Zoé siempre había sido una banda que escuchaba en solitario, con audífonos y de madrugada. Con el paso de los años —y los lanzamientos musicales —, empecé a coleccionar mis 'hits' favoritos: Veneno , Dead , Miel , 10 AM y Azul estuvieron ahí cuando nadie más quería quedarse; Pero la noche del 27 de septiembre, la historia cambió por completo.
Lo que empezó como unos verdaderos Juegos del Hambre por conseguir boletos en preventa con tarjeta Banamex , se convirtió en una noche donde la lluvia y los impermeables pintaban un mosaico de colores entre los 65 mil asistentes que vivieron el primer show de la banda en el Estadio GNP, dejando que la música se colara entre gotas y risas para convertir cada instante en un recuerdo colectivo.
En una ciudad como la capital mexicana se ven muchos conciertos, pero pocos logran unir a tanta gente como lo hizo Zoé . La banda formada por León Larregui (voz), Sergio Acosta (guitarra), Jesús Báez (teclados), Ángel Mosqueda (bajo) y Rodrigo Guardiola (batería); Abrió el primero de cinco shows donde más de 300 mil almas —como la mía— se dejarán llevar, coreando canciones que han atravesado generaciones, recuerdos y clases sociales, recordándonos que la música puede ser, por unos instantes, un lenguaje común que nos hace sentir todos parte de lo mismo.
Un pequeño contexto, para un gran momento
Ticketmaster y la agenda cultural del país nos han hecho convertirnos en estrategas de la tarjeta de crédito: usarla rápido y juntar un ahorro —leve, pero suficiente— para sobrevivir a la locura de los conciertos que vamos coleccionando como si fueran esferas del dragón. Para cualquier melómano, la música en vivo es algo que no se puede explicar del todo; se siente, se vive, y basta con decir “ve al concierto”. Así que cuando se anunciaron las fechas de Zoé, ninguno de mis amigos lo pensó dos veces.
En mayo, Jessica fue la primera en lanzarse a la aventura. Intentó conseguir "tres boletos” con su tarjeta Banamex, pero fue imposible. Con experiencia en estas guerras —sobrevivimos a la preventa de Oasis— falló como los grandes, aunque esta vez la heroína fue Estefanía, que logró lo impensable: boletos para la primera fecha.
Jessica por su parte, tuvo que esperar su turno. Aunque consiguió entradas para la segunda fecha de Zoé, el destino la encontró por teléfono con Estefanía, que sin conocerse llegaron a un acuerdo, donde el amor por el rock alternativo las hizo quedar en los mejores términos.
Unos meses después, Valeria consiguió su propio golden ticket y, de paso, descubrió que otros amigos (como Fercho) también irían la misma noche. De repente, lo que parecía un plan individual se volvió un pequeño viaje colectivo, una especie de misión compartida que prometía risas, anécdotas y recuerdos.
Cuando llegó el 27 de septiembre, todos los preparativos, la ansiedad y la emoción se mezclaron en algo único: estábamos a punto de vivir algo que superaría cualquier expectativa. Esa noche no iba a ser solo un concierto; iba a ser un ritual, un viaje compartido y un recuerdo que, estoy seguro, vamos a seguir contando mucho después de que se apagara la última luz del escenario.

