Aunque la danza contemporánea ya no es estreno mundial en la Comarca Lagunera, como insistentemente asegura el maestro Jaime Hinojosa con ese espíritu chocarrero que lo caracteriza, los efectos de la permanenecia de su discurso entre los jóvenes ya rinde frutos para la región.
Así los estudiantes de la Escuela Municipal de Danza Contemporánea, que recientemente elevó su oferta educativa a nivel licenciatura, demuestran la fuerza vital de su expresión corporal.
Lo han hecho infinidad de veces en un espacio dancístico o teatral pero también en la calle, la cual han asaltado literalmente a través de los festivales de danza, que, vale la pena mencionar, con o sin recurso público, se realizan con el esfuerzo y el dinero de los bailarines que participan en ellos, esperando sencillamente que cambie la luz del semáforo para bailar por treinta segundos, cambiando así la postal urbana y devolviéndole al peatón y al conductor una sonrisa que permanecía oculta ante los conflictos que entraña la vida y sus malabares sociales y económicos.
Además la compañía "Mezquite Danza Contemporánea" se aproxima a sus veinte años de vida, tiempo en el cual llegó y se estableció Jaime Hinojosa para impulsar la belleza del arte urbano que se expresa a través de los cuerpos en movimiento.
Ahora, tras dos décadas de trabajo constante, es una opción educativa profesional que, alejada de las opciones técnicas, se inserta en el discurso de la cultura y el arte como formas no coyunturales sino de estructura para la vida.
No es raro pues recordar el cómo la maestra Sara Ovalle se encontró con su voz de bailarina. Ella recuerda que "la primera vez que vi algo de danza en la región, fue en el primer festival (hace veinte años) y me emocionó tanto que yo dije: 'Quiero estar arriba y hacer lo mismo que ellos'".
Dicen que el ejemplo se vuelve un camino a seguir. Y en el caso de la danza contemporánea el entusiasmo de los bailarines le permite al espectador sentir el aleteo de dios en su corazón. Y en todo su cuerpo.
JFR