Amigos y familiares aplauden la entrada del féretro en el que yacen los restos mortales de quien fue un ícono del beisbol regional, de don Candelario Calderón Lara, justo en el espacio en el que sembró con sus propias manos la semilla que por 45 años rindió fruto.
El diamante "Ángel Castro Pacheco" brilla con mayor intensidad, el día es inmejorable, cielo nublado, fresco y con sus jardineras bañadas por el rocío de la llovizna que ligeramente se dejó caer cuando apenas clareaba.
Don Cande, ya está en la que fue su casa, la de los pequeños gigantes del beisbol en donde se le rinde un homenaje póstumo; Hilaria su esposa, hijos, nietos y bisnietos, flanquean a quien siempre buscó el bienestar de su descendencia e hijos de otras personas que ahora son gente de bien. "Es difícil articular palabras para este momento, este acontecimiento tiene que ser llevado a cabo, tal y como él lo quiso" dice a través del equipo de sonido, Rafael Morales, presidente de la Liga de Beisbol Independiente de Tampico.
Las gradas ya lucen llenas de amigos y familiares, mientras el homenaje continúa en el terreno de juego "hablar de don Candelario Calderón, es lo más intenso que nos puede suceder a quienes lo conocimos", afirma Jorge Pancardo, alumno y amigo del fenecido, con voz entrecortada "su semilla ha quedado sembrada y será perenne en los que seguirán germinando nuevos valores, tanto para el beisbol como para la humanidad".
Terminan las palabras de despedida y es su hijo Jesús Candelario quien realiza una remembranza de su padre, "el siempre fue derecho, fue leal, fue justo", levanta la voz lleno de sentimiento "el nos va a cuidar desde el cielo, él nos va a seguir dirigiendo desde allá y estoy seguro que va a estar a la derecha del Padre". Mientras agradece se escucha el sonido de las trompetas, la guitarra y el acordeón, es el mariachi que entona las notas de la canción "Mi Querido Padre", y el llanto de nostalgia aparece en los presentes pues a sus mentes llegan miles de recuerdos pasados en el tiempo que vivió.
La última vuelta por las almohadillas se está dando, el féretro que es cargado por sus hijos y ex alumnos, llega a la primera base y se marca quieto "vamos Cande tu puedes, vamos papá", llega a la segunda base "estas quieto Cande" dice el ampáyer; llega a la tercera y se enfilan hacia la caja registradora en donde su descendencia hace fila y a la vez toca con su mano el ataúd para felicitarle por esta que es su última carrera.
Es el momento de partir al Campo Santo "este es tu mejor juego papá, ya te lo ganaste, el cielo", dice Lidia Monisvais, su nieta, con lágrimas en su rostro "papá Cande, te amamos". "Denme una C, denme una A, denme una N, denme una D, denme una E, ¿qué dice? Cande, no se oye, Cande, más fuerte Cande, tres veces, Cande, Cande, Cande" y así entre porras y aplausos se despidió al hombre que dio más que su vida por el llamado rey de los deportes.