Durante 30 días, hasta el 17 de marzo, estará abierto el Oroxxo en la Galería Kurimanzutto en la Ciudad de México. El espectador —o cliente— podrá solicitar en la librería de la galería, a la entrada, sus billetes intervenidos con los que podrá “comprar” lo que quiera, menos cigarros o las piezas intervenidas por Gabriel Orozco, quien “propone un juego de logos y reglas de mercado como dos formas de entender un mundo capitalista”, como explica la larga cédula que el visitante tendría que leer antes de pasear por el Oxxo de los Oxxos.
Si bien es interesante la propuesta de fusionar dos hábitos de consumo distintos (el del arte y el del monchis), al deambular por la 14 mil 1 tienda Oxxo de México para encontrar alguna de las 300 obras del artista, recordé que el año pasado, en una entrevista a la revista Forbes México, Orozco declaró que estaba aburrido. Esta pieza pareciera corroborar dicha declaración.
¿Por qué no arriesgarse a crear un nuevo logo o más composiciones de sus círculos que ya son una marca? (como se subraya en esta propuesta). ¿Por qué no aventurarse a salir al mercado y soltar más de las 300 valiosas piezas en los Oxxos de la “vida real”? ¿Por qué no jugar a la posibilidad de la lotería y dejar que cualquiera pueda “ganarse” un Orozco? ¿Por qué no extraer totalmente el sentido de la obra de arte y dejar que se pierdan entre el montón? Supongo que el autor aún no quiere morir y que para entretenerse creó lo que han nombrado un “ajedrez económico” o una crítica sutil y contundente al capitalismo “desde adentro”. Una ironía traducida en una pieza impactante por su producción (ver dentro de la hermosa galería un Oxxo ya es en sí una obra de arte, pero de Femsa) que es de fácil metabolización y que entretiene a los compradores y al público en general, y que responde de manera compleja al presente, donde lo único que queremos es diversión. Construida en distintos niveles, nos entretiene a todos por igual, desde los adoradores de la semántica pasando por los depredadores de lo conceptual hasta para quienes la galaxia del arte está fuera de su universo. Es entretenida hasta para el mismo artista, quien dice que tratará “de encontrar una lógica de producción, distribución y consumo que inserto en la funcionalidad de un Oxxo típico temporalmente experimentado dentro del mundo del arte”.
Observo los Doritos intervenidos y empiezo a extrañar al Orozco poético, ese que según dicen lo incomoda pero que es capaz de crear obras inteligentes, emotivas y totales que conmueven al espectador llamándolo a pensar. Nostálgica, salgo del Oxxo (no sin unas papitas, aprovechando la visita) y me pierdo en el Bosque de Chapultepec con ganas de reencontrarme, en el otro lado de Reforma, con algo que me recuerde lo que alguna vez fue el arte.