Problemas técnicos y llegadas maestras
Como almas desconocidas que se encontraron en el camino, partimos en busca de música. Con Tláloc haciendo de las suyas y la Línea B del Metro convertida en punto de reunión improvisado, Valeria y yo nos subimos al vagón con un mismo deseo: “que la lluvia pare”. Spoiler: no paró.
En la ruta hacia Ciudad Deportiva, el caos se apoderó de la capital. La Calzada de Zaragoza —que Estefanía debía cruzar— se convirtió en río, el tren se movía con lentitud por las vías mojadas y en estaciones como Oceanía y Pantitlán apenas cabía un alfiler.
Policías de la Subsecretaría de Control de Tránsito de la @SSC_CDMX auxilian a pasajeros del transporte público que quedaron varados en la inundación, tras la fuerte lluvia, en Zaragoza y Santa Martha. @Alc_Iztapalapa. #Video ???????????? pic.twitter.com/c51b8fFXem
— JORGE BECERRIL JB/8 (@MrElDiablo8) September 28, 2025
Ajeno a todo, Fercho llegó con su familia directo al recinto, aunque tampoco se libró del impermeable. Desde las seis de la tarde la amenaza de lluvia rondaba el estadio: primero fuerte a las 18:30, luego una tregua y después un aguacero que cedió apenas en el arranque del show.
“Me compré este impermeable con mi familia porque la lluvia estaba horrible en las entradas del GNP. Aquí estuvimos desde temprano. Vimos que la lluvia retrasó un poco el concierto, pero al menos ya estábamos aquí”, contó a MILENIO.
Valeria y yo, empapados pero felices, llegamos al recinto. Cruzamos el andén, buscamos impermeables y descargamos los boletos en el teléfono —General B— antes de entrar al estadio. Val, curtida en festivales, ya conocía parte del setlist.
“Fue muy mágico cuando estuve aquí para el Vive Latino. Vi a Denisse Gutiérrez cantando Luna, cerraron con Soñé y me faltó escuchar varias canciones… Si tocan Miel hoy me muero; me recuerda a mi adolescencia, a cuando los vi afuera de MixUp y sobre todo a mi abuelita; a ella le gusta mucho el disco Reptilectric y siempre me transporta a sus brazos”, confesó.
#AvisoMetro: Continúa lloviendo en la Ciudad, se implementa marcha de seguridad en todas las Líneas de la Red. Esta medida reduce la velocidad de los trenes para garantizar un trayecto seguro.
— MetroCDMX (@MetroCDMX) September 28, 2025
Toma previsiones.
Aún con la lluvia, logramos contactar a Karen —Poli para los cuates—, la fan más grande de la banda que conozco. Su boleto Platino la colocaba frente al escenario, lista para vivir cada instante con la banda que marcó su vida.
“Mi hermana me enseñó la música de Zoé. Los escuchaba todos los días, y he ido a varios conciertos; siempre me la paso increíble. Han estado presentes en cada etapa de mi vida, hasta el punto de que me han salvado de la depresión… ya que no hay mal que dure 100 años. Lo único malo es que toda mi memorabilia la tiene mi ex pareja: discos autografiados por León, como Reptileptric, Música de fondo y Programatón; y Solstis también firmado por Larregui… Brian me los quitó porque sabía perfectamente que me dolería, y hasta hoy no veo intención de devolvérmelos”, confesó.
En el otro extremo, Estefanía sorteaba la mala suerte del clima y lograba contactar a Jessica por teléfono. Sin conocerse, intercambiaron entradas y Jess salió en Uber —con las vialidades colapsadas— para lograr lo impensable: llegar antes de que la banda saliera al escenario.
“No tienes idea de lo que fue cruzar desde Ciudad Azteca para llegar. El Uber venía rapidísimo porque se apiadó de mis ganas de estar aquí. ¿Recuerdas cómo corrimos para alcanzar un lugar en Oasis? Fue lo mismo. Apenas estuve dentro no paré hasta llegar al acceso ‘D’ y cuando ya tenía buen lugar, León salió al escenario”, relató a MILENIO.

Bailazo con Hello Seahorse!, noche de canto y saltos en el GNP
A las 21:45 horas, ya nada importaba: comenzaba la primera de cinco noches de Zoé en el Estadio GNP. Antes de que León y compañía tomaran el escenario, Hello Seahorse! y Denisse Gutiérrez nos calentaron con himnos indie como Me has olvidado. La lluvia, el tráfico, el metro colapsado… todo quedaba atrás.
Cuando sonaron los primeros acordes de Memo Rex, la pantalla central se tiñó de rosa y apareció la silueta del icónico “monito”. Las pantallas laterales mostraban imágenes psicodélicas y siluetas invertidas de los músicos, mientras la central alternaba rayos, figuras abstractas y explosiones de color. Cada golpe de luz y sonido nos envolvía, y por un momento sentí que todo el estadio respiraba al mismo ritmo que nosotros.

