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La migración y el problema de refugiados se agravarán, afirmó Rodolfo Stavenhagen

El académico y constructor de instituciones en el Colegio de México, antropólogo y sociólogo estudioso de los pueblos indígenas, falleció el 5 de noviembre a los 84 años; aquí recuperamos su voz


La madrugada del 10 de mayo de 1940, mientras los aviones alemanes iniciaban los bombardeos sobre los Países Bajos, la familia Stavenhagen emprendía desde el puerto de Amberes un nuevo capítulo del exilio que habían comenzado en 1936, cuando abandonó su natal Fráncfort, en Alemania, mientras el régimen nazi comenzaba a tornarse una maquinaria genocida contra los judíos y los gitanos.

El estrépito de las bombas asustaba al niño Rodolfo de apenas ocho años, la angustia de su madre y los gritos de los marinos alertando a la tripulación quedarían en su memoria como un recuerdo indeleble de lo que significaba la guerra. Junto con sus padres, Kurt y Lore, su abuela materna y su hermana Ruth, la familia navegó rumbo a Nueva York en un barco de carga, que al amparo de la oscuridad y escoltado por embarcaciones inglesas logró escapar. Sus abuelos paternos habían elegido quedarse en Alemania y murieron en un campo de concentración.

A finales de junio de aquel año, la familia Stavenhagen llegó a Nueva York y casi de inmediato continuó su viaje por buena parte de Estados Unidos hasta alcanzar Laredo, Texas, donde cruzó la frontera para seguir camino rumbo a la Ciudad de México. Así comenzó la historia mexicana de Rodolfo Stavenhagen, quien nació en 1932. Esa historia, que se extendió plenamente a lo largo de sus 84 años de vida, estuvo marcada por su relación con los pueblos indígenas mexicanos. La siguiente entrevista fue realizada en febrero de este 2016 en Cuernavaca, Morelos, y busca ser una recuperación del pensamiento del antropólogo y sociólogo comprometido, fallecido el pasado 5 de noviembre en la misma capital morelense donde vivía.

Usted ha estado muy cerca de la cultura y las comunidades indígenas mexicanas, ¿en qué momento se inició esa relación?

El momento más lejano y a la vez más cercano a mí fue la visita que hice a Chiapas, cuando tenía 17 años. Tuve la oportunidad de visitar la Selva Lacandona en compañía de unos antropólogos distinguidos, Gertrude Duby y Frans Blum, que habían pasado años allí y me invitaron a acompañarlos. Fue una experiencia fascinante, pasé algunos días que me impresionaron mucho y me enseñaron sobre la forma de vivir de los lacandones y el concepto de su lejanía con respecto al mundo que yo conocía, el mundo urbano tecnológicamente avanzado, comunicado con el resto del planeta. Este viaje despertó en mí la curiosidad por conocer más sobre la vida de los pueblos indígenas en México, cosa que perseguí primero como estudiante de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y luego en mi vida profesional.

¿Se puede decir que ese momento marcó su vida?

Yo creo que sí. Ese momento marcó un cambio en mi visión del mundo y de mi percepción sobre lo que tenía que hacer con mi vida en el futuro, porque todavía estaba en la edad en que no sabía qué carrera seguir. Este encuentro con el mundo de los lacandones me hizo pensar “yo quiero hacer algo vinculado con este pueblo que tanto me impresiona”, y así fue como decidí estudiar antropología y sociología, para luego dedicar buena parte de mi vida profesional a trabajar en esos campos.

¿Cómo percibe que se ha ido transformando su relación con este mundo indígena al paso del tiempo?

Ese primer encuentro con los lacandones y otras visitas que hice pocos años después confirmaron mi visión del mundo, de que realmente la humanidad estaba dividida en seres humanos privilegiados y no privilegiados, en términos de bienes materiales. Pero, por otro lado, la observancia de los lacandones en Chiapas, en su medio ambiente y ante los peligros que corrían por el avance de lo que entonces se llamaba “la civilización”, que era el avance de la sociedad industrial, con la explotación de bosques, minas y en general de los recursos naturales en favor de algunas empresas que se encontraban, incluso, en otros países y no se sabía ni quiénes eran, me hizo ver que el asunto era más complejo. O sea: que el mundo no se puede dividir simplemente en buenos y malos, sino que hay cosas y dinámicas que debemos entender; entonces busqué respuestas a lo largo de mi vida profesional. Ahora ya han transcurrido casi 70 años de aquella primera visita y la idea de que unos lo tienen todo y otros no tienen nada es un planteamiento muy simplificado, porque hay procesos que llevan a situaciones de bienestar para unos y de malestar para otros, y hay injusticias que necesitan ser atendidas por quienes tienen la capacidad de hacerlo. Esto fue un poco lo que profundizó mis intereses en años posteriores, aquí en México, trabajando en el Papaloapan y en otras partes del país.

Si hiciera una síntesis del significado de su trabajo y la búsqueda que se ha propuesto en su vida ¿qué diría?

