Realizar un documental que retrata la realidad, sin importar lo dolorosa que sea, es un trabajo de tiempo completo que requiere concentración, paciencia y, sobre todo, investigación, pues se trata de obtener una estructura narrativa de la que, en sus tres actos, se sienta que hay una historia que avanza y permite a los personajes y acontecimientos ir in crescendo.
Esta capacidad de crear emociones a partir de la realización no tiene un tiempo específico, pues los asuntos dramáticos no pueden controlarse: van desde cómo y cuándo empezar a filmar, hasta el armado del guión, que clarifica ideas y modifica la estructura en el tiempo y en lo que se trata de contar.
El trabajo se mueve a veces con pasmosa lentitud —el autor de un documental es un quelonio por excelencia—, pero se vuelve de una inconmensurable plausibilidad cuando logra juntar una gran cantidad de material de archivo, para luego armar el discurso audiovisual, de acuerdo con los objetivos que se plantea. Es el caso de Amy, un documental sobre la trágica vida de Amy Winehouse, la joven cantante que murió a los 27 años, vapuleada por la droga, el alcohol y la bulimia, un asunto que hemos visto hasta la saciedad y que siempre resulta conmovedor.
La mujer tenía una voz prodigiosa: la crítica y especialistas la equiparaban con las de Ella Fitzgerald y Billy Holliday, aunque la fama, los aplausos y la afición de la gente —no del dinero— la hicieron perder piso. El principio del fin fue cuando se involucró sentimentalmente con Blake Fielder, un hombre conflictivo que la orilló al vicio y la marcó profundamente, lo que deja en claro que también se debe aprender a controlar los sentimientos amorosos.
Amy es una película tremenda —puede considerarse una obra maestra del cine documental— por el enorme trabajo de investigación profesional que se realizó para narrar una historia a partir de imágenes de archivo, de la música y de las voces fuera de cuadro, que funcionan como testimonios de la gente que conoció y trató a la cantante, desde sus padres y amigas hasta su representante, músicos y el coautor de la letra de sus canciones, todo estructurado de tal manera que logra crear fuerza e intensidad.
El autor, cineasta inglés de ascendencia hindú, merece un fuerte aplauso, pues nos emociona con la vida de una mujer que logró subir al cielo para cantar a los ángeles, pero se perdió en las nubes, tropezó y cayó hasta el infierno. La película se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional.
“Amy” (Gran Bretaña, 2015), dirigida por Asif Kapadia. Documental.