Hacia 1920, la Universidad Nacional otorgó un doctorado honoris causa al diplomático cubano Manuel Márquez Sterling. Tras 97 años, lo recibe el escritor Leonardo Padura, un creador que nació y vive en Cuba, con el reconocimiento literario de los de dentro y los de fuera.
“Cuba me alimenta como escritor; soy uno que todo lo que escribe empieza y termina en Cuba, porque es mi experiencia, mi vivencia, y es una necesidad que tengo de escribir y de hablar, ya que tengo la posibilidad de que mi palabra, sea impresa o hablada, se refiera a la situación de las personas en Cuba, de los sueños, las frustraciones y las esperanzas”.
Con esas palabras el literato regresó a CdMx, casi dos décadas después de su última visita debido a su enfrentamiento con la altura de la capital del país, donde fue investido con un doctorado honoris causa por la UNAM, reconocimiento compartido con otros 10 destacados hombres y mujeres de letras, cultura y ciencia de México, Cuba y España.
“Y como lo dije en la entrega del Premio Princesa de Asturias de las Letras, hace dos años: lo recibo no solo personalmente, sino como un escritor cubano que vive en Cuba y que pertenece a la cultura cubana. Es también un reconocimiento a la cultura de Cuba”.
LETRAS DE UNA CIUDAD
Antes de la ceremonia, Padura ofreció una charla en la sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario, con el título La Habana, ciudad de letras, que definió como un adelanto de un ensayo que espera terminar… para cuando la narrativa se lo permita.
La conferencia que ofreció el literato ante estudiantes universitarios fue el espacio idóneo para recontarse a sí mismo, lo mismo convencido de que periodismo y literatura son dos maneras de creación, de escritura, muy cercanas, aunque tengan fines diferentes. También para buscar las letras habaneras mediante un repaso histórico de lo que han sido los esfuerzos para construir la imagen de La Habana.
Esos esfuerzos se iniciaron a principios del siglo XIX, con un personaje como Domingo del Monte y sus tertulias para construir, “a toda costa, un país, una ciudad, una narrativa nacional, una construcción espiritual hecha de palabras”.
Entre los presentes en esas tertulias, Padura recordó en especial a Cirilo Villaverde, “quien se encargaría de concretar el propósito ideológico y literario más perseguido, a través de los libros Cecilia Valdés o la loma del Ángel, de 1839, y La joven de la flecha de oro, de 1842”, sendas historias de amor con las que arma el tejido social, arquitectónico, racial y psicológico de la ciudad donde vive.
Añadió a otras figuras que terminaron por concretar la construcción de una urbe con palabras: Alejo Carpentier, José Lezama Lima y Guillermo Cabrera Infante, “de quienes el resto de los escritores hemos escrito de la construcción o de la deconstrucción de la ciudad. Somos herederos de esa tradición cultural”, enfatizó.
ENGRANDECIMIENTO
En una ceremonia desarrollada en el Palacio de Minería, la UNAM entregó a académicos 11 doctorados honoris causa por “ser personas con méritos excepcionales que, con su obra, han contribuido de manera sobresaliente al engrandecimiento de las ciencias, las artes, las humanidades y la cultura, así como al mejoramiento de las condiciones de vida y bienestar de la humanidad”.
María Atlántida Coll, Mercedes de la Garza, Luis Esteva Maraboto, Víctor García de la Concha, Enrique González Pedrero, Jaime Labastida, Eduardo Matos Moctezuma, Leonardo Padura, Ranulfo Romo, Silvia Torres Castilleja y Josefina Zoraida Vázquez fueron los personajes investidos con el doctorado honoris causa, quienes recibieron el diploma, la medalla, la muceta y el birrete de manos del rector Enrique Graue.
El rector aseguró que las universidades, como fuentes de generación y transmisión del saber, “como preservadoras de la libertad y conservadoras de la cultura, reconocen en ceremonias de este tipo los valores más importantes sobre los que debe regirse cualquier sociedad.
“En una sociedad global, en donde permean la intolerancia, la violencia y la incomprensión, el reconocer el estudio a la búsqueda incesante de la verdad y a la defensa irrestricta de la libertad, convierten al evento académico en un aliento de esperanza que debemos celebrar”.
Antes, Josefina Zoraida Vázquez recordó que si bien hay amenazas externas y problemas internos, que hacen afirmar a algunos que esta es la peor etapa de nuestra historia, “como historiadora puedo aclararles que hemos enfrentado momentos peores”.