A veces es necesario remitirse a aquellos preciosos oleos del gran pintor mexicano José María Velasco, para deleitarnos en el ambiente de la flora predominante en el altiplano mexicano, matorrales y selva baja compuestas de biznaga, maguey, sotol, garambullo, órgano, guapilla, ocotillo, higuerilla, cuajotilo, joconoxtle, coyotillo, granjero, tronadora, nopal, mezquite, huizache, zapote blanco, largoncillo, pepahuaje, y no sé cuantas más variedades que igual soportan las sequías y las heladas. La altura sobre el nivel del mar las ha fortalecido y muchas de ellas se consideran endémicas de nuestro altiplano mexicano.
Hace un par de semanas, por los rumbos de Tierra Blanca, Guanajuato, subiendo a colinas altas para ver el paisaje, misión que se hace más pesada por la altura sobre el nivel del mar del lugar, más de 2600 metros, me encontré con los paisajes de Velasco, esclavizado por el entorno recordé la pulcritud que tuvo para plasmar tan nítidamente esa fl ora de hojas de punta y espinas.
Esa noche regresé ya de madrugada, sólo para percatarme allá arriba en la colina, que el lente que pensaba usar, por alguna razón que aún no comprendo, no funcionaba, por lo que usé otro de una focal más restringida para hacer algunas fotos de estos paisajes.
La imagen de hoy la logré mientras descansaba para llegar a la cima de la colina denominada "El Salto", y busqué enlazar esa biodiversidad a la luz de las estrellas, acompañadas en esta ocasión, pues para entonces eran ya las 4:30 horas, de nuestra galaxia, la Vía Láctea.
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