Vinyl fue el primer recordatorio de que Zoé sigue intacto en el corazón de todos. Coreamos Vía Láctea con fuerza, recordando esas canciones que nos acompañaron en MP3 cuando éramos adolescentes. No me destruyas hizo temblar el GNP: íntimo, explosivo y absolutamente nuestro. Larregui bromeó con la lluvia:
“Gracias Tláloc, dejó de llover… está un poco mojado todo, pero no importa”, y todos reímos antes de continuar con Señora Nitro y Nunca.
Entre canciones, también hubo espacio para lo inesperado: dejando de lado la nostalgia, la banda lanzó un mensaje político en tiempos donde la Paz parece ceder ante discursos cada vez más duros. En la pantalla apareció un “Palestina libre”, recordando que México fue de los primeros países en reconocer el estado Palestino. Más allá de la ovación, fue un recordatorio de que la música, además de hacernos cantar, también es vehículo de posturas colectivas y miradas que no deberían ser indiferentes.

Después, el estadio se rindió a Paula, entre gritos nostálgicos, y a un viaje de imágenes caseras que mostraban a la banda en su lado más íntimo. Pero el clímax regresó con temas como Rexsexsex y Solo, donde muchos —incluyéndome— perdimos la cabeza. El coro lo cantamos a una sola voz, como si se tratara de un reencuentro con nosotros mismos de secundaria, entre Converse rayados y celulares de tapa que reproducían en loop el Rocanlover.
El presente también tenía su espacio: No hay mal que dure, Fin de semana, Últimos días, Karmadame y SKR sonaron, mientras todos bailábamos y cantábamos bajo la lluvia que finalmente empezaba a ceder. Campo de fuerza presentó lo más reciente de Larregui y compañía, y con Miel, todo el GNP alcanzó un clímax emocional. Cada palabra del coro —“Háblame de ti, no me dejes solo…”— se sentía como un pacto colectivo entre los asistentes y la banda.
León nos llevó a la intimidad con Arrullo de estrellas y Labios rotos, recordándonos que el amor puede ser raro y complicado con Hielo.

Azul se convirtió en himno colectivo, mientras que Luna, acompañada por la vocalista de Hello Seahorse!, cerró con un abrazo musical que nos unió a todos. Soñé, del soundtrack de Amarte Duele, y Dead me devolvieron a mis tardes de adolescencia, a los viejos MP3 y a los reportes por mala conducta que tenían que firmar mis padres.
Al salir, mojados, cansados y eufóricos, entendí que noches como esta no solo se viven: se sienten. Nos llevamos risas, saltos, abrazos de amigos que hacía tiempo no veía y una certeza: Zoé no solo sigue vigente, sino que forma parte de nuestra historia, de nuestros recuerdos, y de la cultura pop mexicana.

Una noche bajo la Vía Láctea
He estado en verdaderas “misas” musicales: Lana del Rey en 2023 convirtió el Foro Sol en una secta con olor a vainilla y cigarro mentolado; Taylor Swift lo transformó en ‘Barbieland’, donde lentejuelas, botas vaqueras y friendship bracelets eran los accesorios de la hermandad; The Killers, en 2024, ofreció noches distintas con setlists cambiantes; y con Oasis supe que la palabra Biblical siempre llevaba unos Adidas Samba como respuesta, porque perdí la cabeza en Slide Away y Whatever .
Pero el concierto de anoche fue la combinación perfecta de todos esos recuerdos: nos dieron nostalgia, himnos del rock alternativo y la certeza de que Zoé sigue siendo una de las pocas bandas mexicanas capaces de cruzar generaciones.
Al final, todos nos fuimos reencontrando: Jessica nos esperaba en la puerta del acceso ‘D’, y Fercho nos vio en la entrada del metro de Ciudad Deportiva. Salimos con la garganta ronca, los oídos zumbando, la sonrisa intacta y con ganas de unos burritos de pastor.
Este primer concierto de Zoé en la Ciudad de México no fue solo un show más en la agenda cultural: fue un recordatorio de que hay bandas que no solo acompañan etapas de la vida, sino que nos reúnen alrededor de ellas, convirtiendo la música en memoria colectiva.
PD: Esto se escribió escuchando una nueva parte de la discografía de Zoé y otra parte del trabajo como solista de León Larregui . Además, de Live Forever de Oasis , (no puedo superarlo) canción tremendamente espectacular que ha estado ahí para mí de la misma forma que Solo de Zoé ... Gracias por tanto.