Despacito, suave, de manera casi imperceptible, Esmeralda Aragón nos va llevando de la carcajada hilarante al más profundo de los terrores con esta invitación, con su oralidad desparpajada, a conocer su comunidad costera de El Coyul, en Oaxaca.
Los aromas, el clima, la comida, las costumbres, el beisbol, la fiesta, la borrachera, la pesca y el sabor a sal que la brisa trae nos dibuja a una comunidad rural que va perdiendo su inocencia y tranquilidad. Hoy la zona está tomada por el narco, la violencia, los feminicidios y las desapariciones forzadas. El humor desparpajado de Esmeralda nos embelesa y gana como espectadores que, ya entregados a su actuación, habremos de recibir el mazazo en el plexo solar cuando el tono cambie y nos sumerja en las aguas oscuras de la maldad de los hombres.
Conseguir en una obra esa suave transición del humor a lo trágico requiere de una intuición o maestría muy grandes y este equipo de teatreros oaxaqueños lo logran increíblemente bien. El Coyul es un unipersonal escrito por la actriz y codirectora Esmeralda Aragón de la mano de Gustavo Martínez, el otro director. El texto tiene una estructura mosaico de siete escenas como siete días tiene la semana y nos revela a personajes reales de la comunidad del mismo nombre. “Ahí mero‘tá enterrado mi ombligo”, nos dice la actriz oaxaqueña que siempre ha priorizado el trabajo con su comunidad. De hecho, El Coyul se estrenó en el patio de la casa paterna en el pueblo, ante más de 800 espectadores que por primera vez veían teatro. Este trabajo escénico es tan auténtico que en no pocas comunidades serranas o costeras reclaman esas voces y olores y sentires como si fueran propios: “Eso acá también pasa, manita.”
Este viernes, sábado y domingo son las últimas tres funciones de esta temporada que la compañía Pelo de Gato realiza de El Coyul en Ciudad de México. Me gustaría que usted, lector, recibiera mi vehemente invitación para que no se pierda este cachito de país que nos regalan con humor Gustavo Martínez y Esmeralda Aragón.