La pastorela acardenchada sobrevive y aunque peligra su continuidad, aún hay personas mayores en el ejido de Sapioriz del municipio de Lerdo, Durango, que tienen en su memoria y en algunos cuadernos antiguos, las letras con la historia de los pastores que viajan por el campo guiados por la estrella de Belém.
El desaparecido investigador social Alfonso Flores, al frente de un equipo de trabajo de la Dirección de Culturas Populares del Instituto de Cultura del Estado de Durango, dejaron registro en un cancionero editado por el mismo ICED, de esta forma musical que aún se interpreta en fragmentos en este ejido.
La forma teatral mantiene la esencia melancólica del canto que se interpreta a capela y recorre las calles polvorientas de ejido dotado de tierras en 1942.
De las antiguas haciendas de La Loma y Sapioriz y es parte de una tradición navideña fue registrada por el periodista Agustín Escudero en 1908, donde señala la existencia de piñatas, aguinaldos, juguetes y bailes como parte de las celebraciones de la temporada.
El llamado “Canto de Pastorela” tiene orígenes inciertos en el campo lagunero, se supone que llegó con los peones zacatecanos en el siglo XIX y cien años después se conservaba en dos ejidos: Sapioriz y en La Laguna de Coahuila en La Flor de Jimulco.
Hoy solo quedan “Los Cardencheros de Sapioriz” que recibieron el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2008 y mantienen un taller musical en su comunidad al que acuden alrededor de 10 jóvenes.
La canción cardenche se caracteriza por sus temas de desamor, dolor y desgarramiento. Su nombre deviene del cardo, planta con espinas que cuando se clavan, causan mucho dolor al sacarlas porque tienen filamentos inversos que desgarran la carne.
La canción cardenche, de basurero, laboreña o de borrachos, es un canto polifónico sin instrumentación y consta de tres voces. Primera de arrastre o marrana y contralta y en ocasiones también la quinta y la arrequinta las cuales se intercalan una tras otra, como alargando, dando lentitud así como cierto suspenso a las historias.
Todavía se canta al término de los trabajos en el campo y sus intérpretes suelen improvisar algunos detalles de la historia mientras toman su “pastillita”, una bebida regional llamada sotol.