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¡Piensa localmente, actúa globalmente!

Con permiso de su casa editorial, publicamos la traducción de un texto del polémico filósofo esloveno Slavoj Žižek sobre la actualidad política populista en EU y Europa


Slavoj Žižek (Eslovenia, 1949) es uno de los pensadores contemporáneos más importantes y controvertidos. Autor de libros como Filosofía y actualidad. El debate y Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales, recientemente dio a conocer Menos que nada. Hegel y la sombra del materialismo dialéctico, publicado por la editorial Akal, misma que nos ha autorizado la reproducción del siguiente texto en el que Žižek reflexiona y establece relaciones entre Donald Trump y la derechista francesa Marine Le Pen, quien ha expresado, y en esto coincide Žižek, que “2017 será el momento de la verdad para Europa”.

Despertar para seguir soñando

Un par de días antes de la toma de posesión de Donald Trump, Marine Le Pen se encontraba sentada en el Trump Tower Cafe en la Quinta Avenida, como si esperara a que la llamara el futuro presidente. Aunque no se dio ninguna reunión, lo que ocurrió pocos días después de la investidura parecía ser un efecto secundario de la fallida reunión: el 21 de enero, en Koblenz, representantes de los partidos populistas de derecha europeos se reunieron bajo el lema “Libertad para Europa”. La reunión la dominó Le Pen, quien instó a los votantes de todo el a “despertar” y seguir el ejemplo de los electores de EU y Gran Bretaña; predijo que el Brexit y la victoria de Trump desataría una ola imparable de “todos los dominós de Europa”. El empresario dejó en claro que “no apoya un sistema de opresión de los pueblos”. “2016 fue el año en que despertó el mundo anglosajón. Estoy segura que en 2017 la gente de Europa continental despertará” (The Guardian).

¿Qué significa despertar aquí? En su Interpretación de los sueños, Freud relata uno más bien aterrador: un padre cansado que pasaba las noches observando el ataúd de su joven hijo, se duerme y sueña que su hijo se acerca a él envuelto en llamas, se dirige a él con un horrible reproche: “Padre, ¿no puedes ver que me quemo?” Poco después, el padre se despierta y descubre que debido a una vela que se cayó, la tela del sudario de su hijo muerto efectivamente se incendió, el humo que olía mientras dormía se incorporó al sueño de su hijo en llamas para prolongar su sueño. Entonces, ¿el padre se despertó cuando el estímulo externo (el humo) se volvió demasiado fuerte como para contenerlo dentro del escenario del sueño? ¿No fue más bien lo opuesto; el padre primero construyó el sueño con el fin de prolongar su descanso, por ejemplo, evitar el desagradable despertar; sin embargo, lo que había en el sueño, esta pregunta que literalmente quema, el espeluznante espectro de su hijo que le reprochaba —era mucho menos soportable que la realidad externa, así que el padre se despertó, escapó a la realidad externa— ¿por qué? Para continuar soñando, para evitar el insoportable trauma de su propia culpa por la dolorosa muerte del hijo.

¿Y no es lo mismo con el despertar populista? Ya en la década de 1930, Adorno comentó que el llamado nazi de “Deutschland erwache!” (¡Alemania, despierta!), efectivamente significaba lo contrario: que continúe el sueño nazi (de los judíos como enemigo externo que arruinaba la armonía de las sociedades) ¡Para poder seguir soñando! ¡Para dormir y evitar el duro despertar, el despertar de los antagonismos sociales que atraviesan toda nuestra realidad social! Hoy, el populismo de derecha hace lo mismo, nos llama a “despertar” a la amenaza de los inmigrantes con el fin de que podamos continuar con el sueño, es decir, ignorar los antagonismos que atraviesan nuestro capitalismo global.

El discurso inaugural de Trump fue, por supuesto, ideología en su más pura expresión, su mensaje simple y directo se basó en toda una serie de inconsistencias bastante evidentes. Como dicen, el diablo está en los detalles. Si tomamos el mensaje de Trump en su forma más elemental, tal vez suene parecido a lo que podría decir Bernie Sanders: hablo por todo el pueblo trabajador, los olvidados, los rechazados y los explotados, soy su voz, ahora estoy en el poder...

