Viajar en autobús a la Ciudad de México o a otra entidad del interior de la república, en medio de la pandemia por covid-19, se ha convertido para muchas personas en toda una odisea, y desde la salida de su casa: “el cubrebocas, el desinfectante, el gel antibacterial o la careta, y hasta un trapito con cloro que guardo en un toper para limpiar zonas que seguro está el virus, es cuestión de prioridad”, platica Alejandra Paredes, quien debe viajar una vez por semana a la capital del país por cuestiones médicas.
Alejandra organiza, desde un día antes, su salida hacia la Central de Autobuses de Pachuca, “por lo que debo llamar a un taxi para que pase por mí y evitar subirme al transporte público, en donde la sana distancia no existe y casi nadie usa cubrebocas”, dice.
Es así como cada semana toma el taxi que la lleva a la Central de Autobuses, ahí, generalmente y en horas pico, hay fila para pasar por el retén sanitario “y tampoco la gente respeta el metro y medio, pero yo sí les digo: ‘guarde su distancia, por favor’, y aunque me pongan cara, prefiero eso a que me vayan a contagiar”, explica.
Es así como este cerco sanitario que se ubica en la entrada principal de las instalaciones, es prioritario para entrar: toman la temperatura, colocan gel antibacterial y solicitan el uso de cubrebocas, “el cual no me lo quito para nada y llevo otro nuevo que me coloco cuando llego a la CdMx”, explica ansiosa Alejandra.
La mujer, de 30 años, se forma para adquirir su boleto de viaje, se coloca gel antibacterial, da su credencial de elector y tarjeta de débito que rocía con desinfectante en cuanto se las regresan y antes de colocarlas en su cartera.
“Lo hago porque no sé si hay covid en las manos de la chica que me acaba de atender”, expone, para colocarse de nueva cuenta la careta y seguir su camino hacia los torniquetes, donde muestra su celular en el que está su boleto electrónico.
Así, llegando al andén, se forma en la fila correspondiente de la ruta que se dirige a la capital, y ahí, guardando su sana distancia, se frota el gel antibacterial que le ha colocado el personal de la línea, quien le pide que espere “porque están desinfectando el autobús”.
Alejandra observa cuidadosamente que el vapor entre a todos los rincones del autobús, “porque es importante para evitar contagios”, expone antes de que inicie la revisión de su bolsa y de su boleto para acceder al transporte.
Al pasar este filtro, busca su lugar y antes de sentarse destapa una botella para rociar desinfectante en el asiento, en los acrílicos que dividen los mismos, así como el cinturón de seguridad y es así como se acomoda y se coloca los audífonos para escuchar música durante el trayecto, no sin antes dar una rociada más al espacio alrededor.
“Mucha gente cree que el covid-19 no existe, que es cosa de la imaginación, de que nos quieran controlar, pero sí lo es, y creo que los contagios se han acrecentado porque la gente no cuida y extrema medidas.
“Prefiero que la gente me vea extraña y a veces me ven mal porque seguro piensan que soy exagerada, pero prefiero eso a contagiarme o contagiar a mi familia. Si fuera por mí, no saldría, pero debo ir cada semana a la CdMx y no bajaré la guardia”, expone.
El autobús enciende y sale de la Central de Autobuses y durante el trayecto, Alejandra vuelve a salpicar de desinfectante su entorno y al llegar a su destino, agradece al chofer, no sin antes pasar la toalla impregnada de cloro para sostenerse del pasamanos y bajar de la unidad, “porque creo que es momento de cuidarnos más, la pandemia no ha terminado y si no extremamos precauciones nunca acabará”.