Con el tornado del pasado lunes, una nueva tragedia se sumó a la vida de Domitila Pérez Monterubio, abuela de tres menores, quien tiene a una nieta de tres años en el hospital porque perdió su dedo anular y otra de 12 que se recupera de tres cirugías.
Vendada de su mano izquierda, porque tiene la amputación del dedo anular y el medio le fue reimplantado, en su cabeza otra herida, la niña Brenda Zamora, llora y abraza a su abuela, a quien considera su madre, pues ya quiere irse a casa, sin embargo, lo perdieron todo en el tornado.[OBJECT]
La otra menor de 12 años, Angélica Alejandro, se recupera de tres cirugías ya que tuvo desprendimiento de oído, golpes severos en pierna, brazo y cuello. El tercero de los hermanitos, ya fue dado de alta.
"Cuando me caí ya no supe nada, cuando yo desperté estábamos todos tirados y revolcados y dos carros estaban ahí a un lado, una combi que estaba enfrente estaba arriba de otro carro y nos ayudaron a salir, pensé que nos íbamos a morir, cuando ví a ella (la niña), estaba tirada, desmayada, pero después empezó a llorar y ya fue cuando dije, ah no, ¡está viva, está viva!, y ya fue cuando nos empezaron a ayudar a salir", narró.
Domitila Pérez Monterubio es la tutora de dos de los niños, Brenda de tres años y Alexis, de cuatro años, ya que hace un año la familia vivió otra tragedia, sus padres forcejearon por un cuchillo, ambos se hirieron, pero ella murió y él está preso en el Cereso.
La abuela paterna se ha hecho cargo de los menores desde hace un año, cuando sucedieron los hechos y cada día sobreviven con el sustento que ella lleva al hogar vendiendo flores naturales en la calle.
Con lágrimas, expresó que a su hijo acaba de ser condenado a 18 años de prisión y hoy no tienen nada después del tornado que vivió junto a sus niños y le pareció iban a morir.
"Como que el viento venía tronando y venía aventando muchas cosas y cuando llegó a nosotros como que algo explotó fue cuando todo se cayó, todo y llegó un viento y nos empezó a azotar muy feo y ya no supimos más sino que cuando desperté yo, estaba todo destruido, y buscaba a mis nietas, estaban cerca de mí, pero no me di cuenta que estaban golpeados y ya empezamos a gritar, a pedir ayuda", manifestó.[OBJECT]
La casa que habitaban en el fraccionamiento Santa Rosa no era suya, habían invadido y nada quedó: ni de los muebles que tenía, hoy sólo está la plancha de cemento donde era su hogar.
A Domitila, quien es originaria de Puebla, le preocupa que al salir del hospital ya no tiene casa dónde vivir y recuperar el pago de las flores que vendió ese fin de semana, 560 pesos, pues le dieron crédito.