La crónica de una salida anunciada. Así se podría definir lo ocurrido con los Steelers y Anotonio Brown en la campaña 2018; al final de cuentas, el hilo se rompió por lo más delgado, por lo que el receptor decidió pedir su salida de Pittsburgh.
Brown llegó a los Acereros como un gran hallazgo, al ser elegido en la sexta ronda del Draft 2010, en donde 21 receptores fueron seleccionados antes que él. Egresado de la Universidad Central de Michigan, en donde fue discípulo de Butch Jones, quien lo apoyó en su camino a la NFL.
NO GANÓ NADA
Su impacto en Pittsburgh fue prácticamente inmediato, encabezando el recambio generacional en la posición de receptor, además de mostrar su polivalencia, la cual se patentaba con su gran habilidad como regresador; no por nada, fue el primer jugador en alcanzar más de mil yardas en devoluciones de patadas.
De ser un mariscal de campo en el colegial, pasó a ser el wide receiver que dejó atrás al tándem compuesto por Hines Ward, Santonio Holmes, Antwaan Randle El, Emmanuel Sanders y Mike Wallace. Un jugador que se –simplemente- se pulía a lo más grande.
Su velocidad, control del cuerpo en tierra y aire y sus manos seguras, le dan al 84 de Pittsburgh la ventaja de ganar la espalda al safety y al conerback que se le presente.
Pero Brown no ha sido nada más que explosividad y buenos números. Sin embargo, a la hora de facturar en títulos los 42.5 millones de dólares que le costó a los Acereros, AB se quedó muy corto.
Sí, tiene siete nominaciones al Pro-Bowl, cuatro de ellas como All-Pro; un liderato de recepciones, en 2014; un título de la AFC, en su temporada de novato, y es todo. Nada más. Un palmarés realmente pobre para lo que dicta la tradición e historia de este equipo.
Llegó con la fuerza de aquel joven Lynn Swann, en 1974, siendo parte fundamental en la obtención del primer título para Pittsburgh, en el Super Bolw IX. Pero –de ahí en fuera- no fue más. Brown entrará a la posteridad gracias a su espectáculo, pero jamás se le podrá comparar al nivel de aquel Cisne de los años setenta, con John Stallworth o, incluso, con el mismo Hines Ward. Ellos sí tienen anillos; Brown, sólo números.
Con información de Cynthia Cortes
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