Cultura

Alberga CdMx cinco recintos imperdibles

The New York Times

El autor lanza una recomendación de los espacios que, en su opinión, no se pueden dejar de visitar en la metrópoli más grande de Norteamérica.

Cada vez que recorro los numerosos museos del parque de Chapultepec o voy a trotar entre las torres modernistas de Reforma, me vuelve a sorprender la cantidad de épocas diferentes que Ciudad de México permite visitar en un solo día.

La metrópoli más grande de Norteamérica lleva las marcas de siete siglos de historia cultural: escultura indígena, monumentos coloniales, maravillas modernistas y, más recientemente, algunas de las mejores obras de arte y arquitectura contemporáneas del mundo. El arte y la arquitectura de Ciudad de México lo pueden dejar a uno sin aliento, y no solo por estar a 2 mil 240 metros sobre el nivel del mar. He aquí cinco lugares clave, algunos emblemáticos y otros más desconocidos, que comienzan a trazar el mapa de la inagotable prosperidad cultural de esta ciudad.

Búnker de cemento

La mayoría de los principales museos de la ciudad se encuentran en el Centro Histórico o en Chapultepec, pero los artistas e intelectuales del siglo XX gravitaron hacia los extremos meridionales de la capital. En Coyoacán, el muralista Diego Rivera dedicó los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial a la construcción de una fortaleza pseudoindígena: un “extraño tipo de rancho”, como él lo llamaba, que albergaría su gran colección de máscaras y efigies olmecas, nahuas y tolteca.

El Anahaucalli, un búnker de cemento cubierto de piedra volcánica, se alza como una tumba negra desde una plaza central vacía. En su interior los rótulos son mínimos; las sombras, teatrales. Mosaicos del gran Juan O’Gorman entremezclan motivos mesoamericanos y comunistas.

Otros museos de aquí, sobre todo el gran Museo Nacional de Antropología, ofrecen una base sólida sobre la historia cultural prehispánica. El Anahuacalli no es eso. Exceso delirante, ensueño moderno: el Museo Anahuacalli es un collage imaginario renacentista azteca, todo luces y sombras, sublime y ridículo a partes iguales.

Mi propia pasión por el Anahuacalli no nació sino hasta una visita posterior, tras la inauguración en 2021 de una ampliación realizada por Mauricio Rocha, uno de los mejores arquitectos que trabajan en México; de hecho, en cualquier lugar de América. La intervención de Rocha adopta la forma de tres pabellones bajos de basalto local, integrados en el paisaje volcánico: horizontales y armónicos, allí donde la obra original de Rivera impone una verticalidad inquietante. El almacén de Rocha, donde ahora se exponen a la vista más de 60 mil objetos de la colección, es el espacio museístico más bello de la ciudad.

Museo Anahaucalli, Museo 150, Col. San Pablo Tepetlapa, Coyoacán.

Una ballena blanca (y negra)

Con más de 600 mil libros que desafían la gravedad en estanterías de acero escalonadas y suspendidas, la Biblioteca Vasconcelos es uno de los edificios más impactantes, incluso intimidantes, de la ciudad. La biblioteca del siglo XXI de la capital, obra del arquitecto Alberto Kalach, es un edificio en el que la escritura se vuelve infraestructura. En Ciudad de México a veces la llaman Megabiblioteca y, al mirar hacia arriba, uno puede sentirse dentro de una visión ilustrada de una infinita sala del conocimiento.

Pero no vengo aquí a leer. En el centro de esta gigantesca sala de libros cuelga una de mis obras de arte público favoritas: Mátrix Móvil (2006), una escultura de Gabriel Orozco, el artista vivo más importante de México. Su forma es la de un esqueleto de ballena —pero no es la réplica de un esqueleto, sino los huesos reales, extraídos de las dunas de Baja California— que el artista recubrió con arcos concéntricos trazados finamente a lápiz.

Los ritos conmemorativos del sur de México desde hace mucho tiempo han incluido el blanqueamiento y la exhibición de los huesos de los muertos, y en obras anteriores Orozco había utilizado cráneos como los inusuales soportes de dibujos abstractos tridimensionales en blanco y negro.

