El colectivo que nos traslada a Tlahuitoltepec se detiene al pie de la carretera y al descender del Tsuru lo primero que vemos es una pequeña y hermosa capilla dedicada a Santa Cecilia, la patrona de los músicos. El altar de madera está coronado, no por un crucifijo o una virgen, sino con una clave de sol dorada. Al centro, un cuadro de la santa con partituras en la mano acompañada por un coro de ángeles. A un lado, aparece tallada en madera tocando el arpa, y del otro, en una pintura tocando la clave. Está llena de flores.
A las faldas en Cempoaltépetl, en el punto más alto de la sierra norte de Oaxaca, la belleza de Santa María Tlahuitoltepec entra por el oído. Por la tarde, cuando la neblina desciende de su cerro sagrado, el sonido mixe comienza su ascenso al cielo. Aquello me toma por sorpresa cuando recorro las calles de este pueblo originario indígena y de pronto escucho la música de un clarinete por allá, luego una trompeta por acá, después un saxofón, de pronto una tuba y también un trombón de vara, ahora la flauta... La música de viento envuelve a Tlahui como segunda piel junto con su lengua ayuuk.
Algunas notas provienen del Centro de Capacitación Musical y Desarrollo de la Cultura Mixe (CECAM), un lugar de ensueño en la montaña, pero más cerquita, en una modesta casa ubicada en el centro del pueblo, el sonido armonioso de los instrumentos de viento y las percusiones invitan a tocar la puerta. Y ahí, en un segundo piso, en una humilde zotehuela con techo de lámina, asisto al ensayo de la Banda Filarmónica Femenil de Santa María Tlahuitoltepec Ka'Ux ("aves que retoñan vida en el corazón").
En completo orden, junto a un tendedero, niñas, jovencitas, madres de familia, toman su instrumento, se sientan sobre bancas de madera, acomodan sus partituras en el atril y, de cara al Cempoaltépetl, detonan el milagro de la música que todo lo transforma. Y que aquí, en Tlahui, se ha convertido en un medio de empoderamiento de las mujeres.
¡Papapán, tratatán, uno, dos, tres...! Les indica Enrique Vázquez Gómez, su director voluntario, músico y compositor él mismo, que les da indicaciones en ayuuk y a veces en español: "Do, re, mi fa..."... "principio forte ¡que es una marcha!".... "A ver, moderato de seis a 10"... "estas partituras se las van a aprender de memoria".
Son las 4 de la tarde y van llegando las integrantes de esta banda de 25 mujeres que nació en 2012 a iniciativa de un grupo de jóvenes inquietas. Entra una mujer con su hijito, lo sienta sobre un escalón y ella saca su trompeta. El niño tiene en la mano un cuaderno pautado y un lápiz con el que sigue el ritmo de la música. Luego llega una joven con su hija pequeña que se pone a jugar con un carrito mientras ella ensaya. Hasta atrás, junto a las percusiones, una niña de seis años se integra con el pandero, una más con el güiro. Esto es lo que veo, pero lo que escucho es más asombroso. Tocan, desde oberturas hasta sones mixes, jarabes, marchas y cumbias. Ensayan todas las tardes de 4 a 8. Y ahora se preparan para una gira por la región. A un lado, en un muro, veo una enorme lona que anuncia un concierto de la banda en Tlaxcala.
En la muy larga tradición musical de la sierra mixe, nada de extraño es que casi todos los habitantes de Tlahui toquen un instrumento, estudien en el CECAM o formen parte de la banda municipal. Lo nuevo es una banda integrada por mujeres.
Detrás de la enorme tuba, se encuentra una joven que, además, es una de las tres representantes de la banda. Se llama Imelda Hernández, nació en 1994 y también toca el violín, la tarola, el trombón de vara y la trompeta. Empezó a los siete años. Luego de más de tres horas de ensayo, le pregunto si no se cansa: "Lo hacemos por puro gusto y nos sentimos cómodas porque somos puras mujeres, echamos relajo y así siempre hay felicidad. Y sí, claro, aunque estés bien cansada pues sigues soplando. Se cansa la boca, al día siguiente, toda hinchada. Y luego por eso nos burlamos: 'ya pareces Simpson' o '¡ay, no me vayas a comer!', porque crecen los labios".
Luz Pérez toca el saxor, pero también el violín y la flauta. Tiene 21 años. Como Imelda habla ayuuk, pero comenta en español: "Esto parece nuevo porque en general se tenía la idea de que las mujeres no pueden hacer cosas fuertes. Y pues igual acá, las mujeres no tenían permiso de tocar ni de salir de sus casas. Y esto fue como romper el esquema y decir que las mujeres también queremos esa oportunidad de expresarnos. Y acá una mujer agarró la tuba, otras la trompeta o el trombón y en el primer concierto que dimos no hubo mucha aceptación, ¿cómo mujeres van a estar tocando esos instrumentos?, las mismas madres de familia se negaban al principio, decían que no íbamos a poder. Y aquí estamos".
Su batalla no ha sido fácil, contra los prejuicios primero, y luego contra las carencias económicas, pero el apoyo de sus padres ha sido definitivo para dedicarle tanto tiempo a su pasión y para poder adquirir un instrumento musical propio.
Durante el ensayo, cuando el viento cobra fuerza, las integrantes de la banda detienen las partituras con los ganchos que se usan para colgar la ropa en el tendedero. Por ahí, veo a un hombre que llena el tanque de una lavadora con cubetas de agua. Luego me entero que se trata de Fidel Pérez, quien junto con su esposa Hilaria prestan a la orquesta la zotehuela de su casa, todos los días, para los ensayos. Sus dos hijas, Citlali y Luz participan y él es maestro de música en una primaria.