Sin embargo, a pesar del evidente contraste entre estas declaraciones y los primeros nominados de Trump (¿Cómo puede ser el secretario de Estado, Rex Tillerson, director ejecutivo de ExxonMobil, la voz directa de la clase trabajadora explotada?), hay una serie de pistas que le dan un giro al mensaje. El mandatario habla de las “élites de Washington”, no de los capitalistas y los grandes banqueros. Habla de la desconexión del papel de policía global, pero promete la destrucción del terrorismo islamista, la prevención de la pruebas de misiles de Corea del Norte y de la contención de la ocupación china en las islas del Mar de China Meridional... así que lo que obtenemos es el intervencionismo militar mundial que se ejerce directamente a nombre de los intereses estadunidenses, sin una máscara de derechos humanos y democracia. En la década de 1960, el lema del primer movimiento ecologista fue “Piensa globalmente, actúa localmente” Trump promete hacer exactamente lo contrario: “Piensa localmente, actúa globalmente”.

Hay un dejo de hipocresía en los liberales que critican el lema “Estados Unidos primero”, como si esto no fuera lo que casi todos los países del mundo hacen, como si Estados Unidos no desempeñara un papel global precisamente porque va de acuerdo con sus intereses... pero el mensaje subyacente de “¡Estados Unidos primero!” es uno triste: el siglo estadunidense se terminó, Estados Unidos se resignó a ser uno más entre los países. La máxima ironía es que la izquierda que durante mucho tiempo criticó la pretensión de Rusia unida de ser la policía mundial, tal vez comiencen a extrañar los viejos tiempos, cuando con toda la hipocresía, incluido EU, imponía los estándares democráticos al mundo.

Pero lo que hace interesante (y eficiente) el discurso de la investidura de Trump es que sus inconsistencias reflejan las inconsistencias de la izquierda liberal. Uno tiene que repetir una y otra vez que la derrota de Hillary Clinton fue el precio que pagó por neutralizar a Bernie Sanders. No perdió porque se movió demasiado a la izquierda, sino precisamente porque era demasiado centrista y por eso no logró captar la revuelta contra la clase dirigente que mantuvo a Trump y a Sanders. El magnate les recordó la realidad medio olvidada de la lucha de clases, aunque, por supuesto, lo hizo de una manera populista y distorsionada. La furia contra el establishment de Trump fue una especie de regreso a lo que se reprimió en la política liberal moderada de izquierda, centrada en los temas culturales y de corrección política. Esta izquierda obtuvo de Trump su propio mensaje en su verdadera forma invertida. Es por eso que la única forma de responder a Trump habría sido apropiarse totalmente de la rabia contra la clase dirigente y no descartarla como primitivismo de blancos pobres (white trash).

La reacción liberal predominante al discurso de toma de posesión de Trump estuvo previsiblemente llena de imágenes apocalípticas, basta mencionar que el presentador de MSNBC, Chris Matthews, le detectó un “fondo hitleriano”. Esta visión apocalíptica normalmente se acompaña con comedia; la arrogancia de la izquierda liberal estalla a su nivel más puro en un nuevo género de programas hablados de comedia y comentarios políticos (Jon Stewart, John Oliver…) que en su mayoría promulgan la arrogancia de la élite intelectual liberal. Pero el aspecto más deprimente del periodo poselectoral en EU no son las medidas que anunció el presidente electo, sino la forma como la gran mayoría del Partido Demócrata reacciona a su derrota histórica: la oscilación entre los dos extremos, el horror y “el gran lobo malo llamado Trump”, pero lo opuesto de este pánico es la fascinación, la renormalización de la situación, la idea de que no ocurrió nada extraordinario, que sólo es otro revés en el intercambio habitual de presidentes republicanos y demócratas: Reagan, Bush, Trump. En este sentido, Nancy Pelosi “repetidamente evoca los acontecimientos de hace una década. Para ella, la lección está clara, el pasado es un prólogo. Lo que funcionó antes funcionará de nuevo. Trump y los republicanos se van a extralimitar, los demócratas tienen que estar listos para aprovechar la oportunidad cuando lo hagan”. Esa postura ignora totalmente el verdadero significado de la victoria de Trump, las debilidades del Partido Demócrata que hicieron posible esta victoria, y la reestructuración radical de todo el espacio político que anuncia esta victoria. En Europa occidental y oriental, hay señales de un reacomodo de largo plazo del espacio político. Hasta hace poco, el espacio político lo dominaban dos partidos principales que dirigían todo el cuerpo electoral, uno de centro derecha (demócrata cristiano, liberal conservador, popular…) y uno de centro izquierda (socialista, social democrático…) con institutos políticos más pequeños que se dirigían a un electorado pequeño (ecologistas, liberales, etcétera). Ahora, surge progresivamente uno que representa al capitalismo global como tal, por lo normal con una tolerancia relativa hacia el aborto, los derechos de homosexuales, minorías religiosas y étnicas, etcétera; este partido como oposición se hace cada vez más fuerte con su populismo antimigrante al que, en su límite, lo acompañan grupos directamente racistas y neofascistas.

