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Sin documentos*

Este cuento forma parte de 'Inéditos y extraviados', el nuevo libro del escritor fallecido el 20 de agosto en un accidente automovilístico, que llega a librerías en septiembre


El caso es más grave de lo que parece. Es cierto que apenas se han publicado unas líneas al respecto en la sección de sociales, pero el tiempo demostrará que, bien mirado, el asunto podría alcanzar dimensiones más bien trágicas.

Sucede que el dragón ha extraviado sus documentos mientras peleaba con un príncipe de identidad hasta hoy desconocida. La bestia declara que dicha pérdida no puede ser accidental. Se trata, asegura, de un acto premeditado, quizás incluso de una auténtica conspiración.

En el mundo que habita el dragón, cualquiera lo sabe, hay numerosos personajes que con gusto lo desalojarían de escena: ciudadanos hartos de sus desayunos de caballero errante y de tierna virginidad de princesas histéricas; seres cansados de su monopolio del terror y de su desorden cavernario y de esos torpes aleteos con que logra que los ángeles tropiecen en pleno vuelo. Tal vez sea esta abundancia de posibles culpables la que ha impedido al dragón identificar al causante de su desgracia. Y visto que él es el único miembro de su sindicato, sabe que si llegase a hallar a un sospechoso, difícilmente tendrá el apoyo requerido para presentar una viable acusación en los tribunales.

Perder los documentos resulta en ese reino una catástrofe equiparable a la muerte, pues un personaje que no puede identificarse como es debido pierde al instante la posibilidad de llevar una vida normal. En tales casos las autoridades no permiten a los desdichados personajes participar más en las escenas de su repertorio ni alterar el curso de las historias en las que antes participaban. De hecho, alguna cláusula perdida en los reglamentos sugiere que semejante descuido sea castigado con la eliminación definitiva del personaje en cuestión.

Consciente de la gravedad de su problema y resignado a nunca dar con los culpables, el dragón ha intentado lo imposible y lo insufrible para recuperar sus documentos. Ha enfrentado a una burocracia particularmente agresiva; ha pagado sobornos en los archivos que debieran conservar su acta de nacimiento; ha cumplido con larguísimas esperas hasta concluir que su historia, demasiado antigua, carece de registro. Todos en el reino lo conocen, pero la ley es muy clara en este sentido y los enemigos del dragón son demasiados.

Al dragón solo le resta pedir clemencia. En casos como éste, si el condenado encuentra el favor de las autoridades y se le exime de la pena capital, debe optar por exiliarse en un bosque donde ninguna historia puede verificarse. Así que el dragón marcha al exilio; construye una cabaña en medio de un claro y allí se encierra por las noches a beber vodka de pésima calidad. Ebrio, sale a recorrer el bosque y departe con otros exiliados. Las conversaciones son breves porque las voces de quienes llevan mucho tiempo allí se borran con facilidad; ni siquiera duran lo bastante como para que el dragón sepa quiénes fueron esos seres antes de extraviar sus documentos. En ese lugar nadie se arruga ni encanece; en ese infierno los seres simplemente van perdiendo color y forma hasta quedar reducidos a nubecillas grises que cualquier día se desvanecen en el aire. El dragón entiende que ése es su destino y se resigna a esperarlo.

Si el dragón supiera al menos lo que está ocurriendo en el mundo que dejó atrás, probablemente no se sentaría en el suelo de su cabaña a aguardar la oscuridad final. Las historias, desde su fatal exilio, han comenzado a colapsar: los caballeros, antes apuestos y atléticos, se han convertido en señores obesos que padecen sus tardes de gota y sus partidas de golf y sus habanos; las princesas de antaño pasan horas leyendo novelitas rosas y hojeando revistas de moda para dar con el maquillaje que les retarde la holgura de la piel; los magos ahora venden remedios contra la sífilis en las esquinas de las grandes ciudades.

Así las cosas, cabe esperar que las autoridades del reino saldrán pronto en busca del dragón. Pero llegarán tarde: al abrir la puerta de la cabaña, verán tan solo una nube gris que sale por la chimenea en busca del olvido.

*Título de la Redacción. En el libro, los textos solo fueron numerados por el autor.

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