Ataque al corazón, sentí algo similar mientras caminábamos por Honduras, salimos de la cantinita el 33 cerca de las 4 de la mañana. No todos padecemos nostalgia. "Beso no rima con nada", ella se acerca a la barra, se están mirando, tiene el cabello corto rojo, pecas, apesta a desolación, la besas, cuando terminas te empujas un trago, no te ves bien, estás desvelado, tus ojos están fríos, ya no sonríes. Baton Rouge es cualquier sitio, la barra de azulejos diminutos color azul Prusia, tus lentes, una banca en Sullivan y Schultz número 146-L1, el sabor de un vodka lituano, la amargura del twist al fondo del vaso, la extinta estación Colonia, un vaso con Jack Daniel's Tennessee Honey como el que sostienes ahora entre los dedos, ¿qué son tus dedos?, la nervadura de una bóveda, la capilla del King's College, plemento, redes de nervios, el reflejo en el que Narciso ahogó la soledad impuesta por Eco. Llevo días pensando en ellos, la imposible comunicación de los idiotas apasionados. Esta esquina estuvo cubierta por un lago, toda la ciudad estaba cubierta por lagos, situada a unas calles del Circuito Interior, nacido apenas en 1961, corral de concreto que asfixia al Centro, la primera ruta cruzaba desde La Raza-Aeropuerto. Siglo XVII, el Río Consulado estaba vivo, en 1943 se desbordó, el agua sepultó algunas zonas del poniente de la ciudad durante casi tres semanas, entonces lo asesinaron en 1944, entubándolo, construyeron sobre él la avenida Melchor Ocampo. No conocimos los márgenes sucios y artificiales del río, vendían pulque en 1913 en las orillas.
Colonia San Rafael, ampliación de la colonia de Los Arquitectos. Te imagino saliendo del Cine Ópera, es 1949, llevas un Borsalino pardo, camisa blanca, traje blanco, corbata oscura. "Deben de dormir en toda América, de todos los cafés del mundo... ¡ella entra al mío! tenía que aparecer en el mío", como en esa escena de "Casablanca" te diluyes. Vuelvo a mirarte, también podrías ser el vagabundo que vimos dormido en la esquina de Serapio Rendón en un perfecto capullo de color plástico naranja desgastado.
Quería decírtelo en aquella piquera mugrosa, olía a orines, todos se habían marchado, solo quedábamos nosotros y una caguama helada a las 9:21 que Pan nos regaló, ese hombre despierta de madrugada para atender muchachitos o ninfas perdidas en la barra. Quería decirte algo, no puedo decir las cosas importantes, callada, desvelada, con el delineador salpicado de lágrimas, me consolaste por la muerte de mi padre, escuchaste cómo un hombre siberiano, sin lástima, sin compadecerme, me da asco el sentimiento retorcido que produce la compasión exagerada.
No pude. Slim Harpo y yo somos la misma persona, solo que él tiene una gran voz, quería decirte por qué el Eje Central se llama Eje Central. Estamos en Baton Rouge, quise explicártelo, se atravesó una canción estúpida, quería decirte que todavía llueve en mi corazón. La soledad es para los que fracasamos sociabilizando en fiestas estúpidas. Nadie sabe que lo único que tenemos es el silencio que nos habita cuando todos nos abandonaron. A veces pienso que los extraños conocen más de nosotros, ningún ser viviente tiene opciones diferentes a sus pequeños mundos de plástico barato. Nos quedamos solos en la piquera, pagando canciones, mirándonos en el espejo de la barra, dos extraños cercanos. Y pensé más que nunca algo: existe una enorme fuerza en el sufrimiento. La barra azul, aquí contemplé muchos amaneceres, sola, como hoy contigo, no malinterpretes mis palabras, comparto lo que puedo ser. El hombre que sabe que ya no tengo alma dijo: "Escribe, hazlo para que no se te pudra la cara", el dolor es una quemadura hostil, ¿tienes fuego?, fumemos, déjame ver el humo que distorsiona tu rostro, quiero recordarte de esa forma: difuso, errante. Pídeme que haga algo, no lo haré, ¿sabes por qué?, no es necesario. Horas antes estabas sentado en una banca, mirando la calle, pensando. No te parecías a nadie. No te pareces a nadie que conozca. No me recordabas a ninguno de los animales muertos con los que trabajé, muertos, nadie estaba enamorado de su trabajo, estábamos junto a la cortina morada de un bar, "tú crees que el amor es un cuerpo", no dije nada, ¿qué podía decirte?, algo que no sabes: Carson McCullers podría acompañarnos ahora, enciendo velas para ella, murió de alcoholismo, deseo que una noche encuentre su vaso aquí junto a nosotros. Tú no sabías que el subespacio entre dos noches ficticias existe, es un hueco entre la realidad y lo que nunca existirá. Estábamos en otro espacio temporal hablando de cualquier cosa. El cuarto diminuto, un tocadiscos viejo, vino barato, una máquina que vendí. Y sí, soy la puta del revólver, ¿qué más da?, ahora soy devota de probarme una vez más que la verdad es insoportable. ¿Por qué llegamos a Honduras otra vez?, nos aburrimos, mirabas insistentemente la densidad del parque, la esquinas en James Sullivan-Schultz, un edificio considerado de culto, me da lo mismo Barragán, no importa, lo más importante ahora en esa esquina son: las plantas de Tania que también es Fabiana. Mi abuelo murió sin saber que el armazón de la Farmacia Villegas de los años 40 existe, nunca sabrá que en lo que fue el hueco del mostrador bebí caguamas, el karaoke de Muebles Sullivan reventaba, ¡qué soledad de la multitud eufórica!, cerró la cortina, off.
