Vasos a medio terminar con ron, whisky y tequila fueron los restos que quedaron de lo que ocurrió en el Gandhibús, camión en el que un grupo de afortunados lectores festejaron el 44 aniversario de librerías Gandhi. Allí fueron acompañados por escritores como Alberto Ruy Sánchez, Jennifer Clement y Horacio Garduño, entre muchos otros.
Fernando Rivera Calderón tocaba rolas —con Lydia Cacho fungiendo como su asistente microfonista— que resonaban con gran energía; al alzar la mirada, lo que se alcanzaba a distinguir entre los flashazos de alguna selfie eran los bailongos que Alberto Ruy Sánchez se aventaba en el tubo con alguna de sus seguidoras o con la sexóloga Verónica Maza, quien, además de callar al dj cuando intentó alburearla, alentaba a los más tímidos asistentes para que se desinhibiesen e hicieran un baile exótico dentro del autobús de las letras.
A bordo del Gandhibús todo era un desmadre, y así hizo su arribo a tres sucursales de la librería (Miguel Ángel de Quevedo, colonia Del Valle y Coapa). La escena cambiaba con su llegada: entonces se desataba una interacción plena de libros autografiados, selfies grupales, platitos de canapés olvidados en los estantes y de charlas entre lectores y escritores.
Jennifer Clement contaba que antaño la librería había sorprendido por su nombre, "muy idealista y bonito", y que "era el mejor lugar para irse de pinta", pues ahí se conocía a los estudiantes de otras escuelas. Verónica Maza evocaba los concursos en los que quien robaba el libro más choncho era coronado victorioso, así como sus experiencias carnales dentro de ésta: "Seguro alguna vez fajé en alguno de los pasillos con mi novio en turno, Fernando Rivera Calderón".
Algunos de los asistentes se acercaban rápido por una firma y otros solo se tomaban foto, pero había quienes han hecho de la obra de su escritor favorito parte esencial de su vida, como Zulema Juárez, quien tiene tatuado en la espalda baja una de las tantas caligrafías que ilustran la obra de Ruy Sánchez: "Ver que son personas sensibles igual que tú es maravilloso, porque a través de ellos vivimos un montón de cosas. No concibo mi vida sin leer a Alberto".
"Con su tatuaje, Zulema se volvió personaje de mi novela y vive la historia en su cuerpo. Está reeditando mi libro en su piel, ¡qué más se puede pedir!", exclamaba el literato tras besar la tinta en la piel de su fan.