El novedoso y pintoresco altar donde el papa Francisco oficiará misa el domingo, en Asunción, fue construido, paradójicamente, en la Comunidad Tañarandy, ubicada a unos 225 kilómetros de la capital de Paraguay, y conocida como la tierra de los rebeldes, los herejes o los demonios.
Fue en esa zona donde los indígenas resistieron la penetración religiosa impulsada por los jesuitas durante las famosas "misiones" o "reducciones" que se esparcieron por el sur de Paraguay, el norte de Argentina y Uruguay y parte de Brasil desde mediados del siglo XVII y todo el siglo XVIII, en una planificada estrategia para evangelizar a los nativos.
Hasta la década de 1980, la población de esa localidad fue despreciada y discriminada por los lugareños vecinos, pero el artista Delfín Roque Ruiz, más conocido como Koki Ruiz, y otros, comenzaron a derribar muros y generar canales de comunicación y crecimiento por medio de la cultura.
Criticado e ignorado al principio por la Iglesia católica, Koki Ruiz fue ganándose el reconocimiento hasta que hace unas semanas recibió los máximos elogios de las jerarquías eclesiales del país cuando vieron el retablo que estaba preparando para una de las principales actividades del papa Francisco.
El escenario fue construido con 32 mil espigas de maíz, calabazas y miles de cocos, que previamente fueron exhibidos públicamente para que la gente escribiera mensajes en ellos, dirigidos al papa Francisco y pidiendo bendiciones y salud.
"Es una gran espiga multiplicada por miles de granos", dijo Ruiz y se mostró orgulloso de su obra porque "es el resultado de 23 años de siembra", no sin dificultades y carencias de todo tipo.
El retablo es una mezcla de arte y religiosidad popular, porque Ruiz recurrió a los pobladores de San Ignacio y sus alrededores, a quienes les pidió el maíz y los cocos en donación. "La respuesta fue abrumadora", confiesa hoy.
El altar tiene 40 metros de frente por 15 de alto y está coronado por las figuras de San Ignacio de Loyola (1491-1556), creador de la Compañía de Jesús (Jesuitas) en 1534, y de San Francisco de Asís (1181-1226), de quien el papa actual tomó el nombre, en homenaje a la opción por los pobres de aquel sacerdote italiano.
Los cocos, las mazorcas y las calabazas están protegidas con barniz y Ruiz estima que soportan las inclemencias del tiempo "por lo menos dos o tres meses". Hasta ahora está resuelto que permanezca al menos por 15 días en el parque Ñu Guasú para que la gente pueda visitarlo.
La zona permanece fuertemente custodiada por fuerzas militares ya que en el interior del parque hay un predio que pertenece a la Fuerza Aérea, pero además porque la seguridad del papa es una de las prioridades de las autoridades paraguayas.
De la tierra de los rebeldes, el altar del papa llega a Asunción
El escenario fue construido con 32 mil espigas de maíz, calabazas y miles de cocos en una comunidad indígena conocida como la tierra de los herejes o los demonios.
Asunción /