Ahora estamos aquí, la mujer de cabello rojo se estremece cerca de nosotros, regresa a tu lado, se miran, apenas un momento después están besándose, pienso en la noche que se llevaron el auto estacionado en Perú. Alcanzas a decirme apenas algo, ahora está sentada junto a ti, voy al baño, cuando regreso puedo darme cuenta que estuvieron besándose, tienes la boca como si te acabaran de besar. Hablan.
—¿Cómo te llamas?
—BeWilly, Villy, Billy.
—Qué nombre tan raro.
—¿Por qué?
—Es raro.
—Ya me voy.
—¿Puedo ir contigo?
—No.
—¿Por qué?
—Porque tengo obras que hacer.
Cabello rojo se esfuma, tienes ganas de gritar, te quedas mirando el espejo de la barra, Pan te extiende otro whiskey, está enamorado de Siringa que ha caído sobre la barra derrotada por el alcohol, cierras por un momento los ojos, "las mujeres que aprenden a besar extraños acaban muy mal, todo está mal, nada está bien", te gusta el Bulleit Bourbon, estás tomando un trago adulterado, parece no importarte, ni siquiera tenemos un oldfashion, bebes lentamente. Nos vamos. Un taxi pirata se hunde en el túnel en el que termina Garibas, conectamos con Circuito Interior. Te hablo de un cuaderno y lápices Derwent, la historia del azul Prusia, Pfauen Blau. Un Super Bee azul marino pasa a nuestro lado
—Vamos a robarlo.
—Hagámoslo, si quieres hasta lo estrellamos juntos.
Cierro los ojos. Tu voz, estás ronco por tanto hielo. Tlatelolco nos parece horrendo, desde Circuito Interior se puede ver la miseria en la que se ha convertido, "nadie con un amigo muerto en 1985 en el Nuevo León, podría decir que es un buen sitio", el sol está altísimo, la noche se pega al cuerpo, es incómodo, nos pegó la cruda a la altura de Plaza Galerías, es culpa del maldito bourbon adulterado que reposa en barricas de macopán a falta de roble carbonizado. Largo, un poco seco, así sabe el buen bourbon, sabor caramelo escondido entre notas de nuez. Alguna calle de San Miguel Chapultepec nos recibe, el desayuno es una caguama, clásicos chilaquiles. Es un día apacible, una de esas mañanas en las que los taxis deberían desviarse al puerto de Acapulco.
—No sé quién eres. Antes eras otra persona. Se te ve el cabello como a Guillermo, no puede ser.
—No digas eso. Sí soy yo, somos nosotros.
—¿Y... nosotros, esos... quiénes son?
—Nosotros siempre tendremos Perú. No lo teníamos hasta ayer, anoche lo recuperamos.
—Nunca dejaría Perú.
—Nunca lo dejarás. Tengo obras que realizar. No puedes ser parte de lo que debo hacer.
—Sírveme otro vaso.
—A tu salud. Mi patria es una caguama.
—No sólo eres un sentimental, ¡ahora eres un patriota!
—Define sentimental, define patriota... define caguama.
—Caguama: tortuga marina de más de un metro de longitud. Caguama: cerveza de 940 mililitros llamada así por su gran tamaño, la referencia directa es la tortuga marina de más de un metro de longitud. El precio por litro es de 24 pesos, por mililitro es de 0.024 centavos, el peso promedio es de 22.56
—¿Cuánto mide una caguama?
—Tú deberías saberlo.
Sacas el metro que siempre llevas en el bolsillo, mides.
—Creo que es el comienzo de una extraña amistad.
Somos personas viejas. Somos las nuevas personas. Somos personas que no existen todavía. Somos los de la barra del Eje Central a las 7:25 de la mañana. Somos los otros que se fueron a dormir a las 11 de la noche. Somos también los que cruzaron una mirada sin conocerse. Somos los viejos borrachos de Eje Central del año 49 o 57. Somos los mismos, más fuertes.
* Escritora. Autora de la novela "Señorita Vodka" (Tusquets)