Cultura

Nuestra historia a través de las artes visuales

Desde noviembre dos galerías neoyorquinas presentan la muestra Una realidad desmesurada: Paisajes de Latinoamérica de artistas viajeros, obras que capturan la fisonomía, las costumbres y la topografía de México, Venezuela o Brasil con

En la ciudad de Nueva York, las galerías de la Americas Society y del Hunter College están exhibiendo la exposición Una realidad desmesurada: Paisajes de Latinoamérica de artistas viajeros. Conformada por 150 obras incluyendo dibujos, acuarelas, pinturas, fotografías y libros ilustrados pocas veces vistos de la Colección Patricia Phelps de Cisneros, la muestra ofrece así una historia visual compleja y fascinante de nuestra región.

La exposición consiste en retratos de la fauna y la flora, la fisionomía, las costumbres y la estructura social de la gente de México, Centro y Sudamérica, creados entre 1638 y 1887 por europeos, estadunidenses y latinoamericanos. Gracias a la curaduría realizada con precisión académica, la exposición subraya la importancia que tiene el género paisajista al relatar la historia y revelar cómo una obra de arte refleja el sistema de valores sociopolíticos y artísticos imperante en la época de su creación.

La exposición presenta por un lado, obras que aunque tienen valor artístico su finalidad principal fue científica, y por otro, muestra óleos de paisajes.

De las primeras de estas obras cabe mencionar algunos ejemplos notables. Entre ellos, las magníficas ilustraciones de monumentos mayas en el momento en que fueron descubiertos por el explorador y artista británico Frederick Catherwood, durante expediciones entre 1839 y 1842. Las imágenes de Catherwood, aunque románticas y subjetivas, cambiaron la forma en el que el mundo occidental vio, entendió y empezó a apreciar la grandeza de la antigua civilización mesoamericana.

Un segundo ejemplo ilustre es la extensa colección de fotografías, grabados, dibujos y de especímenes botánicos del explorador Jean Chaffanjon y del artista Auguste Morisot, producida en 1886 durante una expedición por el Río Orinoco que fue patrocinada por el gobierno francés. La colección es un registro sorprendente de la naturaleza y la población nativa venezolana.

La colección de Morisot es especialmente fascinante por su precisión científica y enorme belleza. Y cabe resaltar que dado el atraso de la tecnología de la época, sus dibujos de la jungla son más veraces que las fotografías que tomó de ésta.

Anterior a todos los ejemplos mencionados habría que destacar la obra trascendental de principios del siglo XIX de Alexander von Humboldt, El Segundo Colón. Sin embargo, la obra de Humboldt sobre las colonias españolas no estuvo incluida en la muestra porque, con mucha razón, la Americas Society le dedicó anteriormente una exposición entera.

En lo que se refiere a las obras de viajeros elaboradas con fines estéticos, la muestra arranca con dos paisajes de Brasil de Frans Post, correspondientes al siglo XVII. Post formó parte del movimiento artístico holandés en el cual el paisaje pasó de ser el fondo de escenas de otros géneros como el retrato o la pintura histórica, para ser un género en sí. Mediante observación directa el artista recreó la flora, la fauna, la topografía y la atmósfera local rural y urbana de Brasil siguiendo las convenciones de la “naturalidad holandesa”, como se observa en Vista de la ciudad de Frederica en Paraíba (1638). De vuelta en Holanda, como se observa en su Paisaje con capilla (c. 1663), Post pintó de memoria paisajes en los que se mezcla la recreación rigurosa de la naturaleza latinoamericana con elementos claramente imaginados, dando por resulta un panorama idealizado. Pero el caso de Post fue aislado.

La pintura de paisaje latinoamericano estuvo sin duda inspirada en los libros ilustrados de exploraciones científicas, especialmente los de Alexander von Humboldt, que al hermanar la ciencia y el arte promovieron el deseo de conocer y representar al Nuevo Continente. No obstante, este deseo solo se logró concretar en un movimiento artístico con la apertura de las fronteras resultante de las independencias de las colonias americanas, y con el florecimiento del paisajismo en el arte en Europa y Estados Unidos.

Guiados por razones científicas, artísticas, comerciales, o por simple atracción por la aventura romántica, a partir de la década de 1830 viajaron a Latinoamérica británicos, alemanes, franceses, austriacos y estadunidenses de forma individual o como parte de misiones enviadas por sus gobiernos. Algunos fueron artistas profesionales enviados específicamente para retratar Latinoamérica. Pero también hubo marineros, cronistas, botanistas, zoólogos, cartógrafos, comerciantes y diplomáticos que pintaron paisajes de México, Centro y Sudamérica.

Hoy, las obras de los viajeros se conocen poco porque el paisaje latinoamericano no encaja fácilmente en alguna categoría artística. Sin embargo, cuando éstas fueron realizadas tuvieron mucha popularidad e influencia en la percepción europea del Nuevo Mundo.

El rico, extraño panorama, incitó el surgimiento de un nuevo estilo paisajista de imágenes exóticas, como se verifica en estas piezas. Entre ellas, sobresale la luz maravillosa de los paisajes brasileños de Eduard Hildebrant y de Alessandro Ciccarelli; la vista dramática de los Andes de Norton Bush; las acuarelas azuladas de las costas majestuosas del Puerto de la Guaira, en Venezuela, vistas desde el mar por el Almirante Sir Michael Seymour; los paisajes bucólicos de los molinos de azúcar en Venezuela, de Ferdinand Bellermann, que muestran a los esclavos negros como objetos insignificantes y a la vegetación representada con minucioso detalle en contraste con el horizonte majestuoso; las escenas grandiosas del Volcán Cotopaxi, en Ecuador, de Frederic Edwin Church, así como las puestas del sol tropical en colores ardientes pintadas por Martin Johnson Heade.

La exposición concluye con paisajes de fines del siglo XIX de tres artistas nativos, que adoptaron la tradición paisajística europea para representar su propia cultura y así forjar una nueva identidad nacional. Marc Ferrez lo hizo mediante sus fotografías románticas e idealistas de la modernización de Brasil y de la clase alta de Río de Janeiro veraneando en la campiña. Camille Pissarro lo hizo mediante sus paisajes pintorescos de Caracas y de su natal Santo Tomás en las Antillas. Y José María Velasco lo hizo mediante sus retratos de ahuehuetes y sus paisajes del Valle de México.

A diferencia de las pinturas de los viajeros, los paisajes de Velasco representan una visión directa, carecen de adornos y no usan las convenciones románticas ni pintorescas del género artístico. Y su característica más distintiva es que reflejan el naciente sentimiento de identidad nacional. Por ejemplo, en su óleo Ahuehuete (c. 1870-75) el paisaje es fiel a la realidad, pero dado que en la cultura mesoamericana precolombina este árbol es sagrado y que además evoca la derrota de Hernán Cortés ante Tenochtitlán, la imagen alude a instantes gloriosos de la historia de México.

Esta exposición y el maravilloso texto ilustrado que la acompaña, revelan un área apasionante de nuestro arte y nuestra historia que empieza a ser reconocido.

Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.