades, incluidas las de los servidores públicos que estén involucrados, ya sea por acción u omisión, por lo que la carpeta se turnó a la Procuraduría General de la República.
El último contacto que los pescadores tuvieron con sus familiares fue entre las nueve de la noche del sábado y las dos de la madrugada del domingo; una hora después, la embarcación salió del radar.
Iban de regreso a Mazatlán luego de haber finalizado un contrato de 100 días para trabajar en la pesca de atún, cuando se notificó a las embarcaciones de la llegada de Newton.
Las cinco familias afectadas esperan que se actúe contra lo que, aseguran, se trató de una negligencia, por lo que han solicitado apoyo, incluso, al presidente Enrique Peña Nieto para que la tragedia no se repita y la muerte de los tripulantes del Mariano Pérez X no quede impune.
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La última vez que El Chino vio a su familia fue el pasado 8 de mayo, hace más de cuatro meses, cuando salió hacia Mazatlán para embarcarse en el Mariano Pérez X.
“A mí no me gustaba su trabajo, se lo dije muchas veces, porque sabía el peligro que corría en el mar, pero lo amaba y lo apoyaba en sus decisiones. Una vez me dijo que le tenía miedo al mar, pero que amaba su trabajo”, comentó su esposa.
Afuera de la casa de sus padres yacen aún los múltiples arreglos florales que fueron colocados en un improvisado altar.
En su humilde casa, donde vivía apenas con lo necesario, su esposa recuerda los últimos momentos que convivieron; señala que le dejó lo más valioso en su vida: sus cuatro hijos, quienes, asegura, “heredaron los ojos, la boca y los chinos de su padre en el cabello”.
Los hijos mayores, de 12, nueve y siete años, no asistieron al funeral pues estudian en una escuela ubicada en Ensenada, Baja California; sin embargo, con frecuencia se comunican con su mamá para apoyarla y consolarla.
El más pequeño, de apenas dos años, en medio de risitas llama a su padre, al que identifica en fotografías. Frente al altar, los padres de Esteban se dicen resignados, pero sus miradas muestran la tristeza y el dolor por la pérdida de su hijo.
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En San Antonio, otra localidad de Guasave, se vive el mismo dolor por Efrén Elenes, el capitán de la embarcación, quien tenía más de 20 años de experiencia.
Ante los señalamientos de que el capitán se confío a su experiencia, los familiares puntualizan: “Efrén era muy profesional en lo que hacía, nunca hubiera puesto en riesgo su vida y mucho menos la de su tripulación”.