Se tomó con calma su partida. En la semana fue en busca del notario. Tenía que dejar arreglados todos sus pendientes. Así era Don Federico Munguía. Una persona metódica y ordenada como buen historiador. Tal vez pensó en su amigo Juan Rulfo. Sabía que pronto lo vería.
Los grandes seguramente se junta a pasar la eternidad. De manera directa habló con sus hijos que residen en su Sayula de portales arabescos y llamó por teléfono a los que viven en otras ciudades, les dio consejos de vida, lo que un maestro como él no podía dejar de hacer. Dar sus últimas enseñanzas en este plano. Se preparó para su muerte e incluso comentó que ya sentía que en esta ocasión se iría. Lo sabía y lo asumía con todas su implicaciones. Supo, quizás, desde el inicio de la semana en que falleció que ya rondaba la muerte por esos polvorientos surcos del río de Sayula en periodo de estiaje.
Esto fue el preámbulo de lo que pasaría y de lo que nosotros viviríamos con su muerte. El jueves a las 06:30 horas don Federico había iniciado el viaje sin retorno. Su muerte fue tan solo una continuidad del sueño. La comunicación fluyó de inmediato entre los hijos. Según me comenta Mauricio Munguía Anaya, él todavía lo alcanzó a sentir que había calor en sus mejillas, y que por tanto no había la rigidez que acontece cuando existen algunas horas de evolución cadavérica.
Lejos de Sayula, en la Metrópoli de Guadalajara, mi esposa estaba en el trabajo cuando a las 08:50 mi cuñada, que cuida a mi hija, me avisó, que había muerto, su tío Federico. Le pregunté si Blanca Bátiz, mi esposa, ya estaba enterada. Me contesto que ya estaba en los chats de la familia circulando la información y que era cuestión que mirara su teléfono. Resolví ir al trabajo, pedir permiso y avisar que tendríamos que salir rumbo a Sayula en el transcurso del día. No sin antes dejar a manos de un mecánico el coche familiar, para un ajuste necesario, antes de tomar la carretera. Ya en el camión urbano, solo, con mis pensamientos; sentí una melancolía profunda. Don Federico Munguía Cárdenas nos había dejado en una orfandad, para sus hijos, literal. Pero para nosotros simbólica. Cuando chequé mis mensajes de whatsapp caí en la cuenta que tenía uno del escritor Salvador Manzano Anaya. Me había avisado a las 08:11 horas y eran las 12:30. Resolví llamar a mi mujer. Sabiendo que ya había dejado de dar clases y habría checado su celular.
-¿Cómo estás?
Triste, me acabo de enterar de la muerte de mi padrino.
Quedé en pedir permiso para mis clases de la tarde le comenté que como a la una estarían arreglando el auto. Y que vería lo de un permiso para que saliéramos en cuantos estuviera listo el auto. Me comentó que su madre ya estaba en camino junto con su tío, el actor Carlos Torres, y que irían de ida y vuelta. Salvado lo del auto, lo del permiso, y otras peripecias, estuvimos con la familia de mi esposa en Sayula. Ahí fuimos testigos de lo querido e importante que fue Don Federico Munguía. La ciudad abarrotó la funeraria. Estando ahí nos enteraron que había un itinerario para Don Federico. Esto el día 31. Así me lo comunicó, su hijo, Mauricio Munguía Anaya tras una charla que tuvimos antes de retirarnos a descansar en el Hotel la Fortaleza que es propiedad de algunos de la familia.
Cabe mencionar que en la charla tocamos el tema del acervo documental de su padre, comentándome que buscarán la manera de digitalizarlo y de ponerlo bajo buen resguardo y conservación. Algo de vital interés para la familia. El viernes 31 de marzo nos levantamos como a las siete para estar todos listos. Mi esposa, mi cuñada, sus hijas y mis hijos. Todos nos enfilamos rumbo a la funeraria para formar parte del cortejo que partió a las 08:40 con los restos del cronista emérito de la ciudad. El destino fue la Presidencia Municipal, escoltado el cortejo por las autoridades policiacas y de tránsito. Autos y gente de pie se perfilaron al edificio del ayuntamiento. A las 09:00 A.M. EL féretro entró por una puerta lateral custodiada por policías y al interior había una valla formada por trabajadores del municipio quienes aplaudían. Tomó entonces la palabra el presidente municipal el Ingeniero Jorge Campos Aguilar. Mismo que hizo la Guardia de honor acompañado de su consorte.
Posterior a este homenaje al autor de La Provincia de Ávalos, una de las historias más completas del Sur de Jalisco, fue llevado a los campos del Club Juventud. Llegados al lugar la carroza dio una vuelta a la cancha, en medio del canto de los gallos de un solar vecino, mismos que no dejaron de cantar en lo que duró el homenaje al fundador y gestor del espacio deportivo. Posterior a ello el cuerpo retorno a la funeraria, para hacer un breve descanso e ingresar al templo principal de la ciudad. En ese lapso, a las 11:30, una delegación de la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística, entre ellos Pilar Sánchez Alfaro, realizó la Guardia de Honor a Don Federico y el féretro entró con el estandarte de la referida sociedad, de la cual Federico Munguía Cárdenas fue presidente en el estado de Jalisco y fundador del Capítulo Sur. A las 12:00 horas el cuerpo entró al templo. En una homilía realizada por dos sacerdotes. En la predica se resaltó por parte de uno de ellos la importancia de don Federico en el desarrollo de la ciudad. Entre aplausos fueron conducidos sus restos hacia el panteón municipal. Recorriéndolo a pie muchos de sus familiares entre ellos mí esposa y un servidor.
Se concluyó el entierro de aquél que fuera unos los últimos amigos vivos de Juan Rulfo. El cronista que hiciera un rescate de muchos de los documentos histórico de esta importante ciudad del Sur de Jalisco. El mismo que fundara el periódico Tzaulán, el más longevo de la región, pero ante todo un entrañable ser humano.
Antes de bajar el féretro con los restos de Don Federico a quien desde hace diez años se le había diagnosticado cáncer, Doña Angélica Anaya Curiel, esposa del fallecido, tomó la palabra para agradecernos a todos el acompañamiento. Tomándola Benjamín Díaz, uno de los grandes amigos de Don Federico, que iba acompañado de José Ojeda. Un funeral con sus partes públicas y las familiares. Yo de manera personal agradezco a don Federico Munguía Cárdenas los momentos en familia compartidos. El cariño que le tuvo a su ahijada, mi esposa, Blanca Bátiz y a mi hijo Samuel.
A mi Sara no tuvimos la ocasión de presentársela. Hasta pronto Don Federico Munguía Cárdenas. Fortaleza y resignación a sus hijos y nietos. Le sobreviven Doña Angélica Anaya Curiel y sus hijos; Federico, Luz Angélica, Leopoldo, Laura Cristina, María Elena, Guadalupe y Mauricio Munguía Anaya
MC