Poco antes de que se estrenara Barataria (octubre de 2016), mi hijo mayor, de entonces 12 años, leyó en poco menos de cuatro semanas 26 libros que implicaban casi 5 mil páginas. Los apilamos y le sacamos una foto. La anécdota personal sería intrascendente aquí si no fuese por su comentario: “¿Te das cuenta, papá? En dos meses he leído más que Peña Nieto en toda su vida”. Pues esta obra, debida a varios ingenios articulados por el de Benjamín Cann en una dramaturgia poderosa y delirante, justo trata del desgobierno que se da cuando a una ínsula que lleva el nombre del título, llega al poder un político que nunca ha leído un libro. ¡Pobre de nuestro México que se ha convertido en una ínsula rodeada de mar de corrupción e impunidad! Nos saquean una y otra vez porque se puede; nos asesinan porque se puede; nos violan porque se puede, en una espiral descendente hacia los infiernos que parece nadie desea parar porque el botín es aún enorme.
Más de 2 mil 600 homicidios han acaecido en México de enero a hoy, promedio de 56.5 muertes violentas cada 24 horas, reza el actor Alejandro Calva, y esa es la noticia del día que nos espeta el espectáculo apenas hemos entrado.
Cann (también responsable de la puesta en escena) y el chingón elenco conformado por Andrés Zuno, Andrea Guerrero, Carmen Madrid, Dalilah Polanco, Alejandro Calva, Jacobo Lieberman, Rodrigo Murray, Pablo Valentín y Jorge Zárate nos proponen de inicio que “no van sino a leernos” la obra Barataria que, basada en el episodio del Quijote, nos contará el desmadre que se hace cuando los gobernantes, a cambio de nada, ni siquiera del pacto ínfimo que implicaría el sacrificio de libertades a cambio de una elemental seguridad, se dedican al saqueo y al regalo del miedo entre los gobernados. La metáfora, que ante las circunstancias actuales prácticamente se desmantela sola como figura retórica, es tan bestial que no puede ser sino a través del humor más ácido que pueda pasar por cabeza, corazón y entrañas.
La escenografía (de Matías Gorlero) es tan solo (y no poca cosa) una enorme mesa sobre la cual han de transcurrir los lances de los actores que se representan a sí mismos (incluido el propio director-dramaturgo) pero también las desventuras de esta ínsula desbaratada y salvaje que puede matar incluso al propio Quijote y lo que representa, simplemente porque se puede. Y usted, lector, porque anhela que ya no se pueda, será muy torpe si se pierde este espectáculo los miércoles en el Foro Shakespeare (Zamora 7, colonia Condesa), 20:30.