El pasado 25 de noviembre la danza mexicana perdió a una de las figuras más importantes de su historia. Murió Gloria Contreras, coreógrafa para la que este espacio no sería suficiente si deseara reseñar su vida y obra. Van aquí algunos apuntes que a modo de homenaje y profundo agradecimiento tengo para ella.
Fue en Nueva York donde encontró la inspiración que la llevó a crear piezas icónicas del ballet mexicano como Huapango y Mercado, reivindicando y resignificando a músicos mexicanos como Moncayo y Revueltas, respectivamente, trascendiéndolos del ámbito del folclor y la danza tradicional. Conoció a Balanchine y a Stravinsky, leyendas de la danza y la música contemporánea, pero no se deslumbró por la esencia cosmopolita de la ciudad; por el contrario, profundizó en la naturaleza de la cultura mexicana y mostró el inmenso potencial que el arte nacional tiene para ofrecer al mundo.
Al volver a México, se encontró con un panorama adverso, que aun el día de su muerte le cerró las puertas del Palacio de Bellas Artes. Pese a que parecía una causa perdida, Gloria Contreras volvió y encontró una ventana abierta en donde muchos podemos renovar la esperanza: la UNAM le tendió la mano y le permitió fundar el Taller Coreográfico Universitario. Hizo de ella su casa hasta el día de su adiós y sería el “Goya” su voz de orgullo y batalla.
Por el Taller Coreográfico han pasado generaciones de universitarios, pues Gloria Contreras fue siempre una convencida de trabajar con empeño para que la condición económica no significara un impedimento para el disfrute del arte. Infinidad de bailarines se desarrollaron técnica pero, sobre todo, artísticamente, en su paso por el TCUNAM. Trabajando con ella, bailar se convertía en un proceso liberador, pues era capaz de identificar y explotar las cualidades de cada artista que interpretaba su obra para que encontrara su propio potencial y consiguiera, a su vez, conectar con el público.
Se puede o no estar de acuerdo con la concepción que tuvo de los procesos creativos pero jamás podríamos reprocharle haber quedado inmóvil, sin una poética clara de su quehacer artístico o sin un compromiso ideológico con la sociedad y con la historia.
El reto ahora es evolucionar el proyecto del Taller Coreográfico; muchas cosas, sin duda, deben prevalecer y trascender, pero muchas otras tendrán que redefinirse y purgarse por el bien del proyecto universitario y de la danza misma.
El telón ha cerrado y damos por ella un “Goya”. Pero no, maestra, no se quede en paz. Baile, incomode, tire zapatos, cierre su puño. Donde quiera que viaje, cierre los ojos y sienta a Stravinsky, a Mozart, Chopin, ¡a Revueltas! Llévese su playera gigante con la imagen del Che. Échese unos pasos con la Janis, con Elvis; ayúdenos desde donde esté a dar de trompadas al infame que da la espalda al arte. Salte, grite, azote, agite los dedos de sus manos pero no se quede en paz.