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Faustino Díaz vuelve a su comunidad

Su abuelo gestionó hace 100 años una escuela de música y hasta ahora esa petición no se ha cumplido; “si fuera el gobierno, eso me daría pena”, señala.

Para esta gala Faustino Díaz ha elegido el tipo de vestuario que embelesa a su público europeo: una camisa café y pedrería con pantalón de mezclilla y botas negras, combinación más propia de un músico de banda norteña que, además, contrasta con el tatuaje de un Quetzalcóatl que se envuelve en su brazo derecho y el arete brillante de su oreja izquierda.

Originario de San Lorenzo Cacaotepec, Valle de Etla, Oaxaca, aprendió música con su padre y tocaba en la banda de su pueblo a los siete años; incursionó como cantante en el grupo familiar y estudió en el Centro de Iniciación Musical de Oaxaca. Después viajó a la Ciudad de México, donde vivió solo y trabajó para solventar sus estudios en el Conservatorio Nacional de Música. Por su desempeño, obtuvo un lugar en las mejores orquestas del país.

Este músico de 34 años, a quien le gustan las motocicletas, la música de Marco Antonio Solís y canta música norteña, cursó su maestría en Suiza. En 2013 ganó la octava Competencia Internacional de Trombón en Jeju, Corea, y en 2014 se convirtió en trombonista residente de la Ópera House de Zúrich, Suiza. Pero aún prefiere las calles de los pueblos de México, su plato de frijoles con huevo y salsa hecha a mano.

Don Rodolfo Díaz, su padre, le enseñó que la queja no es el camino sino la acción: “Yo puedo decir que a mí me molestan mucho las bandas comerciales en Oaxaca. ¿Qué hacer? Pues ir a las comunidades y fomentar en los niños que no tienen que caer en la música comercial y que, si caen ahí, sepan que no es lo máximo, que hay cosas más qué hacer.

“Está bien quejarse y decir ‘esto no me gusta’, pero es mejor decir ‘la solución que tengo es esta’, porque si no tienes una solución no sirve de nada tu queja”.

Así fue como nació Convites musicales, un proyecto personal realizado en gran parte con sus propios recursos. Consiste en recorrer, entre abril y octubre, 19 comunidades oaxaqueñas para dar clases a niños. El músico consiguió que Yamaha enviara técnicos para arreglar y limpiar los instrumentos de los niños.

Notivox acompañó al músico en Tamazulapam del Espíritu Santo, en la zona mixe, donde reunió más de 50 niños. En sus lecciones, que iniciaban a las 10 de la mañana, aprendieron a regular el aire frío y el caliente a través de los instrumentos de aliento; a mediodía hacían un alto para la comida, que todos compartían, y por la tarde ensayaban para el concierto de clausura.

Complicidad

Celia Hernández tiene 14 años y toca el trombón; es una de las más entusiastas en la clase de Faustino, que se desarrolla en un edificio a medio construir. “Claro que sé quién es; cuando supe que estaba aquí dije: ‘¡Ah, chingón!’ Que te dé clases, que enseñe algo de lo que él sabe es mucha ganancia, es un gran conocimiento”.

Siempre puntual y atenta, Georgina López, de ocho años, toca el piccolo y es el reflejo de Faustino: inició estudios de solfeo a los cuatro años, recibió su instrumento y una beca para estudiar en el Conservatorio de parte del pintor Sergio Hernández. “Solo espero a terminar la primaria para irme”, dice la pequeña.

El maestro les habla fuerte e insiste en ensayar cinco horas diarias. Está convencido de que ahora que Faustino está de moda es el momento que tenía que venir a decirles cosas importantes, como dónde están parados los músicos en México, en Oaxaca.

“Hace más de 100 años mi tatarabuelo, Emilio Díaz, tuvo que irse de su pueblo porque su estado era incapaz de hacerle una oferta cultural digna: una escuela profesional de música, por ejemplo. Entonces se fue; cien años después su tataranieto, que soy yo, sigo en la misma: no hay una escuela profesional de música en Oaxaca, y entonces me tengo que ir. Si fuera el gobierno estatal o federal, me daría pena decir que desde hace un siglo mi gente no tiene una escuela digna”.

Por eso, el concierto de esta tarde en la iglesia del Espíritu Santo es especial. Puede apreciarse en cada pieza la mejoría técnica de los pequeños y se atisba un brillo distinto en su mirada, lucen sus trajes tradicionales con mayor orgullo, especialmente cuando Faustino hace indicaciones mirándolos a los ojos: es una complicidad de músico a músico que no puede expresarse con palabras.

“Mi papá —dice Faustino Díaz— siempre me enseñó que había que tener la humildad suficiente para saber que hay alguien que toca mejor que tú e ir a pedirle ayuda, y, también, que hay que tenerla para saber que siempre hay alguien que viene detrás de ti y a esa persona la tienes que jalar. Y me dijo: ‘Si alguien rompe esa cadena, ya nos pasó a joder a todos’”.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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