El fresco Sueño de una tarde dominical en la Alameda central, de Diego Rivera, emergió de las ruinas del Hotel del Prado que resultó severamente dañado con los movimientos telúricos de 19 y 20 de septiembre de 1985.
De entre los escombros y las paredes a punto de derrumbarse fue rescatado el mural que pintara en 1947 Rivera en el vestíbulo del Hotel del Prado. Y gracias a una serie de trabajos realizados por restauradores y expertos en ingeniería, se convirtió en el ejemplo más emblemático de una espectacular recuperación.
El mural de 15.67 metros de largo por 4.75 metros de ancho, en el que Diego Rivera retrató a 140 personajes de los momentos más relevantes de la vida de México, fue recuperado y trasladado a un nuevo espacio, explica Guadalupe Rivera Marín, hija del muralista.
El objetivo, subraya, era sacar el mural Sueño de una tarde dominical por la Alameda central, de 35 toneladas, y ponerlo a salvo en un terreno donde posteriormente se levantaría un museo para preservarlo. "Fue así como se planeó el Museo Mural Diego Rivera, el único recinto en el mundo con estas características: construido especialmente para resguardar esta magna obra", sostiene la doctora en historia del arte Mercedes Sierra.
La anécdota
Al día siguiente del gran terremoto de 1985, el primero en entrar al Hotel del Prado a verificar el estado de conservación de la singular obra transportable, de 70 metros cuadrados, fue el maestro Eliseo Mijangos. El reconocido restaurador cuenta que el edificio, que era propiedad de Pensiones del Issste, ya estaba custodiado por el Ejército.
"Me dejaron pasar pero no me permitieron tomar fotografías, tuve que apoyarme en mi libreta para dibujar los detalles que dieran cuenta del estado en que se encontraba el mural; aun así, realicé mi reporte de forma minuciosa acerca de la condición del mural", dice vía telefónica el especialista, quien vive en Celaya, Guanajuato.
"Sin duda, ese fue el más grande ejemplo de recuperación del patrimonio artístico realizado por expertos mexicanos del Cencropam, ya que fue rescatado del inmueble que tenía que ser demolido", dice Rivera Marín.
Lo extraordinario es que esa obra mural transportable ya había sido cambiada de lugar en un primer momento, se movió del salón comedor Versalles al lobby del Hotel del Prado, para ello, se constituyó en 1961 una estructura metálica. Así que después de los sismos de 1985 la obra mural se pudo mover y sacar del Hotel del Prado, a través de una gran plataforma.
A salvo
El fresco se trasladó a un espacio en la calle de Balderas, terreno que correspondía al estacionamiento del Hotel Regis, mismo que se había colapsado. "Aunque el mural solo tenía que cruzar la calle y recorrer no más de 100 metros, esos trabajos se realizaron en aproximadamente 12 horas", comenta.
Rivera Marín precisa que durante los sismos del 85, al mural de su padre "no le pasó absolutamente nada, salvo fisuras y algunas grietas", aun cuando se cayó todo a su alrededor. "Mi hermana Ruth Rivera, que era arquitecta, participó en los trabajos del traslado del mural, emprendidos por iniciativa del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez; ella acompañó la obra, la iba cuidando durante el tiempo que se llevó el traslado. Yo también anduve ahí, por supuesto, fue una de las maniobras de ingeniería más increíbles que he visto en mi vida".
La investigadora y documentalista Marcela Sierra explica que el Museo Mural Diego Rivera es el único construido como un capelo especialmente para resguardar la obra monumental Sueño de una tarde dominical por la Alameda central. De hecho, todo el proceso de traslado lo recreó décadas después, a través del documental Cuando la tierra tembló, que se presentó en el 27 aniversario del Museo Mural Diego Rivera, inaugurado el 19 de febrero de 1988.
El paso a paso de una compleja operación
El mural Sueño de una tarde dominical por la Alameda central, de Diego Rivera, fue sometido a un dilatado y complejo proceso de recuperación y traslado.
La obra maestra fue atendida de inmediato por expertos restauradores. Antes de moverla se le tomaron fotografías y se realizó una calca de los elementos del fresco. Para mover el mural se protegió con tela, madera y se cubrió con colchones de hule, ya que su travesía de apenas unos cuantos metros levaría muchas horas.
El peso de la obra era de 20 toneladas, pero con todos los elementos que la cubrían, se incrementó a 35 toneladas. Los cálculos matemáticos para mover el fresco y garantizar su seguridad, fueron realizados por especialistas de la Facultad de Ingeniería de la UNAM. Para poder sacar el mural del lobby se tuvo que de demoler una parte de la fachada del Hotel del Prado, y colocar un enorme andamio para deslizarlo desde el interior.
Una vez afuera, sobre la avenida Juárez, la pluma de una grúa lo colocó en un plataforma rodante, movida por 96 ruedas, que se avanzaba de una forma muy lenta, por lo que estos trabajos se llevaron alrededor de 12 horas. Cuando llegó a su destino en los terrenos de las calles de Balderas y Colón, se protegió con resistentes lonas, ya que estaría a la intemperie mientras se construía sobre la propia obra el Museo Mural Diego Rivera.