He escrito algunos artículos en los que hago mención de mi mala memoria. Incluso he comentado que he llegado a leer libros que olvido por completo. Hace poco confesé ante unos amigos que nunca había pasado de la mitad de Los demonios, de Dostoyevski, así es que me hice el propósito de leerla de cabo a rabo. Mi asombro fue descubrir que desde la primera hasta la última página tenía la novela subrayada y anotada con dos tintas, señal de que ya la había leído un par de veces por completo.
Pues bien, este artículo que usted está leyendo no es el que había escrito para hoy, ya que mi mente funcionó de esta manera: luego de que López Obrador pidiera un año más para hacer eso que era muy fácil, pero que no hizo, me vino a la mente el poema de Mahmud Darwish titulado “Solo un año”, en el que dice: “Un año es suficiente para que ame a veinte mujeres/ y treinta ciudades./ Un año es suficiente para que acuda junto a mi madre desconsolada/ y le grite: alúmbrame de nuevo/ para que vea la rosa desde su comienzo/ y ame el amor desde su comienzo/ hasta los confines del canto”. Él es uno de mis poetas más queridos y éste es su poema que más quiero. Lo leo cada vez que muere un amigo. Lo leí a distancia, con Elizabeth Moreno, desde Cracovia hasta Culiacán, cuando mataron al Feroz. “Amigos, no se mueran como tienen la costumbre de morir./ Por favor, no se mueran, esperen otro año,/ solo otro año./ Tal vez terminemos la charla y el viaje que hemos iniciado/ e intercambiemos ideas caminando por la calle,/ sin horario ni banderas”.
Escribí una serie de anécdotas que me llevaron a conocer este poema, en las que intervenían el entonces secretario de Cultura de Puebla, Pedro Ángel Palou, la casa refugio que instaló en su estado y el primer escritor que hospedó, un palestino que se comportaba como fiera enjaulada. Alguna vez el palestino les dijo que su único amigo mexicano era David Toscana.
En efecto, años antes, durante un semestre en Estados Unidos, habíamos sido un trío inseparable junto con un poeta sirio al que apodábamos Abugassim. De modo que Palou me invitó a dar un taller literario a Puebla y de paso domesticar a la fiera. Los quince días que ahí estuve, no hubo fiera. Fueron veladas literarias, sobre todo de poesía árabe.
Al querer guardar el archivo, Word me advirtió que ya existía otro con el mismo nombre. Lo abrí y me sorprendió encontrar un artículo prácticamente igual que publiqué en estas mismas páginas en febrero de 2014, solo que la evocación del poema de Darwish había llegado por la muerte del buen Federico Campbell.
Así las cosas, ya que no voy a publicar el artículo que escribí para este sábado, si usted desea leerlo, lea el de 2014, pues éste que ahora lee no es el de hoy.
RP