Yo tengo una larga carrera profesional que me ha llevado a muchos lugares para realizar cosas de tipo académico, profesional, pero también en el servicio público nacional e internacional y en organizaciones de la sociedad civil, sobre todo en el área de derechos humanos, y particularmente la que he tenido más oportunidad de conocer y colaborar, la de las garantías de los pueblos indígenas. Una de las áreas que me tocó impulsar desde hace más de 30 años consistió en adecuar, en la medida de lo posible, una política cultural del estado mexicano para la realidad de un país multicultural y étnicamente diverso y plurilingüe, en el cual los indígenas han sido víctimas de discriminación, marginación y una exclusión social, que comenzó desde la época de la Conquista. Luego, en la Colonia y en el México de la Independencia y la República, hasta que después de la Revolución Mexicana surgió una política indigenista, con el objeto de integrar y asimilar a este sector a lo que se llamaría la sociedad mayoritaria o dominante. Esa fue una política a medias, porque no consideró la preservación y la conservación de las identidades culturales de estos pueblos en el país, para lo cual fue necesario idear otras políticas del estado más adecuadas y alternativas.

"Participé activamente en la fundación de la Dirección General de Culturas Populares, que se estableció como una instancia estatal en los años 70, es decir, hace casi 40 años años, y que ha tenido bastante éxito en sus quehaceres, porque ha estimulado mucha actividad creativa entre los pueblos indígenas en distintas partes del país y el renacimiento de una identidad propia y de la creatividad en diversos campos, pero sobre todo con el objetivo de que esas comunidades asuman la conciencia de lo que esto significa dentro de un mundo cambiante y como parte de una sociedad más amplia. Es en este campo que yo me he desenvuelto como académico, pero también al servicio de causas prácticas, como el servicio público y la militancia en actividades de la sociedad civil."

Usted, que desde niño vivió las consecuencias de la guerra y la migración, ¿cómo percibe los retos que impone a la cultura todo este proceso mundial de migraciones masivas?

Todos los grupos sociales y culturalmente identificados en el mundo generalmente pasan por un proceso de cambio, que está vinculado muchas veces con circunstancias históricas, migraciones, transmigraciones, cambios de fronteras políticas, cambios de políticas de gobierno, etcétera. Veamos por ejemplo lo que le pasa a los jóvenes que desde hace algunos meses están tratando de escapar de focos de violencia terrible, como sucede en algunos países del Medio Oriente, y entonces se echan en manos de traficantes de personas, como los mexicanos que van al norte y son manipulados por esas mafias.

"Son los famosos refugiados, son ya varios millones que han tratado de salir de las zonas de conflicto atravesando el mar Mediterráneo en balsas, donde muchos, y particularmente niños, han perdido la vida antes de poder llegar a un país europeo para buscar asilo. El problema no está resuelto y yo diría que se va a poner bastante más grave en los próximos meses y años, porque es un fenómeno prácticamente mundial, el de las migraciones de refugiados, los exilios, las huidas de sus países. Entonces, muchos de ellos, que en su gran mayoría son ciudadanos de naciones del Medio Oriente, son musulmanes, árabes o persas, es decir, pertenecen a culturas distintas de las que van a encontrar en el viejo continente, pero donde desde hace siglos ha existido contacto entre Medio Oriente y países mediterráneos, así como del centro y del norte de Europa.

"A lo que voy es que en ese proceso miles de jóvenes, y esto es parte del gran drama humano, van a llegar y deberán adaptarse a una nueva cultura y a un nuevo país rápidamente, porque de otra manera no la van a hacer y los expulsarán, como ya está sucediendo en algunos países que se asustaron con la llegada de gente culturalmente tan diferente. Entonces, claro que un país tiene derecho a formular sus propias políticas de asilo, educativas y culturales, de manera democrática y participativa, en el mejor de los casos. Pero, precisamente porque se han dado tantas injusticias a lo largo de la historia por esos mismos procesos, el problema es muy difícil de resolver.

"En medio de esos procesos hay muchos que dicen: 'mi abuelito era de tal pueblo y hablaba la lengua, pero yo ya no; soy un profesionista en una gran empresa internacional y así me gano la vida, estoy bien y contento, tuve oportunidades y a mis hijos no les inculcaré el aprendizaje de la lengua del abuelo, ni las tradiciones del pueblo'. Nosotros podemos opinar que es una lástima y es allí donde entra la capacidad de una sociedad para autoevaluarse y preguntarse si hay alternativas, ¿qué se pueden hacer conjuntamente para que no suceda esto? Algunos dirán: 'pues que suceda, la historia de la humanidad es eso, culturas van y vienen, imperios nacen e imperios mueren y la humanidad sigue'. Pero otros dirán que cada etapa cultural y forma de vida que desaparece es algo que perdemos como seres humanos y por debemos hacer algo para que no suceda.

"Son preguntas que deben hacerse, pero tienen que ser formuladas como un proceso de libertad. Que la gente tenga la opción y la libertad de decidir, que no esté encerrada en políticas decididas contra su voluntad por quienes están en el poder y se apropian de nuestras decisiones, cuando realmente todos solo defienden sus intereses".

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