El aroma desagradable de la sangre, rebajado con agua que está en charcos en el suelo, se percibe a los pocos segundos de ingresar a este predio de la avenida Venustiano Carranza.
Y es que con casi 30 años de existencia, el Mercado Campesino de Monterrey sigue siendo entre los regiomontanos tan tradicional como insalubre.
Hogar momentáneo de cientos de animales que son sacrificados en el sitio para su venta, como cabritos, marranos, chivos, conejos y aves, el Mercado Campesino no parece cumplir las mínimas reglas de salubridad que debería acatar cualquier establecimiento, sin embargo, sus pasillos están llenos de clientes y comensales.
Apenas se entra en los terrenos del mercado, la variedad de comidas, dulces, animales, bebidas, jugos, ropa y hasta películas piratas es sorprendente.
Ahí, un hombre con sombrero que se sienta sobre su triciclo, sostiene una rama de árbol que utiliza para ahuyentar a las moscas que revolotean sobre sus camotes y chilacayote.
Más adelante, en otro de los pasillos, se observa una gran cabeza de marrano colgada que adorna el frente de uno de los puestos, flanqueada por otras partes de animales. El dueño, con un trapo, también le ahuyenta las moscas, que parecen superar en número a los animales que hay en el Mercado Campesino.
A escasos metros, en una jaula se observan unos 15 cabritos hacinados, con apenas espacio para comer, en espera de ser escogidos para su venta.
“Desde 600 hasta mil 200 pesos le cuesta, los marranos en mil 500 pesos. Aquí lo escoge y lo matamos para que se lo lleve”, dice uno de los vendedores, mientras muestra el lugar donde destazan a los animales, para luego colgarlos o dárselos a los clientes que los hayan pedido. De ahí el goteo de sangre mezclada con agua que se observa y que aromatiza la mayor parte del mercado.
En un lugar de comidas, con las mesas completamente abarrotadas en un domingo por la mañana, tres personas trabajan portando mallas para el pelo y cubrebocas.
“Tenemos fritada de cabrito, cabrito en salsa, cabeza de cabrito”, grita una señora que muestra los platillos a las personas que pasan.
A pesar de que el olor es, para algunos, desagradable, la gente que trabaja en el lugar y los clientes se dicen bastante acostumbrados.
“Es tradición, sí está muy braveado como está el mercado, pero aquí vengo a comer a veces, desde hace mucho tiempo”, cuenta Héctor Ramírez, un mecánico de 30 años que frecuenta el lugar desde hace muchos años.
Por ello, muchos aseguran que es cómodo acudir al mercado, pues pese a las moscas y lodo que se forma en las temporadas de lluvias, la variedad de artículos es amplia.
En el Mercado Campesino, el regiomontano puede encontrar todo tipo de cosas: desde cotorros para tenerlos en casa hasta pastas de dientes; frutas, como mangos, sandías, manzanas e incluso ropa interior femenina.
Variedad
En los puestos de comida del Mercado Campesino es común encontrar cabrito en salsa, fritada, chicharrones, machitos, lechón, gorditas, tamales, tacos, entre otros platillos.
En los puestos
Los puercos, pollos, conejos y cabritos están hacinados en muchos de los espacios del mercado y luego de que el cliente lo selecciona lo matan, para que la carne esté fresca.