Nació en Londres, pero John Carlin conoce a la perfección la historia de Latinoamérica porque ayudó a escribirla como corresponsal desde la redacciones de diarios como el Buenos Aires Herald, BBC, y The Independent. Luego dio un paso más allá y mezcló los dos mundos en los que navega: la literatura y el periodismo. Pasó de cubrir historias de la dictadura argentina y de hacer entrevistas a funcionarios como Carlos Salinas de Gortari, a derribar los muros de la vida privada para dejar ver a sus lectores las personas detrás de celebridades como Nelson Mandela, Rafael Nadal y el polémico Oscar Pistorius, protagonista de su última novela Pistorius: la sombra de la verdad (2014, Planeta).
Estudiaste letras inglesas y haces periodismo. En tus libros hablas de las vidas de personajes públicos, ¿son el resultado de la combinación de los dos mundos?
Me encantan los libros, todo tipo de libros. Yo empecé en el periodismo no tanto con la idea, al menos al principio, de ponerme a investigar cosas o conseguir grandes exclusivas, lo hice inicialmente por la necesidad que tenía de escribir. Al poco tiempo –puede sonar un poco pomposo–, pero sentí que con el periodismo podría aportar mi pequeñito granito de arena para intentar crear un mundo mejor o por lo menos menos malo: vi el poder que uno puede tener como periodista para combatir los errores de la vida. Eso me atrapó.
¿Cómo pasaste del periodismo a la literatura?
Yo veo mis libros como una extensión del periodismo, de un periodismo más complicado porque la arquitectura de un libro es mucho más extensa y compleja que la de una historia de mil palabras. Pero no estaba pensando conscientemente en referencias literarias cuando escribí mi primer libro.
Escribes sobre la vida de personajes famosos. ¿Cómo fue entrevistar al mal afamado Carlos Salinas de Gortari y a alguien tan amado como Michael Jordan?
A Salinas de Gortari lo entrevisté antes de que llegara a la presidencia. Era secretario (de Programación y Presupuesto). En ese momento no tenía la mala fama que tuvo después. No tengo un recuerdo nítido de esa entrevista, pero lo que sí recuerdo es que era un tipo muy inteligente, muy astuto, que sabía cómo hacer una entrevista convincente con un corresponsal extranjero; me quedé con la impresión de que era una persona muy hábil, no quizá una persona en la que confiaría al cien por ciento. Mientras que Jordan, esta figura tan querida y admirada mundialmente, me pareció un auténtico cretino, un tipo horrible. Tenía una soberbia colosal. Tenía en la entrevista a una corte de acólitos que estaban ahí, como con un rey medieval, riéndose a carcajadas de cualquier bobada que decía. Me pidieron que les mandara las preguntas por adelantado, y si me salía del guión se ponían histéricos. Recuerdo que me trató con el mismo desdén con el que imagino que trata a mucha gente alrededor de el rey Jordan. Si me dices que elija entre cuál de los dos me cayó mejor, te diría que Salinas.
¿Cómo escoges a los personajes o las historia de las que hablas?, ¿qué deben tener para que creas que es necesario escribir un libro?
El libro de Ángeles Blancos fue algo usual: logré tener cierto acceso al Real Madrid y empecé teniendo una relación muy buena con Florentino Pérez, tanto que incluso me pidieron a mí que hiciera la primera entrevista por televisión a David Beckham cuando llegó al Real Madrid, el acontecimiento hollywoodesco del año 2003. Pensé que quizá me darían más acceso para tener la posibilidad de hacer algo desde adentro y que sería un libro de interés mundial, y efectivamente se tradujo a muchos idiomas. La idea que tenía en mente, desde bastante antes de Los Ángeles Blancos, fue el que terminó llamándose El factor humano que llegó al cine como Invictus, bajo la dirección de Clint Eastwood, sobre Nelson Mandela.
¿Nunca pensaste hacer ficción?
A mí lo que más me gustaría hacer en el mundo es escribir un libro de ficción. Todavía no lo he hecho por dos motivos: uno, por falta de valentía porque creo que te expones muchísimo más haciendo ficción que haciendo no ficción como escritor y como persona, y he carecido de la confianza en mí mismo. Yo a los escritores que más admiro son los escritores de ficción, me gusta leer mucho más eso. Por otro lado, últimamente estoy pensando que quizá he superado ese miedo, pero tengo un problema que es absolutamente práctico, que es que yo tengo que ganar dinero pagar los gastos que tengo en la vida y conmigo la ficción es una apuesta arriesgada; es invertir mucho tiempo en algo que quizá acabe en nada, que no sea publicado.
Para el libro del deportista sudafricano Oscar Pistorius, ¿cómo encuentras el equilibrio entre su vida privada y pública?
Lo que tenía que hacer en este caso era entrar en la vida privada lo más posible para aportar cosas nuevas, porque lo público ahí está en internet, te metes a Google y lo sacas todo. La gracia de hacer un libro es intentar entender el personaje y conocer lo más posible sobre su vida privada, que por supuesto fue lo más difícil. Siempre lo que es difícil, que cuesta mucho, es lo que vale la pena. El de Pistorius es un libro periodístico en el que me costó muchísimo, muchísimo, derribar los muros que había construido alrededor de sí mismo Pistorius después de haber asesinado a su novia, porque había una desconfianza total hacia cualquier periodista y escritor desconocido, como yo.
¿Qué necesitaste para derribar esos muros y cuánto tiempo te tomó acercarte a Pistorius?
La persistencia es fundamental. Sabía que si me rendía iba a producir un libro que no iba a valer la pena, por lo que no me iba a rendir. También hay que tener un poco de astucia, de diplomacia. Lo que hice fue, de manera consciente y estratégica, empezar a conocer gente que no formara parte del núcleo duro de Pistorius. Por ejemplo, conocí al tipo que le había puesto sus primeras prótesis de carrera, y fue un especialista en prótesis el que lo conoció a los 13 o 14 años y me fui hasta Texas a verlo; luego a Islandia, donde le fabricaban sus chitas (prótesis) y ahí conocí a mucha gente que tenía trato con él. Calculé que esta gente se comunicaría con Pistorius para decirle que estaba haciendo un trabajo en serio. Así fue, el mensaje sí le llegó a Pistorius, recibió buenas referencias mías y al final fue conocer a su tío, con el que estaba viviendo, y a él también. Y ahí logré penetrar los muros.