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No era alumno de 10, para nada, pero tampoco reprobaba: Carlos Castañón Cuadros

El historiador se recuerda como un niño feliz, comparte que hay ciertos placeres que permiten celebrar la vida y cita entre los suyos una taza de café, whisky, tinto y puros, pero por encima de los anteriores, la comida.

El historiador Carlos Castañón Cuadros se recuerda como un niño feliz. Y contrario a lo que se podría pensar, la literatura llegó con fuerza en la juventud. En el pasado él creyó que en su vida como adulto administraría un restaurante debido a que desde siempre le gustó cocinar, pero muchas de las imágenes que descubrió en sus andanzas como niño, sin imaginarlo entonces, se convirtieron en el sustrato para sus investigaciones.

¿Cómo fue tu infancia, cuáles eran tus aficiones?

Yo la verdad tuve una infancia feliz, me gustaba y jugaba mucho al fútbol callejero. Eso de cerrar la calle y utilizar la cochera de la casa como portería lo hacía. Me encantaba la bicicleta, era un vago y así conocí el centro de Torreón. No les pedía permiso a mis papás, simplemente lo hacía y así descubrí muchas cosas. Es chistoso que ahora como historiador recuerde cosas que vi de niño y que tienen sentido cuando estudias la historia. Pero me encantaban también los videojuegos. Debo decir esto, en realidad entonces no leía nada.

¿A qué edad empezaste con los libros?

A los 16 o 17 años.

Podríamos haberte imaginado como un niño más introvertido, en la onda de libro pero eras más callejero y amiguero.

Sí, no tenía interés por los libros ni nada de eso ni sabía en lo que iba a convertirme y lo que soy ahora, al contrario, llevaba una vida despreocupada, feliz. Mis padres siempre nos apoyaban y hasta nos toleraron, por decirlo así.

¿Cómo eran tus notas de escuela?

De medianas a buenas. Era terrible porque cuando llegaba a lo mediano había rápidamente una reprimenda paternal que para mí era algo como muy terrorífico, ¿cómo iba a salir mal? Entonces procuraba que más o menos fueran arribita de lo mediano. No era alumno de 10, para nada, pero tampoco reprobaba.

¿Qué pensabas que serías en la juventud?

Pensaba que podía tener un restaurante, que podía ser el administrador y que también ahí podía darme tiempo de cocinar porque me gusta mucho. De hecho los fines de semana y entre semana cuando llego temprano a la casa, yo soy el que cocino, lo que quieras. La cocina como laboratorio gastronómico ha sido motivo de fusión y Castañón Cuadros se siente competente en el terreno, así desde la comida española, mexicana, italiana, árabe o argentina, dice que puede preparar alimentos que se comparten en la mesa familiar con gusto.

¿Todavía te movilizas en el centro de la ciudad en bicicleta?

Sí y lo hago por diversión y practicidad porque hay veces que se tiene que ver un asunto en presidencia y es más fácil ir en la bicicleta, atarla en una rejita que hay y subir el elevador; de otra manera ahí estás dando vueltas en tu coche como tonto y para mí la bicicleta es algo muy divertido. Antes que pensar en la ecología o en cualquier otra cosa para mí es algo que te hace sentir más ligero. 

Por lo que toca a la música, el cine y la literatura, Carlos Castañón sonríe y dice, está leyendo La conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa, luego de concluir El Túnel de Ernesto Sábato. 

-Algo que también estoy leyendo y lo tengo en mi buró es Azul de Rubén Darío, es magnífico y no sé por qué no lo había leído con esta calma porque a las buenas lecturas hay que llegar sin prisas aunque a veces los libros son los que te descubren.

Me he encontrado muchas sorpresas cuando voy a los tiraderos de libros porque ofrecen más sorpresas que otra cosa, a veces algún libro del siglo XIX o una primera edición. 

Tengo varias primeras ediciones de Octavio Paz, y la música es fundamental, he estado regresando a Tchaikovsky pero también a The Weeknd, lo he estado escuchando mucho y antes del Super Bowl. Para el cine o las series de moda quizá el entrevistado no tenga tanta disposición pero apuntó, hay ciertos placeres que nos permiten celebrar la vida, siendo éste un mundo difícil. Y cita entre los suyos una taza de café, whisky, tinto y puros, pero por encima de los anteriores, la comida. 

“Son pausas que nos permiten celebrar la vida… La pandemia nos plantea que tenemos que cambiar y la historia a su vez nos demuestra que las sociedades exitosas son aquellas que se adaptan al cambio. Yo creo que todos tenemos que adaptarnos, hemos cambiado y eso es algo muy profundo que no había ocurrido en los últimos cien años. Me parece que la pandemia, al menos en lo personal, me ha permitido asumir una serie de reflexiones y ojalá que otras personas también las tengan, sobre el sentido de la vida en comunidad”.

CALE

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