Con la ballena llevó ese proyecto a una escala totalmente nueva: una megaestructura dentro de una megaestructura arquitectónica, que se convierte en su propio acto de exhibición conmemorativa. La ballena nada por los aires, por la historia, por la literatura; une la zoología con la topología; es una reconciliación del sueño con la vida.

Biblioteca Vasconcelos, Eje 1 Nte. S/N, Buenavista, Cuauhtémoc.

Mural antifascista

¡Arte para el pueblo! Desde principios de la década de 1920, el gobierno del México posrevolucionario encomendó a los pintores del país una tarea primordial: inspirar a la nación con imágenes imponentes de logros históricos y orgullo nacionalista. Encarnar, para lo que entonces era todavía una población mayoritariamente analfabeta, el sueño nacionalista de hibridación cultural conocido como mestizaje. Cubrir los muros coloniales con los colores de un México moderno.

El muralismo mexicano ha atraído a artistas hacia el sur de su país desde sus primeros años; lejos de la ruta turística, en un mercado, aún se puede encontrar el optimismo de un joven artista estadunidense que encontró su voz en los muros.

Isamu Noguchi tenía veintitantos años cuando llegó a México (y tuvo un romance con Frida Kahlo, por cierto), y para las paredes del mercado Presidente Abelardo L. Rodríguez concibió un relieve mural que entrelaza rascacielos de Wall Street, tubos de ensayo y vasos de precipitados, y trabajadores sin rostro que avanzan hacia la victoria sobre una esvástica que se cierne sobre ellos.

La Historia de México de Noguchi, que se extiende a lo largo de tres paredes y 22 metros de cemento y ladrillo, es su primera obra de arte pública, y fue completada en 1936.

República de Venezuela 72, Centro Histórico

Extravagante belleza

En el Munal se observa el florecimiento de un estilo de pintura apasionado e híbrido en la Nueva España, donde los artistas desplegaron técnicas europeas en otro hemisferio.

En el siglo XVII, España, Flandes y lo que hoy es México formaban parte de un mismo imperio en constante movimiento, y sus pintores también estaban vinculados. Artistas europeos se instalaron en Ciudad de México. Los profesionales locales descubrieron las innovaciones del viejo continente a través de una sólida cultura transatlántica del grabado.

Los desposorios de la Virgen, de Sebastián López de Arteaga
Los desposorios de la Virgen, de Sebastián López de Arteaga, en el Munal | Munal

En Los desposorios de la Virgen (hacia 1640), de Sebastián López de Arteaga, de la colección Munal, las dramáticas sombras de Caravaggio colisionan con las alegres dispersiones de flores. Con un ornamento recargado e incluso chillón, delirante y acechado por la muerte, este es el germen de un imaginario nacional que perdura hasta el día de hoy.

Museo Nacional de Arte, Tacuba 8, Centro Histórico.

Enigma monolítico

El campus de la UNAM, la universidad más grande de Latinoamérica, es una especie de museo al aire libre. Su densa colección de edificios influidos por la Bauhaus, sobre todo su biblioteca central revestida de mosaicos, obra de Juan O’Gorman, concilia el diseño y la planificación aztecas con el acero y el hormigón modernos.

De forma más discreta y emocionante, la UNAM es también un lugar importante para el arte ambiental, y al sur del campus hay una reserva ecológica que ofrece una visión muy diferente de la monumentalidad mexicana.

El Espacio Escultórico, inaugurado en 1979 por Federico Silva y un colectivo de artistas, consta de 64 grandes prismas triangulares de piedra que forman un círculo alrededor de un lago de lava endurecida de 120 metros de diámetro. Donde los muralistas pintaban para la sociedad, aquí había arte para la tierra: duro y hierático, grandioso e indiferente, tan conectado con la cosmología prehispánica como con la abstracción geométrica que estuvo de moda aquí durante las décadas de 1960 y 1970.

Universidad Nacional Autónoma de México, Calle Mario de La Cueva, Ciudad Universitaria.

c. 2025 The New York Times Company

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