Cultura

Una orquesta afrocaribeña debe ser excitante: Palmieri

En entrevista con MILENIO, el legendario intérprete conversa sobre su estilo, su liderazgo, los premios y la falta de preparación de los jóvenes para alcanzar el clímax musical.

De niño Eddie Palmieri solía juntarse con sus amigos para jugar stick ball, una variante del beisbol en el Bronx. El juego era acompañado por las radios de las bodegas de puertorriqueños que transmitían la música de Machito, Tito Puente y Tito Rodríguez.

Si algo le maravilló de por vida fueron “las estructuras, las formas de presentar la música de estos tres grandes. He dedicado mi vida a las estructuras de la música de Cuba. ¡Y nunca he ido allá, pero vive en mí!”, expresa con orgullo.

Tanto le llamaba la atención el desempeño de Tito Puente que, como su ídolo, quiso ser timbalero, pero el peso excesivo de los tambores y la persistencia de su madre lo llevaron de regreso al piano. Tras afirmar que su hermano fue su guía “por la forma de ataque”, destaca la importancia de los cubanos en su estilo, y cita a René Hernández, Gilberto López, Jesús López y Lino Frías, entre otros.

Salsa, falta de respeto

Para el músico nacido en el Bronx, hijo de inmigrantes puertorriqueños, el término “salsa” no significa nada musicalmente: “Tito Puente lo dijo mejor que nadie: ‘Yo pongo salsa en mi espagueti’. Nuestra música tiene su propio nombre: sale de la madre rumba, pero también están el changüí, el son, el danzón, el chachachá, el guaguancó, la guaracha y, si me sigo por allí, no acabo. Cada uno tiene su sonido propio. Decir salsa es una falta de respeto musicalmente”.

Música afrocaribeña sería un término mejor para englobar un género tan amplio, asegura el pianista, “aunque ahora es afromundial. No ha habido un país al que yo haya viajado —y he ido a casi todo el mundo— que no esté interesado en conocer los instrumentos y la música que tocamos”.

Fue en 1961 cuando fundó su orquesta La Perfecta. “Ismael Quintana, nuestro cantante, decía entonces que nuestra orquesta era la más perfecta. Al Santiago, el dueño de la compañía Alegre Records, con la que íbamos a grabar, nos dijo: ‘¿Por qué no le llamas La Perfecta?’. Y así se quedó, de 1961 a 1968”.

Inmerso en su recuerdos, agrega que “después de que se desbarató La Perfecta vendrían Los Diablitos, donde estaba el timbalero Nicky Marrero, que está otra vez conmigo ahora, pero entonces tenía 17 años; Chucky López, el bongosero, tenía 13, y el conguero Eladio Pérez 19. Después entró el contrabajista Andy González, a quien no conocía entonces. Yo les llamaba potencia concentrada”.

Asegura que nunca ha buscado a los músicos para que se integren a su orquesta: “Ellos llegan, saben que tienen que tocar en la orquesta de Eddie Palmieri, que se convierte en su escuela. Los preparo lo mejor que puedo, haciéndolos escuchar las estructuras de mi música, cómo toco y lo que exijo para poder llegar al clímax musical”.

La forma de llegar a este clímax, explica, “es con la tensión y la resistencia. La música es como el sexo: Joseph Schillinger, con quien estudió George Gershwin en los años cuarenta, decía que el sexo y el peligro son algo que pone al organismo intranquilo, la tensión es lo que te excita. Una orquesta que toca música afrocaribeña debe ser excitante”.

Al preguntarle si escucha esa energía en las orquestas jóvenes, el pianista responde enfático: “¡No existe, no existe! Si yo oigo lo que se escucha en la radio ahora me tienen que traer una camisa de fuerza para que no me vaya a ahorcar ante este desastre rítmico. ¿En los discos nuevos se escucha un solo de conga, de timbal, de bajo, trompeta o piano? Son solo jovencitos cantando a los que habría que jalarles el micrófono para que paren. ¡Esto es lo que yo digo y lo puedo comprobar en la tarima!”.

Galardones

Palmieri ha recibido innumerables premios, pero sobre todo recuerda que “en 1975 le dieron el primer Grammy a nuestro género. Después está el orgullo de que mi disco Azúcar pa’ ti haya sido incluido por la Biblioteca del Congreso en el registro de las grabaciones más importantes de todos los tiempos”.

También tiene la vista en su disco más reciente, La luz mayor, dedicado a su mujer, Iraida, fallecida hace dos años. “Es una joya musical, es el mejor disco para el siglo XXI. El tema lo canta Gilberto Santa Rosa, lo mismo que otras cuatro piezas. Tenemos una composición que grabé hace mucho, pero le di un reajuste para que la grabara Carlos Santana”.

Prepara un proyecto que unirá sus raíces con la música sinfónica: “En dos años pienso llevar mi música con orquesta al Carnegie Hall”. ¿Y cuándo un disco de piano solo? El músico responde veloz: “Cuando aprenda yo a tocar el piano. Yo me considero un tocador de piano, pero voy a ser pianista algún día…”. Y, como Ellington, ¿su orquesta es su instrumento? “Sí, y si no tiene swing no vale nada”.

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Xavier Quirarte
  • Xavier Quirarte
  • [email protected]
  • Es autor de Ensayos de jazz y literatura (Editorial Doble A), es coautor de Por amor al sax y John Coltrane. Periodista especializado en jazz, rock y música contemporánea, sus textos han aparecido en los periódicos El Nacional, La Crónica y Milenio, y en revistas como Casa del Tiempo, Rock y Pop, Sólo Jazz & Blues, Círculo Mixup, La Mosca en la Pared, Cine Premier, Dos Filos, Sacbé y otras
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