Hablar de la Venecia de la Baja Silesia en Polonia es tal vez un poco exagerado. Pero los puentes y las islas juegan un papel protagonista en Wroclaw. Los ciudadanos de la urbe polaca también entienden su trágica historia como puente entre Occidente y Oriente.
Prácticamente ninguna otra ciudad sufrió tantos cambios durante la Segunda Guerra Mundial. La Breslau alemana terminó en mayo de 1945. La Wroclaw polaca tuvo que encontrar su identidad y las personas que llegaron para asentarse allí desde Leópolis, hoy parte de Ucrania, tuvieron que encontrar un hogar.
Sin embargo, esto ocurrió hace 70 años. Por el camino, tres generaciones crecieron en la ciudad. Para los habitantes más jóvenes, el temor de sus abuelos e incluso padres al “retorno de los alemanes” ya desapareció.
La herencia alemana de la ciudad no se reprime, sino que forma parte de las muchas capas que conforman el patrimonio cultural de la urbe. Sobre los visitantes alemanes no existe ninguna sospecha de revanchismo, sino que intenta atraérseles a este año de capitalidad cultural con ofertas en su idioma.
“Wroclav tiene una historia que contar”, afirmó la portavoz de los organizadores de la capital cultural, Magdalena Babiszewska. “Nuestras ofertas no sólo van dirigidas a los visitantes, sino que también están fuertemente orientadas hacia los habitantes de la ciudad”.
El objetivo es que sea un año de colaboración y celebración con festivales acreditados que serán mucho mayores y amplios en 2016. También será el año de nuevos proyectos que llevarán performances, música y literatura no sólo a los grandes escenarios, sino también a los barrios.
Además, la capitalidad cultural también debería suponer un impulso económico y los organizadores esperan que el turismo se duplique durante
el próximo año.