¿Y el sueño de Europa?

Así que la historia de Donald y Hillary continúa; en su segundo episodio, los nombres cambian a Marine Le Pen y a Francois Fillon. Ahora que este último es candidato de la derecha en las próximas elecciones presidenciales francesas, y con (casi toda) certidumbre en la segunda ronda de los comicios, la decisión será entre Fillon y Marine Le Pen, nuestra democracia llegó a su punto más bajo (hasta ahora).

Si la diferencia entre Clinton y Trump fue la diferencia entre la clase dirigente liberal y la ira populista de derecha, la diferencia se reduce al mínimo en el caso de Le Pen y Fillon. Si bien los dos son conservadores culturales, en cuestiones de economía, Fillon es neoliberal puro, mientras que Le Pen se orienta mucho más hacia la protección de los intereses de los trabajadores. En resumen, ya que Fillon representa la peor combinación que hay en la actualidad —el neoliberalismo económico y el conservadurismo social— existe la tentación real de inclinarse por Le Pen. El único argumento a favor de Fillon es uno meramente formal: aparentemente está a favor de una Europa unida y marca una mínima distancia del populismo de derecha, aunque, con respecto al contenido, parece ser peor que Le Pen. Así que representa la inminente decadencia de la clase dirigente en sí misma, pues aquí es donde termina después de un largo proceso de derrotas y retiros. En primer lugar, la izquierda radical se tuvo que sacrificar por estar desconectada con nuestra época posmoderna y sus nuevos “paradigmas”. Entonces la izquierda moderada social democrática también se sacrificó por estar desconectada con las necesidades del nuevo capitalismo global. Ahora, en la última época de esta triste historia, la misma derecha moderada liberal (Juppe) se sacrificó por estar desconectada con los valores conservadores que se tienen que enumerar si nosotros, el mundo civilizado, queremos derrotar a Le Pen. Cualquier semejanza con la antigua historia contra los nazis, cómo se observó primero de forma pasiva cuando los nazis en el poder se llevaron a los comunistas, después a los judíos, después a la izquierda liberal, luego el centro liberal, después incluso a los conservadores honestos... es meramente accidental. La reacción de Saramago —abstenerse de votar— evidentemente es la única cosa apropiada que hacer aquí. El caso de Polonia en la actualidad ofrece un nuevo ejemplo de esta dirección, sirve como un fuerte rechazo empírico a la izquierda liberal por parte del populismo autoritario, como una política contradictoria cuando está condenado a fracasar. Si bien este es en principio verdadero —en el largo plazo, todos estamos muertos, como dijo Keynes— puede haber muchas sorpresas en un plazo no tan corto.

“La visión convencional de lo que le espera a EU (y posiblemente a Francia y los Países Bajos) en 2017 es un mandato errático que promulga políticas contradictorias para beneficio de los ricos principalmente. Los pobres van a perder, porque los populistas no tienen esperanza de poder recuperar los empleos en las fábricas, a pesar de sus promesas. Los flujos masivos de migrantes y refugiados continuarán, porque los populistas no tienen un plan para resolver el problema desde la raíz. Al final, los gobiernos populistas, incapaces de un mandato efectivo, se van a desmoronar y sus líderes enfrentarán el juicio político o no lograrán reelegirse. Pero los liberales se equivocaron. El PiS (Ley y Orden, el partido populista de derecha en el gobierno en Polonia) se transformó a sí mismo de una nulidad ideológica, en uno que logró introducir cambios sorprendentes con una velocidad y eficiencia récord... y promulgó la mayor transferencia social en la historia contemporánea de Polonia. Los padres reciben una prestación mensual de 500 zlotys (120 dólares) por cada hijo después del primero, o por todos los hijos en las familias más pobres (el ingreso neto mensual promedio es de alrededor de 2 mil 900 zlotys, aunque más de dos tercios de los polacos ganan menos). Como resultado, el índice de pobreza cayó entre 20 y 40 por ciento, y entre 70 y 90 por ciento entre los niños. La lista continúa: en 2016, el gobierno introdujo medicamentos gratuitos para la gente de más de 75 años. El salario mínimo ahora es superior al que buscaban los sindicatos. La edad de jubilación se redujo de 67 años a 60 para las mujeres y a 65 para los hombres. El gobierno también tiene planes de una exención fiscal para los contribuyentes de bajos ingresos”.

