Dentro de los cientos de personas que han vuelto una tradición pasar los jueves y domingos por la tarde en los bajos del Palacio Municipal de Monterrey disfrutando a la Gran Orquesta de la capital del estado, sobresalen aquellos que, a pesar de la edad o las enfermedades, dejan todo a un lado sus bastones, sillas de ruedas y tristezas, con tal de no claudicar, de sentirse “quinceañeros” de nuevo y bailar esa danza a la vida y al amor que los mantiene motivados y felices.
Para Alejandro Meléndez Díaz y Marycruz Camacho, ganadores en 2016 por la mejor historia de amor dentro del concurso que realiza el municipio de Monterrey a las historias de amor, su vida ha sido otra desde que asisten a los bailes.
“Desde que venimos aquí nuestra vida no ha sido igual, aquí hace uno amigos, te dan palabras de aliento, sonrisas, aquí puras palabras positivas; yo pienso que Dios está presente para escuchar a la banda y para bendecir a todas las personas.
“Porque unos llegan con bastones y los avientan y bailan, otros vienen en sillas de ruedas, las abandonan y hacen unos pasitos de baile que hasta las señoras florean su abanico, y los que vienen tristes aquí bailan y se les alegra de nuevo el corazón, yo traigo malas las rótulas, pero nada más suena la música y me convierto en un Resortes o un Tin Tan”, comentó visiblemente emocionado Meléndez Díaz a lado del amor de su vida.
Por otra parte, la historia de vida de Felipe Martínez Pérez, a sus 87 años, es muy particular; a las 05:00 se levanta y camina todos los días ocho kilómetros, regresa a su casa, hace los quehaceres del hogar, se va al cachibol, y luego, espera a que llegue el jueves o domingo por la tarde para llenarse de vida y disfrutar su otra pasión: el baile.
“Llevo unos 15 años viniendo, llega mucha gente y aquí se encuentra uno a unas chavas muy interesantes, jovencitas de 60 y 70 años; no fallo, porque aquí nos animan la vida y el corazón”, compartió Martínez Pérez antes de dirigirse a la pista de baile a lucir sus mejores pasos.
La vida de don Juan Reyes es una de tantas que cambió luego de asistir a uno de estos bailes, ahí conoció a doña Rosalinda Estrada Hernández, su gran amor, quienes juntos y abrazados esperaban con ansia que dieran las 18:30 del jueves para hacer del baile la forma más rítmica de expresarse su cariño.
“El día que no vengo me siento mal”,asegura.