Cultura

Inés Arredondo: la pasión suave y honda

Personerío

La intimidad que logró con el lector mediante los modos más sencillos, se resolvía en narraciones donde las pasiones seguían un flujo natural pero implacable

Había nacido Inés Camelo, pero como Camelo significa en español medio marroquí engaño, prefirió buscar en sus antepasados otro apellido que se prestara menos a la irrisión. Y así encontró un abuelo que redondamente se apellidaba Arredondo; ése era el menor de los problemas para Inés, mujer inteligente y bella que tenía la pasión devoradora de la escritura, arte de hacer con las palabras una creatura nueva y convincente. Sus cuentos que a veces iban hacia el género de la novela corta, sin llegar a serlo, trataban de las difíciles relaciones de sus personajes con las etapas de sus relaciones entre ellos, una irradiación de pasiones calladas u oscuras que sobre todo tenían que ver con seres que vivían dulcemente su infierno o infernalmente sus ternuras. Así en su relato emblemático “La sunamita”, donde a partir de la historia del rey viejo que usa una manta humana se nos cuenta la historia de una posesión inmoral de un ser por otro.

La intimidad que logró con el lector mediante los modos más sencillos e inteligentes se resolvía en narraciones donde esas pasiones seguían su flujo natural pero implacable, impecable. Inés es una de las autoras más profundas, de una profundidad que no se manifestaba con frases adrede hondas, sino con un fluir natural y sagaz de las palabras. Así ocurre también con sus ensayos, entre los cuales destaca el de Jorge Cuesta, de quien había hecho su maestro fantasma, otro personaje suyo y nuestro que nos enamora por su fluir sabio y al mismo tiempo extrañamente familiar.

Hoy es difícil conseguir los libros de Inés, cuyas audacias intelectuales no se manifiestan en los modos trompeteros, como se acostumbra en autores de mucho mayor uso de la audacia deliberada. Pero Inés es una autora audaz, de una audacia que va hacia el interior del personaje (y Cuesta es uno de esos personajes arredondianos, indudablemente, elegidos por inclinación del corazón y de la lucidez). Conviene tomarse un tiempo para leer a Arredondo, interpretar sus señales.

Permítaseme contar lo siguiente acerca de la relación de Inés con nosotros, grupo de escritores sin grupo ni relación única entre nosotros salvo la vocación literaria. Apenas había acabado Inés de contarnos una experiencia suya vivida en el metro de París, Melo se medio irguió del sillón en el que acostumbraba mantener la horizontalidad aun durante las más animadas de nuestras reuniones, y exclamó: “¡Es un cuento genial/ sensual, mamacita, y tienes que escribirlo!” (para Juan Vicente todo aquello que lo emocionase era “genial/ sensual”). Aunque todos nos unimos a la exaltación de Melo, Inés susurró como en una actitud a la defensiva: “Pero si no sucede nada, no es más que un momento, solo una anécdota, y no se me ocurre cómo desarrollarla literariamente”. Y Juan García Ponce sentenció: “Inés, así como lo has contado ya es un cuento bue–ní–si–mo. Escríbelo tal cual, y te prohíbo que lo eches a perder desarrollándolo literariamente”.

Esto lo escribí no sé hace cuántos años y sigo con la misma devoción arredondiana, pero ahora enriquecida por el hecho de que ella habita mis sueños y mis insomnios.



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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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