PiS hace lo que Le Pen promete hacer en Francia: una combinación de medidas contra la austeridad: transferencias sociales que ningún partido de izquierda se atreve a considerar además de la promesa de orden y seguridad que reafirma la identidad nacional y promete lidiar con la amenaza de los inmigrantes, ¿quién puede superar esta combinación que aborda directamente las dos grandes preocupaciones de la gente común? Podemos discernir en el horizonte sobre la extraña y perversa situación en lo que la “izquierda” oficial aplica las políticas de austeridad (mientras aboga por los derechos multiculturales, etcétera), en tanto que la derecha populista persigue medidas contra la austeridad para ayudar a los pobres (mientras busca la agenda xenófoba nacionalista), la última figura de lo que Hegel describió como die verkehrte Welt, “el mundo patas para arriba”.

La batalla liberal en Europa

¿Qué pasa si Trump se mueve en la misma dirección? ¿Qué pasa si su proyecto de proteccionismo moderado y grandes obras públicas, junto con las medidas de seguridad antimigración y ahora la nueva pervertida paz con Rusia, de alguna manera funcionan? Los franceses utilizan algo llamado ne explétif después de ciertos verbos y conjunciones; también se denomina como el no ne-negativo porque tiene no tiene un valor negativo en sí mismo —se utiliza en situaciones donde la cláusula principal tiene un negativo (ya sea negativo malo o negativo negado), como esas expresiones de temor, advertencia, duda, y negación. Por ejemplo, Elle a peur qu’il ne soit malade (Ella teme que él esté enfermo). Lacan observó cómo esta negación superflua representa perfectamente la brecha que separa nuestro verdadero deseo inconsciente de nuestro deseo consciente; cuando una esposa tiene miedo de que su marido esté enfermo, bien podría ser que en realidad le preocupe que no lo esté (desea que se ponga enfermo). ¿No se puede decir exactamente lo mismo sobre los liberales de izquierda horrorizados por Trump? Ils ont peur qui’il ne soit une catastrophe. Lo que realmente temen es que no sea una catástrofe.

Uno debe deshacerse de este falso pánico, temer la victoria de Trump como el máximo terror que nos hizo apoyar a Hillary a pesar de todos sus defectos evidentes. Las elecciones de 2016 fueron la derrota final de la democracia liberal, más precisamente, de lo que podría llamarse el sueño de izquierda fukuyamista, y la única manera de derrotar realmente a Trump y redimir lo que vale la pena salvar de la democracia liberal es realizar una división sectaria del cadáver principal de la democracia liberal, en definitiva, cambiar el peso de Clinton a Sanders. Las siguientes elecciones deben ser entre Trump y Sanders. Los elementos del programa para esta nueva izquierda son relativamente fáciles de imaginar. Trump promete la cancelación de los grandes acuerdos de libre comercio que apoyó Clinton, y la alternativa de izquierda para ambos debe proyectar nuevos tratados internacionales diferentes. Acuerdos que puedan establecer el control de los bancos, sobre las normas ecológicas, los derechos de los trabajadores, la atención de salud, la protección para las minorías sexuales y étnicas, etcétera. La gran lección del capitalismo global es que las naciones por sí solas no pueden hacer el trabajo, solamente la nueva política internacional tal vez pueda frenar el capital global.

Un viejo anticomunista de izquierda una vez me dijo que lo único bueno de Stalin fue que realmente asustó a las grandes potencias occidentales, y uno puede decir lo mismo sobre Trump: lo bueno de él es que realmente asusta a los liberales. Después de la Segunda Guerra Mundial, las potencias occidentales aprendieron la lección y se enfocaron también en sus propios errores, lo que los llevó al desarrollo del Estado benefactor, ¿nuestra izquierda liberal podría hacer algo similar?

Así que para concluir vayamos con Marine Le Pen, en un punto, ella definitivamente tiene razón: 2017 será el momento de la verdad para Europa. Sola, aplastada entre EU y Rusia, tendrá que reinventarse o morir. El gran campo de batalla para 2017 será en Europa, y en juego estará el centro mismo del legado de la emancipación europea.

*Traducción de Andrés González

Con subtítulos de la Redacción

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