Ciudad de México /
Cuando Jonathan Franzen se enfocó en la escritura de la novela Encrucijadas, ya sabía de la responsabilidad de acompañar a la sociedad americana durante los últimos 30 años, a través de una historia familiar, aun cuando anticipa su desinterés en compartir una reflexión comprometida políticamente.
“Disfruto vivir en el estado en el que estoy cuando escribo novelas, es para lo que sirvo, soy bueno en esto: enfrentarme a un problema casi irresoluble”, contó el narrador estadunidense en una videoconferencia a propósito de la aparición en español de la primera parte de su trilogía, bajo el sello de Salamandra.
Se trata de la historia de una familia del Medio Oeste norteamericano durante un periodo de profunda crisis moral, a lo largo de un siglo, “si ahora lo he hecho a través de la familia simplemente es porque la acción psicológica y emocional es más intensa ahí”.
“El arte no tiene por qué educar políticamente a las personas, ni abrazar las causas del progreso o perfeccionar a la raza: si tuviera la menor traza de sentido de que ese libro quiere hacerme una persona mejor o educarme políticamente, lo abandono inmediatamente, porque eso no sirve a la obra de arte, sirve a la política”.
Encrucijadas es su primera exploración por el devenir de una generación en todo su recorrido vital: una familia, la suya, y una sociedad, la estadunidense.