Con este ingrediente, el realizador Fabrizio Prada filmó El ocaso del cazador, cinta que además de reflexionar sobre las autodefensas rinde homenaje al western mexicano de los años setenta. Con las actuaciones de Hugo Stiglitz y Mario Almada, se exhibe en salas nacionales.
¿Por qué usar el western para hablar de lo que sucede en México?
Me encanta el western, un género al que dediqué mi tesis en Cuba. Conocí la historia de Alejo Garza a través de Milenio. Me pareció un episodio desgarrador. México vive como en el viejo oeste, es un país sin ley. Si bien la película no es biográfica porque tomé otros episodios reales de la zona, sí le rinde tributo a una persona a la que no le queda más que tomar justicia por su propia mano.
¿Cambió su forma de pensar acerca de las autodefensas y los justicieros a partir de la película?
El episodio es de 2010. Hablamos del primer hombre que se defendió solo. Quizá pudo haber inspirado a los grupos que se organizaron posteriormente. Más que cambiar mi opinión, reconozco que amplió mi campo de comprensión sobre el tema.
¿La presencia de Hugo Stiglitz, Pilar Pellicer y Mario Almada, además de la propuesta fotográfica, tiene como fin rendir tributo al cine mexicano de la década de 1970?
Es una combinación de pasiones. Me encantan tanto el western de Sergio Leone como el que hacían los actores que mencionas. Por otro lado, también hay actores debutantes. Hay una nostalgia hacia el western mexicano, que hoy es casi inexistente.
¿Por qué se perdió la tradición del western en México?
No sé por qué, no todos eran malos. Hoy los guionistas y productores están encasillados en la comedia romántica y el terror. Se les olvida que hay otros géneros.
Tanto Stiglitz como Almada son actores con arraigo popular, pero no necesariamente aceptados por la crítica. ¿Por qué retomarlos?
Hugo ha hecho películas populares y otras de culto; trabajó con John Houston y Jaime Humberto Hermosillo. Mario se concentró sobre todo en filmes para las masas. No me gusta discernir entre cine de arte y comercial, lo divido por géneros y listo. Creo que Hugo Stiglitz dio vida a un gran papel. Las últimas apariciones de Mario Almada eran especiales y yo quería mostrarlos como lo que son: dos actores importantes y con capacidad.
En un filme anterior, Tiempo real, hizo un plano secuencia de 86 minutos. ¿Entre aquella película y ésta hay más concesiones en términos experimentales?
No creo. Tiempo real surgió a partir de una idea. No quería sorprender a nadie. En El ocaso del cazador la apuesta está por el lado de la fotografía. Como también lo hice en Escrito con sangre, puedes ubicar ángulos poco vistos.
En la película abundan los silencios y juegos de miradas. ¿El uso del silencio como herramienta refleja el estupor o la sorpresa social ante lo que vivimos?
Los silencios potencian la expresividad del rostro. Al final hablamos de un hombre solo contra el mundo y contra el mal. Por supuesto que la anécdota funciona como metáfora de la situación que vive el país.