Cultura

Nueve generaciones de alfareros en el Barrio de la Luz

“Pudimos investigar que este oficio viene de generación en generación".

Se dice que López es el apellido del primer artesano poblano que se inició en la práctica de la alfarería en la ciudad de Puebla; y ese es justamente el que portan todos los alfareros que integran el Centro Alfarero del Barrio de la Luz, una cooperativa conformada por 15 artesanos, quienes entre sí tienen nexos familiares.

“Pudimos investigar que este oficio viene de generación en generación y que en este lugar, en el Barrio de La Luz, que los prehispánicos le llamaban Tepetlapan, (palabra náhuatl cuyo significado es “Lugar de Tierra”), se asentaron los primeros artesanos. Entre ellos el primero que se apellidaba López; no sabemos si hay nexos o si somos familiares, pero tenemos el mismo apellido”.

Así lo asegura Genaro López García, secretario de este centro, quien destaca que desde hace 50 años es alfarero. Fue su padre, Ramón López Álvarez, quien ahora tiene 86 años de vida, el que le enseñó esta disciplina, y a éste, a su vez, su abuelo, Pedro Álvarez.

Genaro tiene tres hijos, pero solo uno aprendió su oficio, aunque le gustaría que todos le imitaran. “Esa es la idea, pero los hijos no siguen el oficio porque ya no lo tienen en mente porque tiene muchas carencias. Nosotros estamos acostumbrados a que haya buenas y malas, pero ellos no”.

Con muy pocas variaciones, asevera que los alfareros aún conservan técnicas y procedimientos de sus antepasados, que datan desde la época prehispánica.

Remarca que a la fecha pocos son los cambios que se han registrado; sin embargo, eso les ha permitido crear vajillas, incorporar nuevos colores, “ponerles nombre, eso es lo nuevo que tenemos”.

Los primeros años

Cuenta que lo primero que aprendió desde los cinco años fue pasar las cazuelas, partir el barro y hacer pequeñas cosas. “Mi primera pieza la hice a los diez años, porque antes de eso, solo fue pegarles orejas a las cazuelas. Recuerdo que de las cazuelas de medio kilo para abajo yo me encargaba de ponerles las orejas”.

Aunque no lo recuerda bien, está seguro que la primera pieza que fabricó fue una cazuela de medio kilo o de un kilo. “Nada de ese tiempo conservó, porque todo se vende. Sí tenemos algunas piezas que son antiguas y que ni son de nosotros. Nosotros no trabajábamos en este lugar, sino en la Acocota, hasta ahí llegaban los talleres. Antes había unos 10 quizá 20 y ya nada más quedamos tres, pero el que le da vida al barrio es el nuestro”.

Más difusión a la alfarería

Apunta que su mejor época de venta es en septiembre y octubre porque es cuando venden de mayoreo candeleros y sahumerios para la celebración de Todos Santos. “Es nuestra mejor temporada y la peor es Semana Santa”.

Menciona que sus mayores compradores son extranjeros a quienes les atrae las piezas más adornadas, ya sea un jarrón o “Toritos”, que son unos sahumadores con muchos adorno”.

Expresa que aunque reciben apoyo de las autoridades, se necesita un mayor respaldo para su difusión, ya que no les conviene vender de mayoreo porque son pocos sus dividendos. “Si viene la gente que compra por pieza eso sí nos dejaría”. Informa que la pieza que más venden es la cazuela para el mole poblano, “porque le da un sabor especial al mole o a lo que haga”. Asegura que para su fabricación siguen la técnica que se aplica desde hace 200 años. “Aquí siempre procuramos llevar la receta al pie de la letra”.

Explica que una cazuela puede llevarle una semana para terminarla en crudo, entre el secado y el acabado, pero en época de lluvias tarda hasta un mes para que se pueda secarse y mes y medio para que la tenga terminada”. El barro que usa proviene del municipio de Amozoc, pero antes lo traía del cerro de Guadalupe.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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