La historia de El asedio animal, la novela más reciente de la escritora y periodista colombiana Vanessa Londoño, refleja la violencia en su país, aunque puede ser la de cualquier parte de América Latina, en especial en la idea de una historia circular en la que todo se puede repetir.
En la trama de la novela, publicada por Almadía, se acerca a la violencia en sus diferentes formas; aquí, por ejemplo, a través de la historia de una comunidad en el Mar Caribe, asediada por una lluvia torrencial que arrastra casas y cadáveres, pero también a la manera en que la misma violencia se empieza a contar, no a relatar: cuerpos mutilados que son números, no historias.
“En algunas oportunidades me he referido a la obra de Elena Garro, especialmente a Los recuerdos del porvenir, como una historia que interpreta muy bien la ecuación latinoamericana, nuestra narrativa como pueblos: gente que siempre está condenada a mirar en el pasado una versión o un reflejo de su futuro.
“Lamentablemente, el libro tiene hoy una textura muy importante de lo que sucede en Colombia, pero siempre la ha tenido y siempre la tendrá. Hay momentos en que es menos visible lo que cuento aquí y otros, como ahora, en que es muy visible lo que está pasando y lo que cuenta la novela”.
Abogada de profesión y con una maestría de Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York, ganadora del Premio de Literatura Aura Estrada, Vanessa Londoño (Bogotá, 1985) escribió El asedio animal, su primera novela, durante varios años, buena parte durante el proceso de paz en Colombia y algunos lectores se resistieron mucho al tema, porque el libro hablaba de la violencia en Colombia, y había quienes le reclamaban por seguir hablando del asunto.
“Hoy día, el tiempo me da la razón de que no se puede olvidar, que estas historias no pueden dejar de contarse. Hay temas que no se pueden censurar por agotamiento: no podemos olvidar, por eso una gran preocupación del libro es la memoria, las formas en que se construye y las maneras en que también se borra la memoria”.
El libro denuncia unas jerarquías que son permanentes y no se han podido desarticular, por lo que terminan siendo la causa de las violencias: persistir en una sociedad jerárquica, en términos de raza, de género, de clase social, es finalmente el detonante de estas violencias que atraviesan a la geografía que está tratando de contar Vanessa Londoño.
“De recordarlas y crearlas. Crearlas es una forma de anticipar o de gestionar el futuro: crear estas historias y recordarlas es una manera de lograr una gestión sobre el futuro, principalmente evitando esa condena que muy bien formuló Elena Garro en Los recuerdos del porvenir: evitar que el futuro siga siendo un reflejo constante del pasado”.
Y ello lo nota Vanessa Londoño con lo que sucede con las protestas actuales en Colombia, donde termina siendo grave “que la respuesta a una necesidad histórica sea mediante una represión militar y policial tan atroz”, a decir de la escritora, aunque en ese levantamiento detecta un espacio para la esperanza, el problema es que, cada vez que se actualiza alguna de esas variables; “simplemente nos está recordando una ecuación original, que es la misma en nuestros pueblos”.
PCL