Dicen que después de un concierto en que Tchaikovsky escuchó uno de los instrumentos fundamentales del folclor ruso, dijo impresionado: “¡Estas balalaikas son una delicia! Qué efecto sorprendente tienen en la orquesta. Su sonido no tiene rival”.
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Tal afirmación podrá corroborarse este domingo a las seis de la tarde en el Auditorio Blas Galindo del Centro de las Artes, cuando el joven ruso Kutuev Damir se presente con la Orquesta Escuela Carlos Chávez (OECCh), dirigida por Eduardo García Barrios. El concierto, de entrada libre, contará también con la participación de la violinista Agasha Grigorieva y el pianista Vladimir Petrov.
Como inicio de su gira por México, los jóvenes músicos se presentaron el viernes en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Luego tocarán el 7 de febrero en Zacatecas, el 8 en Matehuala y el 11 en San Luis Potosí. Sus presentaciones fueron organizadas por Enlace Cultural Internacional en Acción, con el apoyo de la Fundación Benéfica Internacional Vladimir Spivakov y el Sistema Nacional de Fomento Musical.
Iván Petrov, presidente de Enlace Cultural, dice en entrevista que “estos jóvenes músicos, que tienen entre 14 y 19 años, cuentan con una trayectoria internacional importante, además ser ganadores de concursos nacionales y en el extranjero”.
Kutuev Damir, que a sus 14 años de edad aparenta menos, cuenta en entrevista que de pequeño quería tocar guitarra, pero como es bajito, le sugirieron un instrumento más pequeño para empezar. “Pero la balalaika me gustó mucho, aprendí a tocarla y, dos años después, empecé a ganar concursos regionales y luego nacionales”.
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—¿Qué te gusta de su sonido?
Sus posibilidades sonoras son enormes, muy diversas. Obviamente nació como un instrumento folclórico, por lo que existe un repertorio extenso de música tradicional. Sin embargo, también hay adaptaciones de música clásica para la balalaika, incluso obras de Paganini, así como música contemporánea. Lo que me gusta del instrumento es la variedad tan amplia de repertorio que se puede tocar.
—¿Qué repertorio vas a abordar?
Entre las piezas que voy a tocar está Variaciones de concierto del tema Kalinka, basada en una de las canciones más populares del folclor ruso. También abordaré El viajo banjo, de S. Kachalin; Yáblonchko, danza popular rusa de E. Troyanovsk; Valenki, de N. Budashkin, y Canciones y czardas rumanas, de V. Andreyev. Como bis tocaré El vuelo del abejorro, de Rimski-Kórsakov, una muestra de la capacidad virtuosística de la balalaika, por la rapidez con la que debe ejecutarse.
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—¿Qué es lo que seduce al público de tu instrumento?
El hecho de que es un instrumento muy pequeño, de únicamente tres cuerdas, pero con el que se puede tocar todo género de música, hasta un concierto de Paganini. Tiene muchísimas posibilidades sonoras, lo que hace que la gente se sienta atraída por él.
—¿Cuál es tu sensación de tocar en público?
Me cuesta mucho trabajo describir lo que siento cuando estoy en el escenario: es una mezcla de alegría y nervios, pero es algo muy agradable.
—¿Qué les puede ofrecer tu música a los jóvenes en tiempos de desesperanza?
La música tiene mucha fuerza para cambiar las cosas, pero no cualquier música, no cualquier sonido, porque ahora hay ruido al que llaman música. La música de concierto tiene mucho potencial para influir en la gente, pero los escenarios grandes por lo general son para quienes tocan una música de menor calidad y con mucho ruido.
—¿Cuál es la función de la música?
La música puede servir para relajarse, para pensar, para muchas cosas. A veces, cuando no puedo dormir, escucho rock pesado porque me relaja. La música es un lenguaje internacional que todo el mundo entiende.
—¿Y has tocado rock con balalaika?
No —responde con una sonrisa—, pero ahora ya tengo dos guitarras: cumplí con mi primer sueño y con ellas sí toco rock.
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