A los cuatro años Memo Ochoa necesitaba caminar 20 metros levantar la cabeza y se topaba de frente al estadio Jalisco.
Francisco Guillermo Ochoa nació y creció en la Santa Elena Alcalde, a unas seis o siete cuadras del Monumental estadio Jalisco.
Dicen que a esa edad Ochoa soñaba con hacer los goles, varios años después los evita, es el mejor portero de la actualidad y el ídolo de más de la mitad del país. Ochoa juega como en casa, por muchas razones y es que su gente, sus primeros amigos y primeros amores se pueden ir caminando al Jalisco a ver su regreso al futbol nacional.
Parecía que alguien había metido gol, el Jalisco retumbó y es que Ochoa salía a calentar y el estadio se caía. La afición del ame colmó el Jalisco a precios elevados, es el partido más caro de todo el año para un juego de local del Atlas, pero el dinero no era problema para ver en vivo al ídolo nacional.
El cariño, la idolatría por Ochoa se compara solamente a otro americanista, al ahora gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco Bravo, el Jalisco se movía al ritmo de los riscos del portero de la selección y la grey americanista vivía el goce de ver de regreso al hijo pródigo. Mientras algunos del otro lado de la ciudad anhelan el regreso del Chicharito.
Ochoa es ídolo donde se pare, es ovacionado por miles a cinco minutos de su casa. Ochoa es el Niño que triunfó y volvió al barrio, además que tiene futuro en la política.
JMH
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