Monterrey /
Usuarios de rostros anónimos, pero tan familiares. Tan disímbolos, pero tan conocidos: todos tienen en común que no están contentos con el servicio que brindan los concesionarios del transporte público porque además de ser caro, no está a la altura de una metrópoli como Monterrey.
Los pasajeros observan por las ventanillas cómo pasan, veloces, los automóviles particulares y es inevitable que piensen que “algún día yo también tendré mi coche para no andar soportando choferes insolentes y camiones viejos”.
Es el transporte urbano de Monterrey, ese que condiciona su mejoría a un aumento de tarifas.