Me confiesa Hilaria que ella les decía a sus hijas "lo principal es que aprendan a cocinar y luego ya veremos, pero mi esposo aconsejaba 'eso ya lo aprenderán después, déjalas tocar', y tenía razón, ahora saben de música y de cocina".
Don Fidel me cuenta: "Esta banda tiene poco más de dos años, pero empezaron a tocar hace mucho tiempo. Antes no se le daba oportunidad a las mujeres, la mala idea del machismo de que los hombres son los únicos que pueden. Y sí, creo que como dice un dicho 'en lo único que nos parecemos todos, es que somos diferentes', pero también hay aves machos que empollan o que cuidan de sus crías ¿no?, por eso yo promuevo eso en mi familia y en la escuela. A Citlali le gustaba jugar a las canicas y al futbol, fue goleadora en el bachillerato, en la Universidad de Ixtlán; yo jamás se lo prohibí, al contrario. Y ahora toca el clarinete".
Me narra los orígenes. Hace unos 40 años, las comunidades de Yalalag y Betaza eran los pueblos musicalmente potentes de la sierra norte de Oaxaca. Entonces los abuelos de Tlahui se propusieron hacer una buena banda, pero para eso había que ir a ver a la Virgen de Juquila para pedírselo y se comprometieron a hacer a pie las tres visitas que sus Xëmaapyë (sabios, adivinos) les encomendaron. Por alguna razón hicieron dos y fue años después que cumplieron con la tercera, y entonces, dice, surgió el CECAM que hoy tiene gran reconocimiento.
¿Por qué hay tantos músicos en Tlahui?, Don Fidel responde: "Porque tenemos muchas fiestas. Y si no todos somos músicos, porque también hay familias de deportistas, todos somos aficionados a la fiesta. Hay banda y música para lo bueno y para lo malo, porque alguien nació o alguien murió, celebras un bautizo, los 15 años, la boda, la Calenda, el cambio de autoridad, el Machacado, el Día de Muertos, las fiestas patrias, Santa Cecilia, Santa Cruz, San Lucas, Juquila... Y todo se festeja con banda, por eso le digo que aquí pura fiesta y por eso es que la banda ha mejorado tanto, por la demanda de la gente. Por ejemplo, antier enterraron un muerto y como la banda municipal no tenía tiempo, vivieron a pedirles el favor a las muchachas".
La idea de una filarmónica femenil surgió entre un grupo de jovencitas, como Imelda y Luz; algunas estudiaban en el CECAM, otras formaban parte de la banda del pueblo. Al principio no les dieron la oportunidad, hasta que la autoridad municipal les dio permiso y formaron una primera agrupación particular en 2009, que iba a disolverse cuando decidieron reorganizarla y formar Ka'Ux. La más pequeña de la banda tiene nueve años y toca el saxor.
Su director actual, Enrique Vázquez Gómez, miembro de la banda Tierra Mojada las impulsa: "Yo quiero que se pare aquí una mujer en algún momento a dirigir, quiero que sea una de ustedes". Eso, comenta Luz, "nos ha animado mucho. Lo nuestro no es en contra de los hombres, al contrario, gracias a la colaboración hombre-mujer hemos avanzado y si ahora somos 25, aspiramos a crecer para formar una gran orquesta. Y después, nuestro sueño es grabar un disco y crear una escuela de música para mujeres en Tlahui".
Si a estas chicas les preguntan cuál es su prioridad, la escuela o la banda, responden sin chistar: "¡Pues la banda!".
Y no paran. Si no es en "Domingos de Concierto" en la plaza municipal de Tlahui, es en fiestas particulares o en giras por la región mixe, zapoteca o chinanteca; van a donde las invitan y "aprendemos muchas cosas", me dice Imelda. Por ejemplo, "estuvimos en un pueblo chinanteco, donde las jovencitas no bailaban, a los 15 ya se casaban y tenían hijos, esa es su costumbre y yo pensaba que ya no existían esas cosas pero sí". Y agrega Luz: "Quizá por eso nos invitaron, para ir abriéndose despacito, porque seguramente es un proceso que en años anteriores se vivió acá. También nos invitaron a tocar en Tlaxcala, donde hay tanta prostitución y problemas de trata y nos llevaron para que sus mujeres vean que hay otras alternativas para salir adelante".
Su entusiasmo no tiene límites. Dice Imelda: "Aquí se tocan más los sones o jarabes, aunque interpretamos casi todo, hasta oberturas. Pero yo creo que lo que más energía nos da son las cumbias, porque cuando empezamos a tocar nos paramos y bailamos con nuestros instrumentos, igual la gente, si de pronto nos sentimos cansadas tocamos una de esas para tener energía y fuerza. La banda nos hace felices". Agrega Luz: "La música contagia a la gente, aunque tengas problemas, con ella los olvidas, te diviertes, bailas, te animas y nosotros cuando vemos eso en la gente pues queremos tocar más y más".
¿Cómo se sostiene la banda? Aunque los conciertos son parte de un intercambio, del trueque o de la Guelaguetza, les dan una gratificación cada vez que tocan y ellas guardan un poco en un fondo, pero sobre todo las respaldan sus padres, porque no cuentan con ningún apoyo institucional y el esfuerzo es enorme para adquirir sus instrumentos.
La visita de Susana Harp las animó. Dice Luz: "Tenemos que hacer un buen trabajo, somos de Tlahui, somos una región de música y no por el hecho de ser indígenas y mujeres, de ser alabadas o dar lástima por eso, vamos a conformarnos, tenemos que crecer en la música".
Al final del ensayo me dirijo al director y con intención de ser incluyente le digo: "Felicidades, son buenísimos". Me corrige: "No, son buenísimas".