¿Qué decir sobre el compañero de tantas batallas, el colega, el portero del equipo, el compadre? ¿Cómo intentar aunque sea una leve objetividad y distancia para poder lograr un retrato del personaje? ¿Es acaso Trino ya una parte tan cercana a mi vida que es imposible hablar de él sin hacer referencia a experiencias comunes, frases que ya sabrá dios si son de uno o del otro, momentos que para retratarlo tendrían necesariamente que ser un retrato de uno mismo también? Porque no necesariamente me interesa hablar sobre su último libro del Rey Chiquito.. Que, por cierto, no debo dejar de mencionar el autorretrato ejemplar que logra con este pequeño monarca. ¡Es él mismo! Aunque no sea de modo consciente o intencionado, el señor Camacho se está dibujando de cuerpo entero todo el tiempo: necio, chiqueado, infantil, grosero, ocioso, simple, gruñón… Y graciosísimo. No importa que tomar cualquiera de los libros de Trino sea como tomar el mismo libro; como revisar una vez más el Universo Trino. Es una de nuestras glorias nacionales. Es uno de nuestros comediantes mayores. Ya lo damos por sentado porque lleva echando su desmadre en periódicos, revistas y presentaciones muchos años. Muchos. Ya está grande. Ya repite a veces los mismos chistes hasta el cansancio. No hay pedo; es Trino, nuestro Trino... ¡Y le vamos a aguantar eso y más! De hecho, muchas veces nosotros somos los que queremos que vuelva a contar el chiste de siempre, aunque a veces hay evidentes signos de agotamiento y desgaste. Margarita, su esposa, y yo, le vamos llevando la contabilidad de algunos chistes que ya pasaron peligrosamente la barrera de lo aceptable. Por ejemplo, hay uno que cada que puede lo cuenta: el del taxista que le va al Atlas y le explica al señor que va en el taxi la razón de seguir siendo fiel al equipo. No pienso contarlo aquí. Sólo quiero anotar que, estando Trino dando una plática para jóvenes estudiantes (yo no estaba presente), se le ocurrió una vez más intentar el chiste del taxista. Margarita me mandó un whatsapp informándome de modo crudo: “Nadie se está riendo; el chiste está oficialmente muerto”. Pero estos solo son minucias, gajes del oficio de un verdadero fabricante poderoso de humor. Es más: yo creo que es el humorista mexicano que tiene en su haber la cantidad más grande de buenos chistes. Tiene la fórmula de la risa el desgraciado. Su abultado mentón es, según la leyenda, un receptáculo o bolsa donde va guardando los miles de chistes que se le van ocurriendo y que todavía no usa. Bueno, también hay muchos chistes usados, para qué nos hacemos; no voy a insistir en ese gusto (que comparte con los seniles) por sobar y volver a saborear aquellas buenas gracejadas de ayer, hoy y siempre. Estoy a punto de demandarlo por contar una y otra vez cuando tenemos presentaciones en vivo el chiste ese de Peña Nieto y sus tres libros y cómo debió haber respondido para no quedar tan mal. Por más que le echo miraditas de “No, hermano, por dios, ¡otra vez ese chiste no!”, ahí va, lo vuelve a contar… Y el público ríe a carcajadas. No saben que le están haciendo daño. En fin, que haga lo que quiera. Es el Gran Trino, el Pelícano Chocomilero, o, como es conocido en los círculos del reventón con su nombre de dj: Pollito Bebé. Pollito que pone buena música en las fiestas; canciones viejas pero efectivas. No en balde es reconocido como el Zar del Pop en Jalisco. Todavía recuerdo la entrañable imagen de Pollito Bebé, un poco afectado por piedras en el riñón, poniéndonos música desde un sofá, con la consola y mezcladora sobre su regazo. Era una estampa enternecedora: el viejo maestro, postrado, sin poder hacer mucho aspaviento, ahí sentado (su rostro sereno intentando no mostrar los dolores en su anciano vientre), moviendo con dificultad los botones, alegrándonos la noche. En esa ocasión lo bautizamos como “dj Chambrita”.
Y me podría pasar la velada rememorando viejas historias, anécdotas chispeantes del Señor Camacho. Pero esta vez estamos aquí celebrando la aparición de un libro más de ese “Capulina de Atotonilco”, ese “Bisonte Infinito”, ese “Piochón Cascarrabias”. Ese Rey Chiquito. Disfrutemos una vez más la gracia incomparable, la línea ligera, expresiva, el lenguaje que es un verdadero deleite, siendo recopilación fabulosa de las formas del habla popular. Y el sentido más genial del timing de la historia, la multitud de pequeños gestos o chistes laterales que van apareciendo a lo largo de sus cuentos para desembocar invariablemente en sensacionales punch-lines o remates. Chiste tras chiste el pinche Trino confirmando su status de Gloria de la Comedia Nacional. Me pongo de pie y le dedico un largo aplauso, un abrazo, y una gran risotada a mi admiradísimo colega y amigo del alma.
PD. Camarada, puedes contar las veces que quieras el chiste del taxista. ¡Yo aguantaré vara y reiré como campeón!